CARTAGENA. La Dirección General de Patrimonio Cultural ha abierto periodo de información pública del procedimiento de declaración de Bien de Interés Cultural, con categoría de Sitio Histórico, a favor de las Salinas de Marchamalo de Cabo de Palos, en el término municipal de Cartagena. Está, por tanto, la propuesta de BIC en su última fase antes de que esta zona consiga la declaración propuesta por partidos y particulares años atrás.
La declaración de BIC está intrínsecamente unida a la propuesta que hizo hace tres años el partido cartagenerista MC Cartagena, que en el verano de 2019 solicitaba que se iniciara el procedimiento para declararlas como Lugar de Interés Etnográfico. "Como es conocido, el molino de las salinas fue declarado Bien de Interés Cultural ‘ex lege’ con la categoría de monumento, siendo el único que se conserva en nuestro municipio con la capacidad de moler sal. Justificamos nuestra petición en la necesidad e importancia de la declaración de un Bien de Interés Cultural apoyada en las relaciones del monumento con su contexto, con el medio natural que lo circunda y su conexión con el territorio y otros elementos que permitan conocer su evolución hasta llegar a la actualidad", decía por entonces ,a responsable de Patrimonio de MC Cartagena, María Dolores Ruiz.
Subrayó, por otro lado, la importancia de las salinas al "ponderar la relevancia de un paraje natural y un conjunto de construcciones e instalaciones vinculadas a las formas de vida, cultura y actividades propias de la Región, siendo historia de la industrial de la sal en la Región".
El 28 de agosto de 2019, fue la Asociación Para la Conservación de Cabo Palos (PROCABO), la que secundó la iniciativa y lo pedía para declarar Sitio Histórico las Salinas de Marchamalo en Cabo de Palos. El 2 de septiembre de 2019, Eugenio Ramírez Mateo, solicitó que se declarasen las Salinas antes citadas como Lugar de Interés Etnográfico.
En aplicación de los criterios de valorización de los bienes culturales integrantes del patrimonio cultural de la Región de Murcia y con el fin clasificarlos con las categorías que figuran en la Ley 4 /2007, las Salinas de Marchamalo en Cabo de Palos, Cartagena se caracterizan por lo siguiente:
El jefe del Servicio de Patrimonio indicaba en el informe las Salinas de Cabo de Palos, Marchamalo y Salinera Catalana, se caracterizan por su singularidad, autenticidad, integridad, representación para la Región de Murcia, valor simbólico, Interés técnico, rememorativo y tipológico así como ser un hito en el ámbito natural, por lo que se propone que deben ser clasificadas como bienes pertenecientes al patrimonio cultural de la Región de Murcia con la categoría de Bien de Interés Cultural bajo la figura de Sitio Histórico.
Los Servicios Técnicos informaron favorablemente que se iniciara el procedimiento en 2020 para que Las Salinas de Marchamalo en Cabo de Palos, que incluyen las antiguas Salinas de Salinera Catalana, deban ser clasificadas como integrantes del patrimonio cultural de la Región de Murcia con la categoría de Bien de Interés Cultural bajo la figura de Sitio Histórico debido a su sobresaliente valor cultural, ya que se trata de un lugar o paraje natural vinculado a acontecimientos o recuerdos del pasado, creaciones culturales o de la naturaleza, y a obras del hombre que posee valores históricos, técnicos e industriales.
No se considera procedente que la figura de protección sea Lugar de Interés Etnográfico ya que la explotación de la sal es considerada como una actividad industrial y está gestionada por los ingenieros de minas ya que la sal es un mineral y la mayor parte de las salinas que pretenden clasificarse fueron explotadas industrialmente desde finales del siglo XIX.
Tal y como se destaca en el informe publicado por la consejería de Cultura, las salinas de Marchamalo fueron construidas coincidiendo con una zona de remanso del Mar Menor, momento a partir del cual empezaron a explotarse para la producción de sal. Desde entonces, las salinas se han ido ampliando y reduciendo conforme interesaba a la propiedad, aunque el proceso empleado para su explotación no ha variado. Se trata de un proceso de decantación tradicional, consistente en permitir la evaporación del agua de una disolución salina mediante el sol y los vientos, a través de unas balsas en las cuales va aumentando la concentración de cloruro sódico hasta alcanzar la necesaria para que se produzca la cristalización.
Las salinas de Marchamalo toman el agua del Mar Menor, que virtualmente le sirve de primer calentador. Hasta los años 70 el agua se tomaba de la zona conocida como El Vivero, pero desde su colmatación y desecación se vieron obligados a crear un canal de casi un kilómetro y tomarla de la propia laguna.
Una vez ahí ya sea por gravedad o por bombeo se lleva hacia las diferentes charcas acumuladoras para comenzar el circuito.
Conforme el agua va cogiendo grados y por lo tanto mayor concentración de sal, se va pasando a las diferentes charcas por gravedad mediante el control de las compuertas que las unen hasta llegar a los Cristalizadores. Para que el agua pase a las balsas cristalizadoras es necesario que en las concentradoras hayan alcanzado una graduación próxima a los 25 - 27o C.
Una vez cristalizada la carga de agua se vuelve a llenar, y así sucesivamente, hasta que en 15 o 20 veces se consigue un espesor de sal de unos 25cm
Las Salinas de Marchamalo, como ingenio salinero tiene todos los elementos propios de una salina evolucionada: captación e impulsión, cocederos, cristalizadores, caños y elementos construidos. La captación se desarrolla siempre con el sistema del tomadero. Este elemento se resuelve constructivamente calzando el barro o el cordón arenoso litoral, con dos muretes de piedra o bien, en las más recientes, mediante un tubo de hormigón.
El sistema de impulsión o elevación más comúnmente utilizado ha sido la noria o rueda de madera, llamada malacate, en este caso, se impulsaba el agua con motores que se encuentran en unas casetas situadas a la entrada de las salinas. La sección constructiva del muro del cocedero suele variar de unas salinas a otras, y dentro de una misma se puede observar con frecuencia la graduación de calidad constructiva del muro en función de la importancia del elemento. Así, encontramos una amplia gama que va desde el murete de barro excavado en sus laterales o amontonado a la manera de una gavia, hasta el murete de piedra sencillo o doble con obra muerta al interior.
En ocasiones aparece el mortero de cal cuando la importancia de la obra lo requiere. Los fondos de los cocederos aprovechan directamente el barro existente, aplanándolo posteriormente apisonándolo con la ayuda del pisón y el rodillo. Los cristalizadores no se diferencian formalmente de los cocederos salvo por su menor altura de llenado y se resuelven constructivamente de igual manera.
El sistema de caños tiene también parecida resolución. El caño principal suele realizarse con doble murete de piedra, siendo el fondo de la U de barro. En las salinas más recientes ya se forra con mortero de cal o cemento. El sistema de compuertas de madera, empleado para regular el acceso del agua, tiene una clara relación con el modelo del periquillo gaditano. Para protegerlas de las escorrentías existe un canal de circunvalación para evitar la entrada de agua dulce, estos canales son utilizados también para desaguar.
En las salinas de Marchamalo, las labores de mantenimiento comenzaban hacia el mes de abril y la recolección se realizaba después del verano. En su fase no productiva, se mantenían permanentemente anegadas con el fin de evitar el deterioro de la lámina de barro. Cada dos o tres años se dejaban secar los cocederos y cristalizadores que así lo requieran, para proceder a la retirada del residuo. Para ello, se limpiaban con un rastrillo afilado, similar al limparro gaditano, que primitivamente fue de madera y luego metálico. Tras esta operación se le pasaba el rodillo, denominado de diferentes maneras según las localidades: rulo, cilindro o aplastadora.
El pasado 2021 la Asociación de Naturalistas del Sureste (Anse) proponía el proyecto para la reactivación de la actividad salinera en ocho hectáreas, para la recuperación de la biodiversidad acuática de la vegetación y fauna característica de zonas someras y salinas.
El proyecto se circunscribía inicialmente sobre una superficie de dominio público de las 8 hectáreas en la zona oriental de las salinas de Marchamalo, de la que la Fundación ANSE cuenta con la titularidad de la concesión para uso salinero para un periodo aproximado de 50 años, y sobre una parcela de 7.000 m2 en el que se encuentran sendas naves en ruinas, con licencia del Ayuntamiento de Cartagena para construcción de almacén de sal.