VALÈNCIA. En 1972, Marvin Gaye cerraba el contrato discográfico más lucrativo firmado hasta entonces por un artista negro. El dinero era la única explicación posible al hecho de que hubiese renovado con Motown, la factoría de música pop afroamericana que, a golpe de hit, había construido un cancionero popular que creció paralelamente a las reivindicaciones de la población negra. La pelea por los derechos civiles no iba dictada por el ritmo de la Motown, pero los artistas de la discográfica sí funcionaban como muestrario del talento de un colectivo segregado y maltratado en Estados Unidos. Esos artistas, capaces de enamorar a un público mayoritario de cualquier raza, tenían nombres como los de The Supremes, Smokey Robinson, Stevie Wonder, Temptations, The Four Tops y, por supuesto, Marvin Gaye. Motown parecía el altavoz perfecto para combatir la segregación racial, pero la realidad de puertas para adentro era otra. Su fundador y máximo responsable, Berry Gordy Jr. ejercía otro tipo de opresión. Su filosofía empresarial. consistía en mantener una cadena de producción musical estajanovista, imponiendo temáticas, músicos, líneas de producción, títulos y portadas. En cierto modo, ser un artista de Motown era también una forma de esclavitud, por muy bien que, aparentemente, les fueran las cosas a sus artistas.
Gaye fue de los primeros en rebelarse contra la tiranía de Gordy, un pulso que dejaría secuelas de desencanto en el músico. En 1983, después del que sería uno de sus últimos conciertos, le dijo al periodista David Fricke: “Los músicos de soul hacemos música para que otros se lleven los beneficios”. Años antes, Gaye se había quejado de que, durante la grabación de un hit como “I Heard It Through The Grapevine” apenas se habían tenido en cuenta sus opiniones. Pero el gran forcejeo llegó con “What’s Going On”, la primera canción de Gaye con temática abiertamente política, que terminaría convirtiéndose en uno de los temas más importantes de la música pop de los últimos cincuenta años. Gordy la detestaba con toda su alma, incluso llegó a decir de ella que era “la mierda más grande que había escuchado”. Sin embargo, el single fue un éxito abrumador y el álbum homónimo al que dio pasó lo fue más todavía. El jefe de la Motown no tuvo más remedio que cerrar la boca. Pero Gaye no estaba dispuesto a olvidar cómo había sido tratado. Animado por la acogida que tuvo What’s Going On, que había facturado millones de copias, optó por mantener el tono de denuncia política en su música. En 1972, en medio del escándalo del Watergate y de las elecciones presidenciales le dedicó a Richard Nixon una agria carta en forma de canción titulada “You’re The Man”. A pesar de las expectativas puestas en él –Gaye ya era un claro caso de crossover, es decir un artista enmarcado en un género muy concreto que daba el salto comercial al ser escuchado por un público mayoritario y diverso-, el single fracasó en las listas de venta.

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El verdadero motivo de este tropezón comercial no fue la canción en sí misma, aunque siempre quedará la duda de si aquella letra tan feroz (“no queremos escuchar más mentiras / acerca de cómo planeaste un trato”) dirigida a Nixon y requiriéndole que cumpliera de una vez su plan de terminar para siempre con Vietnam, no resultara un tanto indigesta para el público. Parece ser que Gordy, al verse incapaz de impedir que su estrella grabara lo que le diese la gana, se dedicó de boicotear la promoción del sencillo en las radios. Aquello terminó de cuajo con los planes del músico para hacer el álbum que tenía en la cabeza y derivó en una serie de sesiones de grabación y de singles que nunca cristalizaron en un proyecto concreto. Muchos años después, aquel material vio la luz bajo el título You’re The Man, que se vendió como el disco perdido de Gaye, aunque en realidad nunca fue concebido como un álbum. En algunos de aquellos temas, Gaye seguía cargando de denuncia sus letras. “I Want To Come Home For Christmas” era una canción navideña cuya narración recaía sobre el punto de vista de un prisionero de guerra en Vietnam. Otro de los temas incluidos, “Women Of The World” apostaba por el feminismo –en ese momento, el women’s lib estaba en auge-, aunque no está nada claro que no fuese todo un pretexto para que Gaye hablara de uno de sus temas favoritos: las mujeres. Hay que recordar que su música se debatía entre lo sagrado y lo secular, es decir, entre el deseo carnal y el amor espiritual. “Tengo esa contradicción -declaró el artista-. No soy un santo, pero me gustaría serlo”.
Precisamente fueron las canciones de temática sexual las que revivieron su carrera. Ocurrió en 1973 con Let’s Get It On y, casi diez años después, con “Sexual Healing” que lo relanzó a los primeros puestos de las listas y evitó que se le siguiera viendo como una vieja gloria. El tema pertenecía a Midnight Love, obra que un crítico definió como “pop electrónico blanco”. Fue presentado triunfalmente en 1983 en el Radio City Music Hall de Nueva York, seis conciertos que agotaron localidades de inmediato. Gaye afrontaba una nueva etapa. Dos años atrás se había instalado en Bélgica para evitar pagar impuestos altos. Había dejado atrás una etapa de turbulenta y de adicción a las drogas y también su contrato con Motown, después de veinte años de agria unión contractual. El nuevo despegue se vio bruscamente cercenado cuando su propio padre lo mató de un disparo el 1 de abril de 1984, hace ya 41 años. La cura sexual de Gaye llegó cuando una nueva generación de artistas negros había aplicado sus enseñanzas, tiñendo de erotismo sus canciones. Por ejemplo, Prince, cuyos sus fraseos denotan que encontró en la voz de Gaye una enorme inspiración (y con el cual compartió, al inicio de su carrera, esa dicotomía entre Dios y la carne). Y Millie Jackson, que consiguió lo impensable: que en un mundo tan machista como la música negra, hubiera mujeres cantando sin tapujos sobre sexo en los que el sida había hecho de la sexualidad un juego peligroso. El renacimiento artístico de Gaye coincidió con un gran momento para la música negra. Diana Ross triunfaba con el álbum Diana. Prince comenzaba a despuntar por todo lo alto y Michael Jackson estaba a punto de convertirse en el artista más importante de la historia con las deslumbrantes ventas de Thriller. El talento y el compromiso de Marcin Gaye facilitaron el camino para que la música negra fuera, además de bailable y festiva, un altavoz social a través del cual reivindicar derechos y formas de vida.

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