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EL GATO EN LA TALEGA / OPINIÓN

Llueve en el Mar Menor

23/03/2022 - 

MURCIA. El 21 de marzo se celebró el Día Mundial de la Poesía, conmemoración preciosa que deja un poso de expresión emotiva revestida de un halo de ternura. Patrycia Centeno explica muy bien en su libro Poderío el tremendo poder de esta cualidad, e incluye una interesante visión al respecto para mejorar el modo de hacer política. Empeorarlo es evidente que resultaría muy difícil.

La belleza y fuerza de un buen poema me trae a la memoria la reciente borrasca Celia y su paisaje apocalíptico, que nos ha dejado el Mar Menor teñido de color café con leche. Y siguen aún los cristales llenos de frescas gotas azotadas por el viento de levante mientras flotan en el aire, como terrones de un azúcar indisoluble, las voces de alarma por el Mar Menor, sabiendo como sabemos, que esto iba a pasar y seguirá pasando. El mix entre inacción, cuando se sabe lo que se debe hacer para protegerlo, y acción, cuando se hace justamente lo que lo daña e impacta, solo puede sumar a su deterioro con las lluvias y su labor de arrastre como corresponde a la cuenca vertiente del Mar Menor.

El caso es que se lleva como se puede vivir en la ribera del Mar Menor y tener que mirar del mar al cielo y alrededor cada vez que llueve, mientras se nos instala sibilinamente el miedo. La sensación es similar a la de tener a un ser querido bajo en defensas sometido a fuertes impactos. Confiar en que no llueva y a la vez, demandar agua, es un sinsentido tan audaz que ha conseguido infiltrar la idea de que el agua buena no es la de la lluvia, sino otra que debe estar disponible sin caer del cielo al libre albedrío. Se les olvida el "como Dios manda", o como la naturaleza decide.

"EL MIEDO AL CAMBIO POR LA INCERTIDUMBRE ES HUMANO, PERO EXISTE PARA PROTEGERNOS Y AVANZAR"

La observación de la naturaleza es fuente de conocimiento y de su consecuente tecnología. Si en lugar de indagar sobre aquellos hechos que suponen un nuevo descubrimiento científico tantas veces fruto del azar, nos dedicásemos a creernos superiores al medio que nos sustenta, a una información genética contenida en todos los seres vivos y a pasarnos por el forro las interacciones erigidos como la especie suprema, no tendríamos ni unas simples ruedas. La casualidad y la apertura de miras de una persona observadora y capaz de preguntarse cosas nos dice que todo es relativo y cambiante para seguir evolucionando.

El miedo al cambio provocado por la incertidumbre es humano, pero existe para protegernos y avanzar. Por ejemplo, la defensa de la personalidad jurídica del Mar Menor puede generar miedo, y por ello le nacen seguidores y detractores, como es lógico en un tema de gran trascendencia en el que la propia sociedad es la promotora ante la falta de soluciones a un problema largamente demandadas. El descontrol de la masa es algo que preocupa a la clase política desde siempre, a los patronos, a los gurús, a los espabilados y a las cúpulas de poder. Desde luego, la anarquía no parece precisamente productiva en una sociedad a largo plazo. Ni el borreguismo.

Foto: C. M. M.

Son tiempos borrascosos, ante la huelga de transportes se desata también la alarma por desabastecimiento. El precio de la energía escala hacia picos nunca vistos. El Mar Menor se nos muere. Se toman decisiones políticas de Estado de forma unilateral. Se provoca una guerra. Y mientras tanto, la respuesta política es lenta, demasiado lenta para ser excusada. La sociedad de la información está mucho más puesta al día que los diferentes ejecutivos porque los egos del poder limitan mucho el campo de visión y las nuevas tecnologías llegan a muchas más personas de a pie. Queda cada vez más patente que es necesario replantear el funcionamiento de estos ejecutivos lentos e imprecisos a la hora de implementar soluciones. Sucede con el Mar Menor, con el coronavirus, con la violencia de género, con la resolución y negociaciones vinculadas a las diferentes huelgas y protestas. Los ejecutivos de diferentes colores no tienen una respuesta ágil, quizá porque el sistema de gobernanza actual no se construyó cuando la sociedad tenía posibilidades de participación real como sí sucede a día de hoy.

Las huelgas, las protestas pacíficas, la divergencia de opiniones fundamentada y las negociaciones son necesarias para introducir cambios positivos y responder a esas nuevas necesidades. Cuando realmente las cosas van mal se dan dos casos: uno, cuando no se habla y la masa está instalada en una antinatural posición de aceptación y silencio, y otro, cuando las protestas no son atendidas y no terminan con una negociación pronta, ágil y coherente, pasando a la crispación, el odio e incluso a la guerra. Por defecto y por exceso. Lo peor para avanzar es caer en la obstinación, descontextualizando todo.

Contextualizar bien podría ser poesía. Poesía para vivir en la alegría y la tristeza, en la salud y en la enfermedad. La poesía se difumina, pero no desaparece. Se obvia creyéndola hedonista, pero sigue latiendo. La buena poesía te humaniza; hace sentir y pensar a la vez, te interconecta como lo hace un ecosistema sano. Los humanos necesitamos expresar las emociones para vencer el miedo, controlándolo. Como controlamos el miedo los marmenorenses ante la lluvia.

Celia Martínez Mora

Investigadora

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