Es el único español que compite a concurso en la sección oficial del Festival de Rotterdam
MURCIA. Hay una escena en la nueva película de Adrián Silvestre, Mi vacío y yo, que está ambientada en la exposición El cuerpo vestido: siluetas y moda, del Musseu del Disseny de Barcelona. La protagonista se pasea por la muestra con su última cita amorosa y tras revisar corsés, polisones y enaguas, vestidos de corte francés, prêt-à-porter y alta costura, lee en voz alta el texto que acompaña al único maniquí desnudo del recorrido, asociado al tiempo que vivimos: “El cuerpo se ha convertido en un espacio de discusión social”.
Ese debate abierto en canal es al que el espectador asiste en la figura del personaje principal de la única película española a concurso en el Festival de Rotterdam. En esta propuesta entre el documental y la ficción, la joven transexual francesa Raphaëlle Pérez se da vida a sí misma. Frente a los ojos del espectador, Raphi inicia su proceso de transición, lidia con las dudas propias y ajenas, entabla amistades de uno, otro y otro género, sufre, se empodera y sueña.
El director valenciano la conoció durante el rodaje de su anterior proyecto, Sedimentos, una cinta donde retrata a seis mujeres trans de Barcelona y que este sábado, 29 de diciembre, compite por el Premio Feroz Arrebato de No Ficción.
Durante la preparación inmersiva de cinco años para conformar aquel documental, Silvestre conoció la historia de Raphi, que había autopublicado un libro autobiográfico sobre su propia vida. El realizador decidió entonces dedicarle su siguiente filme.
“No me gusta decir que hay una precuela y una secuela, porque perfectamente puede invertirse el orden del visionado. Son películas hermanas que dialogan y se complementan en una reflexión colectiva sobre la comunidad trans. Una no viene a hacer un subrayado de la otra, sino que compensa aspectos que no había podido abordar”, específica el valenciano.
El guion está escrito a seis manos, entre su protagonista, Silvestre y el director Carlos Marqués-Marcet. Los dos primeros partieron del potencial cinematográfico de la narrativa de Raphi, pero al terminar la primera versión, sintieron que estaban demasiado implicados e incorporaron para la reescritura la mirada ajena del responsable de 10.000 km. (2014), Tierra firme (2017) y La mort de Guillem (2020).
Durante la preparación de Sedimentos, Silvestre puso en marcha una serie de talleres de interpretación y lenguaje cinematográfico para dar a las participantes confianza en sí mismas frente a la pantalla.
El director de la compañía de teatro La Conquesta del Pol Sud, Carles Hernández, estaba buscando a una mujer trans para hacer una obra documental y asistió de oyente. En una improvisación, se quedo prendado de Raphi y al tiempo estrenaron juntos el montaje testimonial Raphaëlle, que forma parte de una trilogía sobre la mujer, la identidad y la historia, donde también participan una mujer afgana que se hizo pasar por varón en el Kabul de los talibanes y una argentina que descubre ser hija de dos desaparecidos.
Aquella experiencia de Raphi como actriz de teatro preocupó inicialmente al director de cine valenciano: “Carles me dijo que mi protagonista iba a ganar en control escénico y seguridad, pero yo no dejaba de pensar en esa frase de Robert Bresson que dice que la virginidad solo se pierde una vez frente a la cámara. Hay un límite que si el intérprete rebasa, deja de sentir y de actuar”, comparte Silvestre.
La experiencia de la protagonista sobre las tablas se incorporó a la ficción, como también la conversaciones por el móvil con sus padres, su trabajo en un centro de atención telefónica, sus visitas a la psicóloga y a un cirujano para informarse sobre la cirugía de reasignación y sus tanteos del amor a partir de aplicaciones de citas.
“El tema de la búsqueda desesperada del amor está muy presente como una puerta que nos va a redimir de nuestros males y que ella vive paralelamente a su transición. Raphi cree en el amor como bálsamo a sus carencias, problemas e inseguridades. Todos hemos pasado por esto. Nos lo inyectan por vena en relatos y películas, así que había un interés por deconstruir el amor romántico y entender que el vacío lo llenamos con nosotras mismas, no lo podemos delegar en un desconocido”, se explaya Silvestre.
En ese prueba, ensayo o error que son las citas a través de internet, Raphi sufre no pocas ofensas. La película subraya las dinámicas pragmáticas que se han generalizado en el uso de estas herramientas sociales.
“Todos los seres humanos podemos ser crueles y egoístas, y las personas detrás de cada perfil no son distintas, pero además hemos entrado en un mercadeo a la hora de valorar al otro que tiene que ver con el neoliberalismo. Hay que estar muy preparado para utilizarlas correctamente. Nos hemos mal acostumbrados a descartar sin valorar en profundidad, a utilizar un lenguaje muy crudo y directo que nunca usaríamos en persona”, razona el director.
Mi vacío y yo forma parte de la ola de propuestas culturales que está ayudando a visibilizar en nuestra sociedad al colectivo trans. Silvestre es consciente de los peligros del hype, de que sus dos películas puedan asociarse a una moda o a una respuesta a la agenda pública, pero le pesa la certeza de estar ayudando a brindar referentes que no existían. “¿Cómo vas a tener la certeza de cuál es tu identidad si no existe nadie en quién mirarte a tu alrededor? Es necesario que estas realidades se reflejen y que se les dé un tratamiento digno, coherente y verosímil. Ningún creador tendría que hacer algo por modas, sino por sensibilidad hacia la realidad que retrata”.