MURCIA. "Murcia tenía la mejor muralla medieval de España y, mientras otras ciudades españolas amuralladas respetaron el recinto, creciendo extramuros, en Murcia decidieron dinamitarla". Esto fue solo el principio de una historia en la que se habla de "una ciudad que pudo ser y que se perdió" y que es contada por el escritor, historiador e investigador Ricardo Montes Bernárdez en su libro Destrucción del patrimonio arquitectónico de la ciudad de Murcia. 1712-2012, que se suma a las alrededor de noventa publicaciones que tiene en su haber el presidente de la Asociación de Cronistas Oficiales de la Región de Murcia.
Montes Bernárdez no se limita a enumerar las construcciones históricas que se han perdido por culpa de la incultura, la ideología, los planes urbanísticos para modernizar la ciudad, la necesidad de algunos propietarios o la irresponsabilidad de los políticos; también profundiza en su historia, en quienes las construyeron, en las familias que las habitaron y, por qué no, en los culpables de su destrucción, dando nombre y apellidos de los diferentes alcaldes que se apuntaron estos dudosos méritos en su legado. Porque "el patrimonio arquitectónico de Murcia, a lo largo de los últimos trescientos años, no se ha caído solo", apunta el autor.
Así, en este libro -que ha contado con el patrocinio del Ayuntamiento de Murcia y que se puede adquirir en la librería Diego Marín "a precio de saldo" (10 euros)- se recuerda que "el crecimiento de la ciudad, abriendo avenidas como la Gran Vía o Alfonso X, se llevó por delante los Baños musulmanes o el palacete de los Vélez". También aborda como las cuestiones ideológicas estuvieron detrás de la destrucción de conventos e iglesias en 1835 y 1936; y el hecho de que casas señoriales del Huerto de las Bombas, Junterones o Huerto de los Cipreses se destruyeran para realizar en su lugar malas copias, "imitaciones de tercer orden".
Aunque es una polémica que se ha aminorado con el tiempo, Ricardo Montes vuelve a poner el dedo en la llaga en este libro respecto al edificio Moneo, al señalar que "la plaza Cardenal Belluga vio como la pala reducía a escombros el palacete barroco 'de la Riva' para construir un edificio "para los nuevos tiempos"; no importaba la historia, ni el espléndido conjunto histórico".
Pero, además, apunta a que "decenas de casas señoriales del centro de Murcia no fueron protegidas por los responsables políticos, garantes y custodios de la historia de la ciudad, que hicieron dejación de funciones o apoyaron la destrucción directamente". En ese sentido, comenta que muchas familias decidieron, por cuestiones económicas, derribar sus viviendas señoriales para construir edificios de pisos. No había entonces, reconoce, una legislación como la que existe actualmente para proteger este patrimonio que trascendía a los apellidos de sus propietarios.
Añade el escritor que "para apaciguar conciencias, se salvaron restos de la portada de algunos de nuestros edificios emblemáticos, caso del Contraste de la Seda, Palacio de los Vélez, Matadero Viejo, Huerto de las Bombas, Casa-palacio Riquelme, Huerto de los Cipreses, Real Fábrica de la Seda, Colegio San Leandro…".
Señala también Ricardo Montes que "los mayores períodos destructivos tuvieron lugar entre 1936 y 1938, debido a la guerra, así como de 1966 a 2010, por el crecimiento y expansión de la ciudad". Y apunta a los culpables, nombrando a los alcaldes Fernando Piñuela Romero, Miguel Caballero Sánchez, Clemente GarcíaGarcía y Miguel Ángel Cámara Botía. Así, en los tiempos más recientes, recuerda la desaparición del Club Remo, la casa-palacio Meoro (Santa Eulalia), el Molino de Oliver (Aljucer), el Palacete Ponce, el Oratorio Cabecico del Rey o El Corralazo (Guadalupe). "Dan ganas de echarse a llorar", reconoce el cronista, quien considera que estas últimas pérdidas "no tienen perdón de Dios".
Ricardo Montes ilustra los casos de destrucción del patrimonio murciano con viejas fotografías y con ilustraciones que realizaron diferentes artistas en su momento, como es el caso de los baños musulmanes. De esta forma, Destrucción del patrimonio arquitectónico de la ciudad de Murcia. 1712-2012 no solo se presenta como un libro que denuncia las 'barbaridades' cometidas contra edificios históricos, también se convierte en memoria de "la Murcia que pudo ser y que, definitivamente, nos perdimos".