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Rotemburgo, una joya medieval en Alemania

Ciudad amurallada, pasear por sus calles empedradas, repletas de casas de colores con entramados de madera y fuentes, es trasladarse a la Edad Media. De hecho, Rotemburgo es una de las ciudades medievales más bonitas de Alemania

11/07/2024 - 

MURCIA. Una imponente muralla se alza ante mí, testigo de aquellos tiempos en los que las ciudades debían protegerse de posibles ataques. Imagino a soldados en el paso de ronda atentos a cualquier movimiento, sabedores de que cualquier despiste podría ocasionar un grave daño para la ciudad y sus habitantes. Cruzo la gran puerta y pongo un pie en la ciudad. El frío de ese recio muro contrasta con la gran avenida adoquinada que tengo ante mí y a la que se asoman casas de color pastel, algunas de ellas con los típicos entramados de madera alemanes. Estoy en Rotemburgo (Rothenburg ob der Tauber en alemán), una localidad cercana a Nuremberg que presume de ser el testimonio vivo de la Alemania medieval. 

Antes de adentrarme por sus calles y conocer si es verdad lo que dicen de ella, asciendo por las escaleras que dan acceso a la muralla, que abraza a la ciudad a lo largo de cuatro kilómetros y tiene 42 torres. El crepitar del suelo de madera me acompaña a mi paso y mis manos, al acariciar el muro, sienten el frío de las rocas y de la historia que encierran. En él se ven unas pequeñas placas con los nombres, de no más de cuarenta caracteres, de quienes financiaron la reconstrucción de la muralla (el precio por metro eran 60 marcos, lo que equivalía al salario mínimo interprofesional). Al mirar bien esas vigas de madera del techo me percato de que están numeradas, por si alguna vez debían reutilizarse.  

Desde lo alto, diviso los tejados rojos apiñados de la ciudad y a los turistas adentrándose por esas calles que, desde aquí, parecen laberínticas. Si no fuera por ellos pensaría que estoy en el medievo o en un mismísimo cuento de hadas. Una sensación que no solo tengo yo, pues aquí se han rodado escenas de El maravilloso mundo de los hermanos Grimm o Harry Potter y las Reliquias de la Muerte —en el  flashback, donde el mago Grindelwald roba una varita de la casa de Gregorovitch—.  Y bueno, parece que Walt Disney se inspiró en un pequeño rincón de la ciudad para una película... Luego te cuento cuál es. 

El trago que cambió la historia

Tras recorrer un tramo de la muralla, bajo por una de sus escaleras y, entre callejuelas, me dirijo al punto neurálgico de la ciudad: la plaza del mercado, el epicentro de la vida local desde el siglo XIII, y donde hoy se sitúa el ayuntamiento. Por cierto, tiene las mejores vistas de la ciudad, pues los 220 escalones de su torre llevan hasta el mismísimo cielo de Rotemburgo. El esfuerzo merece la pena porque, desde esa altura, se divisa todo el valle del Tauber y los montes de Frankenhöhe, así como todo el entramado de la ciudad. 

A pie de plaza, el consitorio llama la atención por su escalinata y su fachada renacentista, que recuerda a un edificio palaciego monumental y que contrasta con la estampa romántica que ofrecen las casas con entramado de madera y mansiones patricias, como la Ratstrinkstube (Taberna de los Consejeros), que antaño era una taberna donde solo podían ir a beber los políticos, de ahí su nombre. 

Frente a ese edificio veo a un grupo de personas apuntando con sus móviles el reloj y me quedo con ellos, segura de que debe tener algún mecanismo interesante. No me equivoco. Cuando las agujas dan en punto, dos ventanas se abren y aparecen dos figuras: una de ellas apenas se distingue, y la otra bebe una jarra, que supongo que será de cerveza. ¿Qué representará? Para conocer su significado hay que regresar a la guerra de los Treinta Años (1618-1648). Concretamente a 1631, cuando la ciudad fue tomada por el ejército católico del conde Tilly, y el alcalde, Georg Nusch, le dio como bienvenida vino de Franconia —sí, vino y no cerveza como yo pensaba— servido en un vaso de 3¼ litros. Ante tal gesto, Tilly le dijo que no causaría ningún daño si alguien era capaz de beberse tal cantidad de vino de un solo trago. Fue el propio Georg Nusch quien logró tal hazaña y, con ella, salvó a la ciudad. 

No hay base científica en esa historia —seguro que pagaron por la salvación—, pero lo cierto es que desde 1881, los lugareños rememoran tal acontecimiento en el festival Der Meistertrunk (el trago magistral), que se celebra el fin de semana de Pentecostés, y toda la ciudad se implica en el festejo. De hecho, si ya la arquitectura invita a vivir en esa época, aún más lo es al ver a los residentes vistiendo trajes de la época, bailando, cantando canciones de la época e incluso disparando cañones. Tal es la escenificación que me siento extraña llevando ropa de calle. He de decir que no sabía que me encontraría con tal festejo, pero me alegro mucho de haberlo vivido, porque su singularidad hace que merezca la pena vivir la experiencia en persona.

Lo que sí es cierto es que la guerra de los Treinta Años supuso un duro golpe para la ciudad, fundada en torno a la fortaleza del rey Conrado III, perteneciente a la dinastía de los Hohenstaufen. De ahí su nombre: Rothenburg ob der Tauber, que significa fortaleza roja sobre el Tauber. Pero, fue a partir de 1274, cuando al ser declarada Ciudad Imperial Libre comienza su auge —mantuvo ese estatus hasta 1803, año en el que fue adscrita a Baviera—. Una historia que voy conociendo a medida que avanzo por el casco histórico, que se salvó en su gran mayoría de los bombardeos del 31 de marzo de 1945 —solo el 40% de la ciudad quedó destruida—. Por suerte, durante la reconstrucción se mantuvo fiel a su legado arquitectónico, algo que hoy permite pasear por sus calles como si estuviéramos en el medievo.

Prosigo mis pasos, entre lujosas casas con bellas decoraciones, residencias de fachadas puntiagudas y coquetas tiendas con carteles de forja. Una de ellas es una pastelería, cuyo escaparate está repleto de unos dulces en forma de grandes bolas de nieve. Se trata de las schneeballen (bolas de nieve), unos dulces típicos de la Edad Media que recuperó el repostero Walter Friedel en 1882. Compro uno, el típico, y al morderlo me lleno toda de azúcar glass. Da igual, está buenísmo y sigo comiéndolo y disfrutando del paseo. 

 Me llama la atención la casa del Arquitecto, que tiene catorce figuras que representan los siete pecados y las siete virtudes y que, curiosamente, están mezclados entre sí…  Miro absorta cada detalle, las puertas, las ventanas, muchas decoradas con plantas, y me fijo que en algunas de las viviendas hay una polea. Para mi sorpresa, era empleada para subir los cereales que las familias debían almacenar para que, en caso de una guerra, pudieran sobrevivir con sus propias existencias. Y es que, no hay que olvidar que la ciudad estaba situada en una ruta comercial y era un centro neurálgico para el comercio y la industria, lo que la convertía en objetivo de los invasores.

 

La foto de postal de Rotemburgo

Aquella época de prosperidad de la ciudad se refleja también en sus fuentes, cuya agua era canalizada de forma secreta desde manantiales de los alrededores, de tal forma que se garantizara el suministro del asentamiento fortificado. De ellas, la más importante es la fuente de San Jorge; lo es por su belleza, pero también porque era la más grande, por lo que podía ayudar en caso de fuego. Como curiosidad, una reproducción de esta estatua está en Walt Disney World (Orlando). 

Rotemburgo es una ciudad para pasear, impregnarse de su atmósfera y mirar cada detalle, como las estatuas ubicadas en las esquinas de las calles. Y es cierto que cada rincón de Rotemburgo tiene su encanto, pero sin lugar a dudas hay uno que sobresale del resto: la plaza Plönlein, con la casa amarilla de entramado de madera que separa la calle en dos y cada una de ellas termina en una torre (la Siebersturm y la Kobolzeller Turm). Una estampa que es famosa por su belleza, pero también porque, según cuentan, Walt Disney se inspiró en ella para la historia de Pinocho. Ya ves, y yo que pensaba que estaba ambientada en algún rincón de Italia… Eso sí, paciencia para hacer la foto, porque siempre hay gente paseando o posando en este rincón. Desde aquí, se puede continuar el paseo por el barrio del hospital o salir de las murallas y pasear entre viñedos y ver otra estampa de la ciudad, donde se sitúa el castillo. 

Precisamente, el castillo es la siguiente parada. Supongo que será rojo porque, como decía, Rothenburg ob der Tauber significa fortaleza roja sobre el Tauber. Para mi sorpresa, ni es rojo ni hay castillo, pues fue destruido en el pasado, quizá a causa de un terremoto que tuvo lugar en Suiza o de los saqueos de los propios habitantes, que cogieron las piedras para construir sus viviendas. La única verdad es que, del antiguo castillo de los Hohenstaufen, solo queda en pie una pequeña capilla y el jardín de estilo paisajístico inglés que esconde una de las vistas más bonitas de la ciudad amurallada y del valle del Tauber... Apoyada en el muro, miro el paisaje y pienso que es verdad, que Rotemburgo es el testimonio vivo de la Alemania medieval.

Rotemburgo (Alemania)

¿Dónde comer en Rotemburgo?

El restaurante HerR. Sascha Bungeroth y Filip Ursulica han logrado que su restaurante HerR, en el corazón del hotel Herrnschlösschens, sea un pin en el mapa de los foodies. Un restaurante acogedor con un menú pegado a la temporada, en el que Sacha pone toda su creatividad para ir sorprendiendo en cada pase. Además, Filip Ursulica, en sala y sumiller, sabe bien cómo matener los tempos para que el comensal se sienta en casa. Un restaurante donde vale la pena reservar y pegarse un buen homenaje gastronómico. 

¿Qué más ver en Rotemburgo?

La iglesia de Santiago. Terminada de construir en 1484, la Jakobskirche es un templo protestante que nació como católico, en el que aún se conserva una reliquia que atrae a numerosos visitantes: el altar de la Santa Sangre de Tilman Riemenschneider, que representa la última cena. También destaca su órgano, uno de los más grandes de toda Baviera, y que tiene la peculiaridad de que puede tocarse por ambos lados.

¿Cómo viajar a Rotemburgo?

En avión. Ryanair vuela directo desde Valencia a Nuremberg. Desde Nuremberg lo más fácil es coger el tren, cuyo trayecto dura 1: 38 minutos.  

¿Dónde alojarse? 

En el hotel Rappen, situado muy cerca de la puerta Galgentor, es un hotel tranquilo y con una excelente calidad-precio. 

¿Dónde puedo conocer más sobre Rotemburgo?

Descubre todo lo que Rotemburgo te puede ofrecer en la web www.rothenburg.de/es (en español)

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