MURCIA. La llegada del mes de mayo propició la vuelta de una de las muchas tradiciones que dejó en suspenso la pandemia: el canto de los mayos ante una imagen de la Virgen o un altar presidido por una florida cruz, pues han acabado entremezcladas las celebraciones de la llegada del mes mariano con la de la Invención de la Santa Cruz, el día 3 del mes recién estrenado.
"confiamos en que LA NUEVA ‘DEVOCIONALIDAD’ se convierta pronto en algo muy parecido a la antigua"
No fue algo generalizado y sujeto a un programa, como era habitual hasta el 30 de abril de 2019, pero la copla que nos dice aquello de "estamos a 30 de abril cumplido, mañana entra mayo de flores vestido", volvió a sonar, por ejemplo, frente a la Virgen de los Peligros.
Y a la mañana siguiente, primer sábado de mayo, muy temprano, un pequeño grupo de madrugadores volvió a rezar el rosario de la aurora, aunque esta vez fuera en claustral procesión por el interior de la iglesia de Santo Domingo, no por las calles que conducen desde el castizo Arco de la Aurora al antiguo templo dominico.
Son pasitos que vamos dando en la nueva ‘devocionalidad’, que confiamos en que se convierta pronto en algo muy parecido a la antigua, a la que estábamos acostumbrados y vivíamos sentidamente. Y las tradiciones más antiguas son un buen termómetro para medir por dónde vamos y como va nuestra desescalada costumbrista y piadosa.
Lo es, desde luego, el rosario de la aurora, que impulsaron las cofradías de esta devoción por toda España, sobre todo en el siglo XVII. Dicen que la proliferación de este tipo de acto de culto externo, con la concurrencia de varios de ellos organizados por distintas hermandades, propició allá por el año 1749, en un pueblo gaditano, la bronca que dio lugar al dicho ‘acabar como el rosario de la aurora’.
Y seguramente no fue el único que acabó de mala manera en aquellos días, pero la inmensa mayoría de estos actos, consistentes en rezar el rosario por las calles al amanecer, terminan de forma fraterna, y oyendo la primera misa matutina.
Contaba el escritor murcianista Javier Fuentes y Ponte, allá por el año 1872, que en el reinado de Juan II de Castilla (1406-1454), el padre de Isabel la Católica, se desarrolló la afición a la caza, y para que los cazadores pudieran oír misa muy temprano, se obtuvo permiso para celebrarla antes de amanecer; y por eso se llamó misa de palomas o de los cazadores la que se decía en los conventos de Santo Domingo y de San Francisco.
Pero fue en el siglo siguiente cuando a estas piadosas prácticas matutinas se sumó el rosario, sobre todo a raíz de la gran victoria de las armas cristinas en Lepanto. La victoria fue atribuida a la Virgen del Rosario, por haberse celebrado el primer domingo de octubre, fecha en la que las cofradías del Rosario, fundadas por los dominicos, y a la que pertenecía el papa Pío V, conmemoraban a su Patrona.
Aquél príncipe de la Iglesia, dominico y propiciador del frente común contra los otomanos, organizó un rosario público el día de la batalla naval en la basílica de Santa María la Mayor, y estableció la fiesta de la Virgen de las Victorias el primer domingo de octubre, que poco después, en 1573, Gregorio XIII renombró como festividad de la Virgen del Rosario y la trasladó al 7 de octubre.
Claro que una práctica de este tipo, tan a deshoras, estuvo sujeta a lo largo del tiempo a restricciones parecidas a las que venimos padeciendo durante estos días de pandemia. Proporciona el citado Fuentes el ejemplo de lo acaecido el 24 de abril de 1684, cuando se ordenó que desde aquella noche, cuando tocara la queda del reloj de Santa Catalina, quedaría prohibido andar por la calle durante la noche, y para no exceptuar a nadie, se mandó después que no se permitiese ninguna despierta que los devotos hicieran por las casas de otros al amanecer los domingos, con músicas, campana y coplas de jácara, para oír primera misa, "lo cual es irreverencia y altera la quietud y sueño de los vecinos".
Sin embargo, a finales de agosto de 1710, "fue Dios servido de excitar en esta ciudad el mejor arreglo de la antigua despierta de la Aurora para el Santísimo Rosario, dando principio en el convento de Santo Domingo, donde ya de viejo antes decían la misa, saliendo por las calles de la ciudad los domingos y fiestas a la hora que despiertan los despertadores para el Rosario los días festivos, según los tiempos".
Contaba Fuentes y Ponte, en la fecha indicada, que la cofradía vigente en su tiempo refundía las de Santo Domingo y Santa Ana, los dos templos dominicos de la ciudad, masculino y femenino, y que había celebrado ese año su fiesta solemne, que anunció por medio de un cartel con un grabado hecho en 1719.
"En la madrugada de dicho día, y después de las despiertas, salió de Santo Domingo una brillante procesión, cuyos concurrentes iban cantando el Rosario, y llevaban el antiguo estandarte y la imagen de la Santa Patrona, rodeada de faroles, entre ellos el colosal, conocido por el de los 15 misterios, por alusión a otros tantos farolitos que tiene como alegoría a los 15 misterios del Rosario. Recorrió las plazas de Santo Domingo, Santa Ana, Balboa y de Romea, entrando en Santo Domingo, donde se celebró misa mayor de albada en el altar de Nuestra Señora, su Titular; y visto el éxito que ha tenido este año tan solemne culto, está Murcia en el caso de remover los obstáculos que se opongan a que continúe este canto tradicional tan característico, y que tan buena idea da de la religiosidad de nuestro pueblo".