Opinión

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Economía de ida y vuelta

Aranceles, ¿y ahora qué?

"La Región de Murcia, con su vocación exportadora, tiene su oportunidad"

Publicado: 20/04/2025 ·06:00
Actualizado: 20/04/2025 · 06:00
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Sin duda los aranceles están con fuerza en el centro del debate económico internacional. La administración estadounidense ha reactivado una política comercial claramente proteccionista que afecta tanto a competidores estratégicos como a socios tradicionales. El impacto económico ya comienza a notarse en todo el mundo y no se trata solo de una cuestión económica, los aranceles se están utilizando también como un instrumento de geopolítica y política exterior. Desde el condicionamiento de acuerdos migratorios hasta la presión sobre aliados energéticos, el comercio se ha convertido en una herramienta de influencia y confrontación.

Esta estrategia, lejos de ser nueva, nos remite a debates económicos que se remontan al siglo XIX. David Ricardo, uno de los grandes del pensamiento económico clásico, ya advertía de que el comercio internacional beneficia a todos los países, incluso si uno de ellos es menos eficiente en producir todos los bienes. La clave está en la ventaja comparativa, es decir, especializarse en lo que se hace relativamente mejor y comerciar con el resto. Los aranceles distorsionan esta lógica, encarecen productos, protegen sectores ineficientes y, en mi opinión, en el medio y largo plazo de mantenerse pueden reducir el bienestar general.

 

Estados Unidos y China, protagonistas principales de esta escalada, serían los más afectados, pero Europa tampoco saldrá indemne"

 

A nivel global, organismos como el FMI y el Banco Mundial han señalado que esta ola de proteccionismo podría restar hasta un 1,2% al crecimiento mundial en 2026. Estados Unidos y China, protagonistas principales de esta escalada, serían los más afectados, pero Europa tampoco saldrá indemne. La Unión Europea exporta más del 19% de sus bienes extracomunitarios a EE. UU., y sectores como el farmacéutico, el de automoción o el de las energías renovables ya empiezan a sentir el impacto. En este contexto, la UE debería reforzar su política comercial común, acelerar la ratificación de acuerdos estratégicos con otras áreas comerciales, impulsar su autonomía energética y tecnológica, y fortalecer instrumentos de defensa comercial frente a posibles prácticas desleales. España, aunque menos expuesta, no es 100% inmune. Según diversas estimaciones, el impacto directo sobre el PIB podría ser de un 0,2% en 2025 y llegar al 0,7% si el conflicto comercial se prolonga. Los sectores más sensibles son el agroalimentario, los bienes intermedios y la maquinaria. Para contrarrestar los efectos, el Gobierno ha activado un plan inicial de ayudas, centrado en la financiación de la internacionalización empresarial.

Pero además de estas medidas, sinceramente no creo que los problemas actuales de las empresas exportadoras sea la financiación; España debería apostar por incentivos fiscales temporales a las exportaciones afectadas, reforzar la diplomacia económica bilateral, potenciar sus instrumentos de apoyo hacia el exterior a las empresas (ICEX, FIEM, COFIDES, CESCE, entre otros)  y facilitar la adaptación tecnológica de los sectores más expuestos. Junto a ello una estrategia clara de reconversión sectorial, con visión territorial, será clave para resistir el impacto del nuevo proteccionismo. Para el caso de Murcia, con aproximadamente más de 621 millones de euros exportados a EE. UU. en 2024 —de los cuáles un 56,41% corresponde al sector agroalimentario—, la Región mira con cautela las nuevas barreras comerciales. Por ello, hemos podido ver que recientemente el Gobierno regional ha creado un Comité de Aranceles junto con la CROEM y las cámaras de comercio de Murcia, Cartagena y Lorca e inicialmente ha destinado sus primeras ayudas financieras a apoyar la diversificación de mercados y la adaptación de las empresas. Llegados a este punto, permítanme que les indique que desde la perspectiva de la teoría económica clásica este tipo de conflictos comerciales se suele interpretar a través del conocido "dilema del prisionero". Así, en un mundo ideal, todos los países cooperarían y mantendrían las puertas del comercio abiertas, beneficiándose mutuamente. Pero si uno impone barreras para proteger su industria, los demás tienden a responder de la misma forma.

 

Frente a la tentación proteccionista, Europa y España deben apostar por una estrategia inteligente"

 

El resultado final es que todos pierden, se encarecen los productos, se rompe la confianza y se frena el crecimiento económico. Esto ocurrió en otras etapas de la historia económica y aunque en otros escenarios, lo observado entonces es lo descrito; por tanto, no podríamos negar que hoy corremos un riesgo similar. La alternativa la veo clara. Como saben, siempre que he tenido capacidad de influencia y de gestión he apostado por la internacionalización integral de nuestra economía, por la cultura del pacto (“win to win”) y por la apertura total. Como planteaba Adam Smith, los mercados abiertos permiten una asignación más eficiente de recursos. Y en un mundo globalizado, esa eficiencia se traduce en innovación, crecimiento y bienestar compartido. Frente a la tentación proteccionista, Europa y España deben apostar por una estrategia inteligente, reforzar la competitividad interna, diversificar mercados de forma muy coordinada, unida y sin fisuras entre los 27, modernizar infraestructuras y seguir apostando por un comercio internacional basado en reglas. No se trata de resignarse ni de responder con más barreras, sino de prepararse mejor para competir en un entorno más incierto. Murcia, con su vocación exportadora, tiene también su oportunidad. Apostar por la sostenibilidad, la digitalización y la apertura a nuevos destinos puede convertir esta crisis en un motor de transformación. Porque más allá de los aranceles, lo que está en juego es nuestra capacidad de adaptarnos a un mundo cambiante sin perder los principios que han explicado nuestro progreso.

En definitiva, los aranceles son hoy, más que una medida fiscal, un recordatorio de que la economía es también política y, cada vez más, geopolítica. Pero como ya sabían Ricardo y Smith, cerrar fronteras rara vez soluciona los problemas de fondo, que en el caso de EE.UU no parece que sean el comercio internacional. El verdadero reto es seguir abiertos, pero estar preparados. Con inteligencia, con visión a largo plazo y con una estrategia compartida que ponga a las personas, y no a las fronteras, en el centro del desarrollo económico. Como advertían nuestros pensadores clásicos, economistas y filósofos, de sus lecturas podemos concluir que "el comercio no sólo une intereses económicos, sino que civiliza, educa y pacifica". Hoy más que nunca nos toca defender ese legado con responsabilidad.

 

Salvador Marín

Economista

Catedrático Universidad de Murcia

 

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