CASTELLÓN. Tras el amanecer del 25 de abril de 1974, Lisboa se llenó de flores contra las armas y el fascismo. La imagen de la portuguesa Celeste Caeiro, empleada del ropero de un café de Lisboa, quedó grabada en nuestras miradas y en la memoria internacional. Miles de claveles llenaron las calles junto a la alegría de un pueblo que había conquistado la libertad y la democracia. En esa misma madrugada sonaba en la emisora católica portuguesa Rádio Renascença la segunda señal inequívoca que confirmaba el comienzo de la revolución. Las notas de fraternidad de Grândola, Vila Morena, compuesta por José Alfonso, sonaban en aquella radiante mañana del 25 de abril en el país vecino, abriendo las nuevas alamedas para que transitara un pueblo libre.
Unas horas antes, a las 22.55, se emitía en las ondas cercanas y urbanas de Emissores Associados de Lisboa, la primera señal que fue la canción E depois do adeus, de Paulo Carvalho, que se había presentado ese año al Festival de Eurovisión. Era la primera señal de aquella intensa madrugada que marcó el futuro de un país. Tras cuarenta y ocho años, Portugal conquistaba derechos y libertades con la Revolución de los Claveles.
Aquella década fue convulsa y determinante, un año después moría el dictador Franco y un año antes era asesinado el presidente Allende tras el golpe de estado del fascista Pinochet. Esta misma década, hasta 1983, Argentina sufrió asesinatos, desapariciones, violaciones masivas de los derechos humanos contra la población civil bajo la dictadura de Vileda. Las incesantes luchas contra el fascismo que arrasó el pasado siglo conquistaron democracias y libertades, pero marcaron a hierro el corazón y la memoria de millones de personas.
La historia nos recuerda cada día la peligrosidad del fascismo y los movimientos de la ultraderecha, que tantas muertes, crueldad e ignominia sembraron en el pasado siglo. Hoy resulta indignante, incomprensible, que los partidos fascistas reciban el apoyo de la derecha, su ultraderecha y sus medios de comunicación, aquí y en el resto de países europeos. El candidato de Vox a la Alcaldía de Castellón pregonaba estos días, e entre otras perlas fascistas, que la Memoria Histórica era "una amnesia histérica" y que iban a terminar con los chiringuitos de "ideología de género".
Atravesamos la convulsión de un nuevo orden mundial, de un nuevo marcador de las señales telemáticas, del vuelo feroz de consignas y mensajes en las nuevas autopistas de la comunicación, de la manipulación e influencia en las redes que tienen enredada y atrapada a toda la población. En esta geografía del poder, los mapas del fascismo y de las dictaduras mediáticas y grandes empresas siguen conquistando fortalezas, países y sociedades. No hay vuelta atrás, sufrimos una grave situación de desinformación, intoxicación, fabricación de nuevas formas e ideas que blanquean los fascismos. La inteligencia artificial, su mal uso, está cambiando el mundo.
Mientras, en este pequeño país mediterráneo, suenan las notas melancólicas de un acordeón en la Plaza Tetuán de Castellón. Música para escribir y sentir. Este domingo, Día de Sant Jordi, fue una jornada bellísima, llena de libros y de rosas rojas. Regalé a mi vecina una rosa y el último libro de Almudena Grandes, Todo va a mejorar. Ella ha devorado toda la bibliografía de la escritora madrileña que, según me explica, es quien mejor ha descrito el Madrid del siglo XX, las luces y la sombras, el dolor y la alegría, el orgullo y la dignidad de una ciudad que ha sabido defender la alegría y la libertad en muchas ocasiones. Pero, hoy, no. Hoy la ciudad sigue a la deriva, hacia un futuro oscuro e incierto.
Mi vecina ha viajado esta Pascua a su Cuenca, como ella denomina a la ciudad de su familia paterna. Allí se celebra la Semana Santa de la muerte, pasión, del silencio… Ella ha disfrutado siguiendo a las turbas de madrugada por las calles empedradas, estremeciéndose con los sonidos medievales del Miserere a Jesús el Nazareno en el Camino del Calvario… y poniéndose las botas de ajoarriero.
Le cuento que yo también tuve mi viacrucis, un camino a la cruz por una tremenda vía dolorosa de doce horas en urgencias, sin medicación, sufriendo el camino al calvario, operada de apendicitis aguda y regresando a casa el domingo de Resurrección. Nos reímos, pero ella se preocupa por las molestias persistentes, por mis suspiros sin previo aviso, y porque ayer había cocinado un señor puchero con todas sus consecuencias.
Hemos regresado a la rotunda rutina, en este ciclo electoral, en una ciudad donde solo gritan unos pocos, esa derecha y su ultraderecha que mienten, confunden y hacen mucho ruido. Me cuenta mi vecina que ha escuchado en la radio que el cierre de comercios del centro de la ciudad se debe a su peatonalización, que el ayuntamiento ha destruido Castellón. Y se ríe, porque me dice que hace décadas, gobernando el PP, ya no se podía circular por el centro en coche. También comentamos esa denominación despectiva de "los de los pueblos" ya no vienen a comprar por que no pueden acceder en coche. Señoras y señores, los de los pueblos, que son igual o más inteligentes que los "de las ciudades", llevan unas cuantas décadas aparcando en el parking de la avenida rey don Jaime, añade furiosa mi vecina, diciendo que el problema del cierre de comercios en el centro es otra historia, triste, pero otra historia.
Acabamos la sobremesa. Nos despedimos y me abraza, me cobija en ese abrazo con la debilidad de sus brazos, de su cuerpo, con la fuerza de su espíritu. Y me entrega un paquete, una caja de zapatos que ella suele reciclar forrando con papel decorado. Dentro había un ejemplar añejo, una de las primeras ediciones de Sostiene Pereira, escrito por Antonio Tabucchi y editado en 1994. Me dice que así recordaremos la Revolución de los Claveles, y aquellos trágicos años veinte de la dictadura salazista, y cómo Tabucchi enlaza los dos tiempos, advirtiendo del peligro del fascismo. Sostiene Pereira, le digo.
…¿quién podía tener el valor de dar una noticia de ese tipo, que un carretero socialista había sido asesinado brutalmente en Alentejo en su propio carro y que había cubierto de sangre todos sus melones? Nadie, porque el país callaba, no podía hacer otra cosa sino callar, y mientras tanto la gente moría y la policía era la dueña y señora. Pereira comenzó a sudar, porque pensó de nuevo en la muerte. Y pensó: esta ciudad apesta a muerte, toda Europa apesta a muerte».
Me cuenta que ha sido su hijo mayor quién le ha recomendado para mí este libro que dormía en una vieja estantería de la casa. Pero, ella, además, había creado una rosa de papel, elaborada con dos páginas de periódico. Le hablo del bello poema de Vicent Andrés Estellés, y ella se estremece.
…I circulava la rosa,
però molt secretament.
I de mà en mà s'hi passaven
una rosa de paper…
Los registradores de la propiedad matizan que el aumento de las hipotecas puede estar mediatizado por un descenso puntual en abril de 2019 y no reflejar la tendencia real