Me entero del éxito de público y crítica de Las guerras de nuestros antepasados, basada en la obra homónima de Miguel Delibes, que se representa en el teatro Bellas Artes de Madrid. Lo mismo sucede con otra novela del escritor castellano, Señora de rojo sobre fondo gris, cuyo protagonista, un pintor sumido en una crisis creativa, es interpretado por José Sacristán. Pero, además, Lola Herrera ha cimentado gran parte de su prestigio como actriz encarnando a Carmen Sotillo en Cinco horas con Mario.
Trece años después de su muerte, Delibes sigue vivo entre nosotros. Su prestigio como narrador ha resistido la erosión del tiempo. Es un clásico de la literatura española moderna. De la mayoría de los escritores de su generación nos hemos olvidado, pero de él no. Algunas de sus novelas triunfan en el teatro porque las palabras del autor vallisoletano nacen de la verdad y la honradez. Su producción literaria, escrita en un castellano cristalino que dijo aprender en un manual de Derecho mercantil, conserva toda su vigencia.
Las guerras de nuestros antepasados, dirigida por Claudio Tolcachir, retrata a un pueblo, el nuestro, aquejado de la enfermedad del cainismo. Nuestra historia está hecha a base de garrotazos. O conmigo o contra mí. No hay matices ni medias tintas. Rojos o azules. Los gobernantes que padecemos avivan, por interés personal, la hoguera del odio entre compatriotas. Echan sal en las heridas del pasado, y así no hay país que pueda prosperar.
Carmelo Gómez, espléndido en su papel
Leo que Carmelo Gómez está espléndido en el papel de Pacífico Pérez, un preso acusado de homicidio que acepta ser entrevistado por el psiquiatra de la cárcel, interpretado por Miguel Hermoso, en la versión que ha hecho Eduardo Galán de la novela de Delibes.
En la obra se habla de la guerra y de su contrario, la paz, aspiración irrenunciable del autor; de machismo, del miedo y la sumisión de quienes recibieron malas cartas en la vida… Pero también hay escenas de ternura, humor y amor.
"SI DELIBES SIGUE VIVO NO ES SÓLO POR LA CALIDAD DE SU OBRA, SINO TAMBIÉN POR LA HONRADEZ Y LA COHERENCIA DEMOSTRADAS EN VIDA"
Si Delibes sigue vivo entre nosotros no es sólo por la calidad de su obra, sino también por la honradez y la coherencia demostradas en vida. Como director de El Norte de Castilla ejerció de valedor de los escritores Francisco Umbral y Manu Leguineche. Fue católico y liberal, cazador y defensor de la naturaleza (conviene leer el delicioso libro Un mundo que agoniza), enemigo de pompas y vanidades, académico de la RAE y notario del habla de un mundo rural del que los políticos sólo se acuerdan en vísperas de elecciones.
Tuve el honor de conocerlo. Aún en la Universidad, concerté una entrevista con él para el suplemento cultural de Las Provincias, en el que colaboraba bajo la dirección de María Consuelo Reyna. Me citó en su casa una tarde de enero de 1990. Llegué a Valladolid en tren. Hacía un frío de mil demonios. Para entrar en calor me recorrí varios cafés de la plaza Mayor. A la hora convenida, las cuatro de la tarde, toqué el timbre de la casa. Me abrió la puerta un futuro premio Cervantes. Eso no ocurre todos los días.
El retrato de su mujer fallecida
La entrevista la hicimos en el salón. Lo primero que me llamó la atención fue el retrato de su mujer, Ángeles de Castro, que lo presidía. Había fallecido en 1974, a los 51 años. Con ella el escritor tuvo siete hijos. De aquella muerte no se recuperó. Señora de rojo sobre fondo gris, que estos días releo, tiene un trasfondo autobiográfico. Nicolás, el protagonista, puede ser Delibes y la mujer de la que habla, Ana, es Ángeles de Castro.
Como buen castellano, Delibes era de pocas y bien escogidas palabras. Tenía la mirada de una tristeza azul, la nariz corva y el pelo aplastado, con una raya muy marcada. Tuvo la gentileza de regalarme un ejemplar de Viejas historias de Castilla la Vieja, y me lo dedicó. Luego se molestó conmigo —y con razón— porque la entrevista también la coloqué en el diario Ya para ganarme unas pesetas. Nada de esto le había dicho. Me lo recriminó en una carta que me hizo llegar al colegio mayor donde residía entonces.
Gigante de las letras españolas
Hay encuentros en la vida cuya importancia no aprecias hasta que pasan los años. Mi entrevista a Delibes fue uno de ellos. No era consciente de que estaba hablando con un gigante de las letras españolas, por mucho que lo hubiera tenido como lectura obligatoria en el bachillerato. No veo hoy ningún escritor de la talla del autor de Los santos inocentes, ninguno.
Hace unos días me lo comentó Toni, dueño de una papelería en mi pueblo. “Hoy no sería posible otro Delibes”. Extrañado, le pregunté la razón. Me mostró un expositor con los libros que vende al público. Títulos sugerentes, portadas duras, autores superventas. Al verlos no me hizo falta preguntarle más. Si quieres triunfar como escritor olvídate de recrear personajes como Azarías y el señorito Iván; has de centrarte, por ejemplo, en la novela histórica. ¿Por qué no una historia ambientada en la tercera Cruzada, en la que narres el amor lésbico de Leonor de Aquitania con una dama de la corte, a ser posible negra? Si la novela funciona, incluso podría ser llevada al cine por Eduardo Casanova, y hasta con suerte llenaríamos la sala de un cine de arte y ensayo en el barrio madrileño de Lavapiés.