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CRÍTICA DE CINE

'Mamífera': el deseo de no ser madre

Protagonizada por María Rodríguez y Enric Auquer, Liliana Torres estrena una honesta y hermosa película sobre la compleja decisión de no ser madre 

26/04/2024 - 

MURCIA. Estoy a punto de cumplir 28 años y creo que nunca seré madre. Ya sé que aún “tengo tiempo” y que las cosas pueden cambiar, que la vida da muchas vueltas y que nunca se sabe, pero sigo pensando que eso no sucederá. No se trata solamente de que de momento no reúno las condiciones materiales deseables para serlo, una vida más o menos estable o por lo menos un futuro próximo con perspectivas de ir a mejor, si no que de momento no quiero serlo. Simplemente eso. Por ahora no siento el deseo de ser madre. A pesar de ciertos momentos de duda y de haber fantaseado con la posibilidad, nunca lo he sentido y sigo sin sentirlo. 

A diferencia de otras amigas que incluso llevan años deseándolo, yo no lo veo. No me veo con una criatura, ocupándome de sus necesidades, poniéndolas por encima de las mías, sacrificando parte de mi vida por ella, siempre a su lado (o por lo menos un buen tiempo), velando por su salud y su bienestar, preocupándome por la persona que es y la que será mañana. Tal vez sea egoísta o esté exagerando un poco, pero afortunadamente en el mundo en el que vivo ser madre es una opción, una elección de vida, puedes serlo o no serlo, y sencillamente por ahora elijo lo segundo. 

De esto va Mamífera, la nueva película de la directora catalana Liliana Torres (¿Qué hicimos mal? o Family Tour), de la decisión de no ser madre, de todo lo que rodea e implica esa decisión, las dudas, los miedos, el sentimiento de culpa, la soledad, la sensación constante de estar haciendo algo mal, de que algo falla en una, un caos de sentimientos encontrados del que es difícil salir. Protagonizada por María Rodríguez Soto (que curiosamente también protagonizó en 2019 la que podría ser el reverso de esta película, El dies que vindràn, de Carlos Marqués-Marcet, una interesante exploración de la crianza basada en su propio embarazo) y Enric Auquer y presentada en la Sección Oficial del Festival South by Southwest de Austin (donde María Rodríguez se alzó con el Premio Especial del Jurado a la Mejor Interpretación), la película cuenta la historia de una pareja que hace frente a un embarazo inesperado. 

Ella siempre ha tenido claro que no quiere ser madre, pero empieza a sentirse cuestionada por las expectativas sociales, los temores internos y el deseo repentino de él por tener un hijo. A través de los tres días que tienen que esperar hasta que llegue su cita en la clínica para poder abortar, una suerte de tiempo de “reflexión” impuesto, la película refleja todo ese mundo alrededor a la decisión de la maternidad, cómo el entorno social, los amigos, la familia, el propio sistema sanitario presionan hacia ello y se infantiliza a las mujeres que no quieren ser madres, cómo la crianza centraliza gran parte de la vida adulta, presentándose como la opción buena y valiosa, la que puede dar un sentido a nuestras efímeras existencias, la que puede salvarnos en el juicio final, cuando solo nos quede mirar atrás y pensar qué hicimos en la vida, si valió la pena o la perdimos sin remedio, y no serlo, decidir no tener hijos te arroja al vacío, a la soledad (a pesar de estar acompañada), a la incertidumbre del mañana, al cuestionamiento de una misma. 

Todo ello se narra con sencillez, sensibilidad, ternura y cierto humor, a través de la cotidianidad de la pareja, de sus gestos, sus expresiones, sus silencios, sus sonidos particulares, sus formas de moverse, mirarse y tocarse, de quererse y cuidarse el uno al otro, a veces desde la cercanía y otras desde la lejanía, de sus momentos buenos y malos. Y es precisamente ahí, más allá del tema, donde reside lo más interesante y hermoso de la película, en su fisicidad y sensorialidad, en la sutileza y la cercanía con la que la directora logra contar a sus protagonistas, sus conflictos y su mundo emocional, a través de los momentos que conforman su historia, de lo que no se dice más que de lo que se dice, de todo lo que hay detrás de esa decisión, de cómo afecta a su relación y a cada uno de ellos, sus maneras de afrontarlo y vivirlo. María Rodríguez y Enric Auquer, con sus maneras de actuar, cercanas y naturales, también muy físicas y sensoriales, saben dar vida y verdad a sus personajes, nos creemos y nos emociona lo que les pasa; aunque estemos lejos de su situación personal, es fácil verse y reconocerse en ellos. 

Mamífera es una película que logra lo que pretende ser. Una película sencilla y pequeña, entre el drama y la comedia, que cuenta con sinceridad y viveza emocional, con una belleza cercana, la compleja decisión de no ser madre, la maternidad como deseo y no como instinto, y, con ello, el significado y las distintas formas de entender y vivir la familia. 

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