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La resurrección de The Hellacopters, líderes de la explosiva escena escandinava de finales de los 90

19/05/2024 - 

MURCIA. El estallido internacional del rock escandinavo se centra cronológicamente entre finales de los noventa y los primeros años del siglo XXI. Es decir, surgió en un momento en el que la escena grunge y la estela posterior de bandas de rock alternativo atormentadas e introspectivas estaba en franca decadencia y sin solución de continuidad. No había renovación generacional con suficiente carisma como para restituir el interés del público o el de la industria, que por entonces ya había chupado hasta la última gota de sangre a esa escena surgida originalmente en Seattle que en realidad nunca llegó a ser un género musical en sí mismo. En Europa, muchos y muchas jóvenes con la mayoría de edad recién estrenada idolatraban a bandas como Nirvana, Soundgarden o Alice in Chains, pero en realidad habían llegado tarde a ese fenómeno, y además les había pillado muy lejos. En el fondo, no les pertenecía. 

Dentro de la “música de guitarras”, se abría camino con fuerza el nuevo metal, otra cantera de almas rotas y traumatizadas, aunque con una propuesta sonora muy diferente a la que caracterizaba a la generación anterior: bajos más prominentes, priorización de la pesadez sobre la rapidez, chándales, pantalones caídos, algún que otro psicodrama escénico. Ahí, ya sabemos, estaban Korn, Deftones, System of a Down, Tool, etc.

El caso es que aquella juventud europea que estaba a punto de dar esquinazo al siglo XX estaba un poco huérfana de esa otra vertiente del rock que es arrolladora, energética y de discurso más liviano, pero que llevaba bastantes años fuera de onda. Había un espacio por reconquistar: el rock de alto voltaje, macarra y festivo. Es en ese contexto en el que nuestros amigos nórdicos dan un paso adelante.

Cabe hacer un inciso para recordar que el éxito internacional del rock escandinavo de finales de los 90 no eclosionó como un huevo de mosquito. No venía de la nada. En la escena underground, los entrelazamientos del metal con el heavy, el hardcore o el rock experimental vivían una edad de oro en países como Suecia y Noruega. El año en el que Los Planetas publicó el celebrado Una semana en el motor de un autobús, había una parte (pequeñita, de acuerdo) de la juventud española que vivía con la cabeza en Umea. Los grupos que nos quitaban el sueño eran Abhinanda, Breach, Raised Fist, Fireside y por supuesto Refused -autores, por cierto, del disco de más disruptivo de de su generación, The shape of punk to come (1998)-. Y también estaban, cada uno con su historia, Burzum, Mayhem, Meshuggah, Cult of Luna, Entombed y tantos otros. Y es allí, en esa olla a presión de talento, donde aparece la gran ola de rock escandinavo, que en esta ocasión no tuvo reparos en buscar el éxito masivo a golpe de temazos con mucho potencial comercial.

Los 70, la década inmortal

Esa ola “invasora” englobaba a bandas con elementos comunes, pero con personalidades y estéticas bastante diferenciadas, como Backyard Babies, The Hives, Turbonegro o Gluecifer, aunque existe cierto consenso sobre quien “lideraba” el cotarro de todo aquello. Se llamaban The Hellacopters y su líder, Nicke Andersson, era conocido hasta entonces fuera de su país por ser el baterista de la magnífica banda de death metal sueca Entombed, creadora de obras maestras del género como Wolverine Blues (Earache, 1993). 

Esta escena compaginaba la energía protopunk de MC5 y los Stooges (es decir, de la escena de Detroit de finales de los sesenta y principios de los setenta) y la épica y la grandilocuencia del hard rock. Se despojaron de todo prejuicio hacia los punteos de guitarra y las poses manieristas; rescataron los estribillos de puño en alto, los coros, el desparrame como quintaesencia existencial, así como un sentido del humor que por lo general brillaba por su ausencia en la escena musical del momento. Y la petaron.

En los Hellacopters, Nicke deja las baquetas de su etapa death metal y agarra la guitarra y el micro para emprender un viaje sin retorno al rock de los setenta, la década inmortal. “En los setenta, todos los grupos sonaban muy bien, pero ninguno sonaba igual”, ha comentado en multitud de ocasiones. Con esta idea en mente, él y sus cómplices también tomarían inspiración en esa época, pero sin imitar a ninguna banda en concreto. Lo harían, además, con unos directos antológicos, que cada noche sembraban legiones de nuevos seguidores en todos los países que visitaban. El fandom de The Hellacopters sigue siendo, a día de hoy, extremadamente fiel y entregado. 

El próximo 29 de mayo, los seguidores valencianos tendremos la oportunidad de comprobar el estado de forma de la banda en la Sala Canal (Pinedo), donde presentarán las canciones de su octavo álbum de estudio, Eyes of Oblivion (Nuclear Blast, 2022), que además es el primer trabajo con material nuevo que presentan en catorce años. Coincide además con la salida de Grande Rock Revisited, un doble álbum que incluye las canciones remasterizadas del LP original de 1999 y también remezcladas añadiendo guitarras adicionales, percusión, pianos y nuevas pistas de coros.

En la formación actual de la banda, Nike Andersson cuenta con Robert Eriksson a la batería, con Anders “Boba” Lindström a los teclados y la guitarra y Dregen, miembro fundador tanto de Hellacopters como de Backyard Babies, que regresa al combo sueco para sustituir a Robert Dalqhvist, fallecido en 2017.

La banda debutó en 1996 con Supershitty to the Max! (Man’s Ruin, 1998), aunque fue al año siguiente cuando el mundo se rindió a sus pies. Existe cierta controversia sobre cuál es el mejor disco de The Hellacopters hasta la fecha -sobre todo porque su estilo fue evolucionando con los años hacia un sonido más melódico y riffs más limpios-, pero sin lugar a dudas Payin’ the Dues (Sub Pop, 1999) merece un lugar en esa lista de discos perfectos de aquellos días, al que también figuran Apocalypse Dudes (1998), de Turbonegro y Veni Vidi Vicious (2020), de The Hives. 

The Hellacopters es un grupo que, sobre todo en su primera etapa, dejaban al público exhausto física y emocionalmente. Volumen atronador, acelerones, derrapes, paradas en seco que te dejaban sin aliento. Estrofas impecables, melodías vocales de enorme elegancia y un aplomo escénico alucinante. El concierto del 29 de mayo, además, nos ofrece la rara oportunidad de disfrutarlos en sala, ya que últimamente solo se prodigaban en festivales. Abrirá la noche el veterano cuarteto italiano The Peawees.

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