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los dados de hierro / OPINIÓN

De la tiranía... inmobiliaria

2/11/2023 - 

La tiranía tiene mala prensa. Eso es normal: desde la aparición de la palabra en la Grecia Antigua, se ha asociado al gobierno arbitrario y violento (aunque hubo filósofos que defendían la tiranía como el gobierno más eficaz: más meritocrática que la monarquía hereditaria, más ilustrada que el gobierno del populacho, más bondadosa que la aristocracia). "Abuso o imposición en grado extraordinario de cualquier poder, fuerza o superioridad", la define la RAE. Sin embargo, es interesante como la visualizamos hoy, y especialmente como se visualiza desde la derecha política.

Hoy en día, parte de la derecha española se ha abonado a una cosmovisión en la que la única tiranía posible es la estatal. La ejercida por políticos o funcionarios. Es esta una idea importada acríticamente de Estados Unidos, cuya derecha tiene referentes históricos muy diferentes y añora una Arcadia feliz (y totalmente inventada) del siglo XVIII, de hombres libres interactuando sin trabas en un mercado perfecto. Arcadia que según ellos se vino abajo en el siglo XX por el crecimiento desmesurado del Estado y las regulaciones, y a la que hay que volver por la única vía posible: destruyendo al Estado. Algo que goza de amplio apoyo en la actual derecha española mainstream, pero que causaría pasmo y asombro en los Reyes Católicos, Felipe II, Carlos III, Cánovas del Castillo, Miguel Primo de Rivera, Francisco Franco, o casi cualquier otro referente histórico de la derecha española, que suele ser "referente"… ¡precisamente por haber fortalecido al Estado, ese es el mínimo común denominador de todos sus referentes!

(Inciso: por alguna oscura razón, para los liberales de pacotilla abonados a esta cosmovisión, el "Estado" nunca incluye lo que durante siglos ha sido casi la única tarea del Estado, que es fuerzas armadas, policía y justicia. Por eso pueden fantasear con que esa Arcadia feliz sin regulaciones desatará las fuerzas del mercado y traerá una prosperidad sin fin, cuando lo primero que haríamos los demás ante la completa destrucción del Estado sería dejar de pagar la hipoteca o el alquiler).

 
Por supuesto, la tiranía estatal es muy real, y ha sido muy común en el siglo XX: las dictaduras de Hitler o Stalin fueron estatales, sin duda. Pero incluso un siglo entero es un parpadeo en la Historia. Aristóteles se reiría de la pretensión de que solo es posible un único tipo de tiranía. Basta con retroceder un poco más, antes de la creación de los estados modernos, que son un invento históricamente muy reciente, y nos encontramos una inmensa variedad de tiranías ejercidas por actores no estatales. La más destacada, la tiranía de clase. Patricios sobre plebeyos, nobleza sobre campesinos, hacendados sobre esclavos o encomendados… Lo que viene a ser la tiranía de los dueños de los medios de producción (que hasta el siglo XVIII son las tierras agrícolas y alguna explotación minera) sobre los desamparados.

Es de la Arcadia feliz de la derecha estadounidense de donde la derecha española ha copiado casi todo su argumentario, una vez que la llegada de la democracia a España hizo un poco duros de vender a los referentes históricos habituales. Y en esta narrativa todas las tiranías no-estatales se pasan por alto, o mejor, se retuerce la historia para que todo lo malo sea, de alguna forma, culpa del estado.

Y se glorifica al "mercado" como la verdadera democracia, pues todo el mundo puede negociar libremente con todos los demás. Al margen de que esta cosmovisión ignora la tiranía sobre esclavos vendidos en el mercado, tan habitual en el siglo XIX, el mercado como "verdadera democracia" chirría bastante: en la urna democrática, usted y Amancio Ortega son iguales. En el mercado, Ortega seguramente sea un poco más fuerte que usted.

 
Además, el "mercado" no es algo que brote espontáneamente – eso es una mentira neoliberal encaminada a que pensemos que el mercado es la forma "natural" de funcionar. Si quieres un huerto floreciente, hace falta un granjero trabajando duro de sol a sol, lo único que brota espontáneamente son los hongos en la cortina de la ducha. No hay una forma "natural" para una sociedad o una economía avanzada, las formas que tienen nuestras sociedades modernas son todas artificiales. Incluida la economía de mercado, que efectivamente puede funcionar para lo que se supone (asignar recursos de la manera más eficiente posible)… pero que solo lo hará bajo una regulación y supervisión muy estrictas. Los estados-nación burgueses del siglo XIX multiplicaron exponencialmente el número de funcionarios con respecto al Antiguo Régimen precisamente por eso: porque sabían que un mercado eficiente de alcance nacional era algo que había que construir con mucho trabajo. 

Decir "haced lo que queráis" mientras desmontas las instituciones que supervisan la economía es dar barra libre al abuso del fuerte sobre el débil. Luego la derecha llora ante "la falta de comunidad, nadie quiere tener hijos, todo es hedonismo" – sin preguntarse por qué la gente prefiere el escapismo antes que la vida en esta sociedad supuestamente tan libre.

"Pero es que los partidos políticos tienen un oligopolio, siempre salen los mismos cuatro, eso no es libertad", dicen los defensores del mercado como fase final de la democracia. Pero allá donde miremos en cualquier mercado lo suficientemente maduro, vemos una innegable tendencia al oligopolio, a una "tiranía en el mercado". La continua erosión de la legitimidad de lo público (que va de la mano de una deslegitimación de la democracia) ha llevado a que el poder se haya mudado del Estado a un sector privado transnacional que es inmune a la democracia porque vive de enfrentar a un estado con otro por las inversiones y los cada vez más magros impuestos. La democracia es el sistema donde se le piden explicaciones al Poder, pero si el Poder puede callarte con amenazas, la democracia no está funcionando y el Poder es impune. "Dadme lo que quiero o muevo la sede a Países Bajos" nunca le funcionaría al PSOE, pero sí al IBEX.

Foto: EP/A. ORTEGA 
Los populismos que nos invaden son la consecuencia. Los ciudadanos no son tontos: ven que su voto cada vez logra menos, y que la política deviene espectáculo al no poder entrar en lo mollar. Ante esto, hay dos reacciones: una es renunciar al voto (en cualquier democracia occidental vemos un continuo declinar de la participación electoral durante los últimos cincuenta años, especialmente en las capas más humildes y más propensas a votar izquierda), y la otra es tomárselo como parte del espectáculo. Poca sorpresa que prospere la política-espectáculo. Y poca sorpresa que el espectáculo principal en España sea la política territorial: es lo único donde Ferrovial, Facebook y Unilever no tienen intereses metidos y somos relativamente "libres" para decidir cosas.

¿Y cuál es la tiranía de hoy en día? Pues leyendo a la mayoría de comentaristas de derechas, uno diría que es la tiranía feminista-woke que nos censura a todos e impide a la gente vivir como antes. Yo, la verdad, no conozco a nadie que se vea obligado a trabajar medio año para el feminismo, ni a cambiar de hogar o de barrio (con todo lo que eso implica) por culpa del feminismo, ni a aceptar trabajos ajenos a su vocación por culpa del feminismo, ni a renunciar a hobbies y aficiones por culpa del feminismo. Lo que es "vivir", vamos. 

Sin embargo, cualquier persona joven de hoy en día (excepto los hijos de los ricos, claro, que intuyo es de quienes se reclutan los comentaristas de derechas) ha sufrido alguna combinación de todo esto por obra y gracia del mercado inmobiliario, cuyos precios expulsan a las personas de sus hogares y barrios, las obligan a tragar con condiciones laborales abusivas porque toca pagar la letra/el alquiler, les dejan sin apenas dinero para gastar "en libertad", las convierten en la parte débil de cualquier negociación inmobiliaria, y son la perenne espada de Damocles colgada sobre su salud mental: el saber que siempre estás a dos o tres letras de ser desahuciado y perderlo absolutamente todo. ¿Nunca se ha preguntado usted porqué se tolera la existencia de personas viviendo en la calle, cuando infinitos estudios avalan que se puede resolver fácilmente y hasta resulta más barato que gestionarla? Pues es para recordarnos lo que nos puede pasar si no aceptamos las reglas de la tiranía inmobiliaria.

Foto: EVA MÁÑEZ 
Esa tiranía, ese abuso e imposición del poder inmobiliario en grado extraordinario, es la realmente existente ahora mismo en nuestra sociedad. Cada vez que las personas jóvenes se reúnen (y a estas alturas, ya hablamos de cuarentones hechos y derechos), inevitablemente hablan del tema, pero está totalmente ausente del discurso político. Quizás porque solo lo sufre una (creciente) minoría, pero nadie diría que los EEUU de 1860 eran una sociedad libre porque solo una minoría eran esclavos. Y difícilmente se podrá argumentar que es una tiranía estatal. El estado, antes bien, es quien lleva 40 años regulando a favor de caseros y fondos de inversión. Hablamos del “mercado inmobiliario” como si fuese un ente impersonal, un arcano más allá de la comprensión humana, para no tener que pensar en que es la codicia de la tía segunda Gertrudis al poner en alquiler el piso de la difunta abuela lo que infla el mercado donde nosotros tenemos que alquilar/comprar. El mercado sí somos todos (aunque unos más que otros).

Esta es una tiranía ejercida por una minoría que tiene más viviendas de las que necesita, sobre otra minoría que no tiene ninguna, y entremedias tenemos a una relativa mayoría poniendo una vela a Dios (virgencita que el Euribor se quede como está) y otra al Diablo (ojalá heredar y empezar a generar "ingresos pasivos"). 

Cuando esto es algo que nos afecta a todos porque afecta a toda la sociedad, literalmente a la forma en que vivimos. Y como las tiranías siempre intentan cubrirse ideológicamente (y las ideologías intentan disfrazarse para ser "el sentido común"), esta tiranía tiene para servirla al neoliberalismo, defendiendo la propiedad privada ilimitada como la sacrosanta base de cualquier orden social. Y no lo es: si en vez de viviendas este debate fuese sobre comida, directamente no habría debate. Si hubiese unos españoles sin comida, y otros españoles comprando cinco chuletones al día a pesar de que solo pueden comer uno, todos tendríamos clarísimo qué hay que hacer.

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