Santi Cañizares (Puertollano, 1969) habla con la calma de quien ya ha pasado por casi todo. Porterazo de una generación irrepetible, internacional en tres Mundiales, leyenda del Valencia campeón y exjugador del Real Madrid, repasa su vida —dentro y fuera del fútbol— a partir de Cañete, mucho más que un portero, el libro que recorre su historia personal y profesional. La conversación, que arranca con la excusa navideña de recomendar lecturas, acaba desembocando en una reflexión más amplia sobre la gestión de los clubes, la evolución del puesto de portero, el papel de los medios y el futuro del fútbol español.
Pregunta.Cañete, mucho más que un portero. ¿Te sientes así, mucho más que un portero?
Respuesta. Todos somos mucho más que la profesión que tenemos. El libro recoge prácticamente toda mi vida. Durante año y medio estuve hablando con Alfonso Gil y César Toldrá, que son quienes lo escriben, y cuando terminaron entendieron que aquello iba más allá de contar que yo había sido portero de fútbol. Había muchas cosas personales: desde que nací —que ya fue una situación extraordinaria, porque yo no iba a nacer— hasta mi vida después de retirarme.
El libro empieza en el momento de mi nacimiento. Mi madre no llevó ni ropa al hospital porque nadie me esperaba. Y a partir de ahí recorre toda mi vida hasta diciembre de 2023, cuando se presentó. Es una historia con muchos dientes de sierra: éxitos, fracasos, momentos en los que he tenido que rehacerme. A veces por decisiones mías y otras porque la vida te pone delante situaciones con las que tienes que lidiar.
P. Eres de Puertollano. ¿Cómo empieza todo para que un chaval de allí acabe jugando en el Real Madrid y siendo leyenda del mejor Valencia de la historia?
R. Con mucha pasión por el fútbol. Yo era un niño enfermo del fútbol, pero no existían las estructuras de cantera que hay ahora. No había equipos en cada barrio. Jugabas en el colegio, en pistas de futbito, con porterías de balonmano al aire libre. En mi pueblo, el Calvo Sotelo de Puertollano solo tenía equipo juvenil: hasta los 15 años no podías jugar federado.
Mi colegio tuvo mucho que ver, porque se practicaba mucho deporte. Con 15 años las cosas empiezan a irme bien, voy a la selección sub-16 y, a partir de ahí, dejo de pasar desapercibido. Luego ya depende de si tienes talento para sobrevivir en una cantera tan exigente como la del Real Madrid.
P. Viniendo de donde venías, para que se fijaran en ti tenías que ser muy bueno.
R. Cuando entro en juveniles y me pongo por primera vez en una portería grande, yo venía de jugar en porterías pequeñas y de hacerlo incluso con adultos siendo un niño. Ese fútbol casi de calle te curte. Probé muchos deportes: judo —mi padre era profesor—, ciclismo, baloncesto, tenis… Pero donde llamaba la atención era en la portería. Quizá por algo innato o porque era lo que más me gustaba.
Siempre digo a los chavales que talento hay mucho, pero hay que ponerlo al servicio del equipo y convertirlo en una profesión. Para eso tienes que ser obsesivo: ver mucho fútbol, aprender de otros, pensar cada acción. El 80% de un portero se hace; el 20% tiene que ver con el físico, que es un regalo. Pero el resto es trabajo, cabeza y repetición.
P. Hablas mucho de ver fútbol, algo que hoy sorprende porque muchos profesionales no lo hacen.
R. Yo he conocido jugadores que no sabían quién era el delantero del rival. Para mí eso es incomprensible si quieres estar en la élite. Yo me pasé la infancia viendo porteros. Mi mejor virtud era la técnica: el blocaje, la colocación. No era un portero espectacular, era sobrio.
Tenía limitaciones físicas. No medía 1,90 ni tenía unas piernas prodigiosas. Por eso Capello, en el Real Madrid, dijo que quería otro portero y fichó a Bodo Illgner. Si veías a uno y a otro, entendías la decisión. Yo suplía eso con carácter, ambición y técnica. Era un niño rabioso: si perdía, me iba a casa llorando.
Hoy, con mi estatura, lo tendría muy difícil para jugar en la élite. Basta ver a Courtois u Oblak. Los porteros de 1,80 prácticamente han desaparecido.
P. Compartiste época con Iker Casillas. Clemente decía que te prefería a ti.
R. Javier siempre me tuvo mucho cariño. Iker y yo éramos porteros completamente distintos, de generaciones distintas. Casillas era un fenómeno en el mano a mano y la reacción. Yo era más sobrio, blocaba en los córners, daba seguridad. A Clemente siempre le gustaron ese tipo de porteros, como Zubizarreta.
El problema del portero es que solo juega uno. Si fuéramos delanteros, quizá uno jugaría 70 minutos y el otro 20. Aquí, si te toca esperar, no juegas.
P. ¿Cómo fue tu retirada?
R. Tuve suerte porque me retiré tarde y muy cansado. Eso te permite retirarte con gusto. El problema es cuando te tienes que retirar joven, con ganas, pero sin ofertas. Yo ya no estaba disfrutando en el Valencia de los últimos años, veía que el club no era el que había sido en gestión y profesionalidad. Con Juan Soler y Koeman intuía que aquello iba a acabar mal, y no me equivoqué.
P. Después llega tu etapa en los medios. ¿Nunca te llamó entrenar?
R. Lo cuento en el libro. Pude sacarme el título, incluso participé en la comisión para facilitarlo a exjugadores, pero decidí no hacerlo. No sabía estar en un club sin que me absorbiera la vida entera. Quería tiempo para mi familia y para mí. Los medios me permitían eso. Había sacrificado todos los fines de semana desde los 15 años.
P. Como exfutbolista y ahora periodista, ¿entiendes la bunkerización de los clubes?
R. No me gusta, pero la entiendo. Antes había tres periodistas en un entrenamiento. Ahora, si abres la puerta del Real Madrid, aparecen 300. Cada uno busca su titular, su clic. Los clubes no pueden vivir permanentemente en la polémica. Una bronca normal de entrenamiento hoy se convierte en un incendio mediático. No les ha quedado otra que protegerse.
P. Dos cuestiones de actualidad. Real Madrid: ¿Xabi Alonso necesita tiempo? ¿Ese deterioro de la relación con la plantilla es irreversible?
R. No creo que haya un deterioro de relación con la plantilla. Esto va de resultados. Si apuestas por un entrenador a tres años, es por algo más que un mes malo. Si dudas tan pronto, quizá es que la apuesta no era tan firme.
P. Y el Valencia.
R. Es un club muy mal gestionado desde hace 11 o 12 años. La mala gestión es un virus que lo lastra todo. Yo creo mucho en la gestión: fue lo que nos llevó a finales de Champions. Cuando es mala, no hay historia que la aguante. Estoy preocupado por el futuro del Valencia. Si Peter Lim no vende o no profesionaliza la gestión, es muy difícil.
P. Cuesta entender sus decisiones.
R. No intentes entender a Peter Lim. Llevo 11 años intentándolo y no lo he conseguido. No actúa con lógica futbolística ni empresarial.
P. Selección española y Mundial 2026. ¿Cómo se gestiona la euforia?
R. No se puede frenar si sigues ganando. Hay que convivir con ella y gestionarla. El fútbol exige esfuerzo y sufrimiento. Sin eso no ganas a nadie. Y creo que estos jugadores lo saben.
La charla se despide sin prisas, con la sensación de haber hablado de fútbol, sí, pero también de vida. Justo lo que promete el título del libro.