Cuando Napoleón abrió el frente ruso sin tener cerrado el frente Ibérico, nuestra Guerra de la Independencia, aceleró el paso hacia el fracaso. Cuando los aliados abrieron el frente Occidental -el segundo frente- con el desembarco de Normandía sentenciaron el futuro del III Reich, que no llegaría a cumplir un año más. En nuestros días parece que a Europa, además de tener las fronteras del Este en llamas por el frente ruso-ucraniano, se le puede encender otro en su llamada "frontera adelantada" del Sahel y parece que Vladimir Putin puede ser su fogonero.
El Sahel como área de alto interés estratégico para Europa y frontera sur de la OTAN se ha puesto sobre el tapete desde hace sólo un par de décadas, principalmente a partir de la guerra al terrorismo de George W. Bush. Y eso que los padres fundadores de la UE lo tenían muy claro. Robert Schuman (como ya les he comentado alguna vez, aunque parece que en Bruselas no recuerdan sus enseñanzas) en su famosa declaración de 9 de mayo de 1950 incluía una demanda sobre que Europa tenía como "una de sus tareas esenciales: el desarrollo del continente africano" y es así cómo en esa cuna de la humanidad existe "un cinturón de inestabilidad" (un concepto muy de la Guerra Fría) muy necesitado de progreso, toda esa zona del Sahel y, por supuesto, su vecindario al menos.
Porque la Alianza Atlántica ha tenido ocho conceptos estratégicos, en sus casi tres cuartos de siglo, para los cuatro primeros (los del periodo de la Guerra Fría como el MC 48/3 de 1969). Su flanco sur, el mar Mediterráneo, era simplemente una línea exterior de aprovisionamiento, refuerzo y/o contención contra una posible ofensiva central soviética. En los tres siguientes, 1991, 1999 y 2010 el planteamiento cambió y la alianza empezó a fijarse en este mar. Fue así cómo en diciembre de 1994 propuso el Diálogo Mediterráneo (tras focalizarse en esa área geográfica en el concepto de 1991) foro donde los países de la OTAN se debían reunir con países de la ribera sur del Mare Nostrum, al que se unieron en febrero de 1995, Egipto, Israel, Marruecos, Mauritania y Túnez, en noviembre de ese mismo año Jordania y en marzo de 2000, Argelia. En el concepto de 1999 se consideraba este mar en cuestión "un área de especial interés para la Alianza", y el "proceso de Diálogo Mediterráneo de la OTAN es una parte integral del enfoque cooperativo de la OTAN en materia de seguridad”, decidiendo en el NATO 2010 strategic concept, "profundizar la cooperación con los actuales miembros del Diálogo Mediterráneo y estar abierto a la inclusión en el Diálogo Mediterráneo de otros países de la región".
Ha sido en el renovado concepto de la OTAN de 2022, 72 años después de la Declaración Schuman, cuando la Alianza se fija por fin nítidamente en África, pues ante la amenaza rusa (recordemos que la NATO strategic 22 se aprueba cuatro meses después del inicio de la llamada "operación militar especial", ergo invasión completa de Ucrania por parte de Rusia) afirma que el objetivo del Kremlin "es desestabilizar países al este y al sur del territorio de la Alianza", que nuestra seguridad está afectada directamente por los "conflictos, la fragilidad y la inestabilidad en África", y que "la vecindad sur de la OTAN, en particular las regiones de Oriente Medio, Norte de África y el Sahel, se enfrentan a problemas interconectados de seguridad, demográficos, económicos y políticos". Esa fragilidad es agravada por diferentes factores (según recoge el propio documento atlantista), como el cambio climático, las emergencias sanitarias, la inseguridad alimentaria o la proliferación de grupos armados no estatales, incluidos los grupos terroristas favorecen "la injerencia desestabilizadora y coercitiva de competidores estratégicos".
Y ya se pueden imaginar quiénes son esos, principalmente dos, adversarios y antagonistas de los intereses occidentales. Uno ya lo hemos citado, la Rusia de Putin. El otro es la China de Xi Jinping que ya dejó claro en 2007 con la publicación de su Libro Blanco sobre África, cuando aún gobernaba Hu Jintao, que este continente era una de sus prioridades estratégicas; tanto es así que los chinos salieron de compras por esas tierras al sur de las columnas de Hércules, llegando a ser su principal socio comercial. Y si Europa es lógicamente el primer inversionista fruto de décadas de colonialismo, es decir, tiene una pléyade de empresas y proyectos económicos en esas tierras del sur, que ¡ojalá! podrían ser la esperanza para aquellas tierras, sacándolas del subdesarrollo, pues los empresarios/emprendedores son siempre un factor dinamizador en cualquier sociedad. La República Popular China es el principal prestamista del continente africano, es decir, es finalmente dueño último de voluntades y deseos de su gobernantes, que por aquellas tierras, por cierto, son más bien autócratas y poco democráticos.
Y si las acciones de China son como esa lluvia fina casi imperceptible que termina calando y empapándote en general, la actitud de Rusia es mucho más explícita, por supuesto también en África. Ese intervencionismo moscovita tiene un nombre, el grupo Wagner, que desde prácticamente su posible fundación (en torno a 2014) parece que ha tenido destacamentos en África, empezando por Libia y su guerra civil, del lado del Mariscal Jalifa Haftar en su agresión a Trípoli, siguiendo con las luchas intestinas de Sudan; también parecen que han estado en Mozambique, Madagascar y en varios países africanos más.
Pero donde aparece su larga sombra, a la par que se retira o repliega la presencia occidental, especialmente francesa es en El Sahel y aledaños, por ejemplo en la República Centroafricana (donde también hubo presencia de tropas españolas) que tras la salida en 2017 de los contingentes europeos, los secuaces de Yevgeny Prigozhin, ocuparon su sitio, después vinieron una serie de golpes de estado en la región desde el inicio de la pandemia en 2020 (ese gran reseteo que llaman algunos), en concreto hubo insurrecciones pretorianas en Sudan, Chad, Malí, Burkina Faso, entre otros, y Níger ha sido el último país con asonada militar en los últimos días.
La curiosidad es que en todos los casos citados (recordemos que en Mali hay presencia de tropas europeas, entre las que se encuentran las nuestras) existe presencia de contingentes rusos de Wagner, contrastados en la mayoría de los casos. Por lo que ya saben aquello que se dice, que en geopolítica los americanos juegan al póker y los rusos a la ajedrez. Da la impresión de que Putin esté colocando sus peones para mover sus fichas a nuestros pies. Si seguimos presionando (la UE) en su particular guerra contra Ucrania, e intentar hacernos un jaque.
Por su parte la CEDEAO, Comunidad de Estados de África Occidental, llegó a amenazar al nuevo Gobierno de Níger de que invirtiera la situación y devolviera el poder al presidente Mohamed Bazoum, o se produciría una intervención militar internacional; contestando las autoridades (también en su momento golpistas) de Mali y Burkina Faso (donde están operando los rusos) que ellas también intervendrían en defensa de los nuevos gobernantes de Níger, por lo que el posible conflicto internacional podría estar servido, en ese país donde Francia (principal y directamente) tiene tantos intereses, entre ellos su uranio y su oro.
Es así cómo Europa se podría ver envuelta entre dos frentes: en nuestras fronteras adelantadas, la del Este en Ucrania, ya activa, y la del Sur en el Sahel, que ahora mismo está que echa humo, y esperemos que no termine deflagrando, evitándolo una combinación de prudencia, diplomacia y disuasión por parte de nuestros líderes. Y mientras la China Comunista sigue haciendo caja en África…