MURCIA. Las obras de restauración del emblemático Embarcadero del Hornillo en Águilas comenzarán este año, una vez que se ha obtenido el 1,5% Cultural para llevarlas a cabo y que se ha adjudicado el proyecto a la empresa madrileña Ines Ingenieros Consultores. "Este proyecto se enviará al Ministerio de Fomento y en cuanto esté autorizado procederemos a la licitación de lo que es la obra en sí de esta primera fase de restauración", ha anunciado la alcaldesa, Mari Carmen Moreno, quien ha adelantado que ya están trabajando en la solicitud de los fondos para la segunda fase de rehabilitación del Embarcadero, que data de 1903 y está considerado el segundo más importante de España en su género.
La subvención del Gobierno Central para acometer esta obra inicial tiene una cuantía de 750.000 euros a los que hay que añadir otra cantidad de 250.000 euros que deberá aportar el propio Ayuntamiento; un millón de euros en total para una primera fase que se desarrollará en el comienzo del Embarcadero, que es la zona más deteriorada por la erosión del mar. La idea es que las etapas se desarrollen por tramos completos, de modo que, cuando se finalicen las obras de la primera fase, ya se pueda abrir parcialmente el embarcadero a las visitas de los ciudadanos mientras se continúa trabajando en sucesivas fases.
La rehabilitación del Embarcadero del Hornillo forma parte de un proyecto mucho más ambicioso, en el que también se incluyen las campañas arqueológicas para recuperar y poner en valor el inmenso patrimonio cultural, natural, industrial y etnográfico que tiene la isla del Fraile, que en un futuro aspira a convertirse en un centro visitable enmarcado en la Bahía del Hornillo, según explicó a Murcia Plaza el arqueólogo municipal Juan de Dios Hernández. Y, aunque llevará tiempo, la idea es que las visitas partan del Embarcadero, como legado industrial que dejaron los ingleses a principios del siglo XX, y desemboquen en la formación rocosa con los tesoros arqueológicos que allí se están recuperando.
La alcaldesa de Águilas visitó este martes el Embarcadero junto a los técnicos responsables de la redacción del proyecto de restauración, la edil de Cultura, Maido Simó, el arquitecto municipal, Javier Rollán, y los arqueólogos Juan de Dios Hernández y Ricardo Yesares. Los ingenieros Miguel Hernández, Giusy di Pinto y Laura Serra, de la empresa adjudicataria Ines Ingenieros Consultores, han explicado que se están estableciendo "las estrategias y pautas a seguir en cuanto a su restauración, lo que permitirá poner las bases para programar las distintas intervenciones futuras y el resultado final para su puesta en valor integral". Por su parte, Juan de Dios Hernández ha añadido que "debemos consensuar criterios desde los organismos implicados, como son la dirección general de Bienes Culturales, el Ayuntamiento de Águilas y el equipo redactor del proyecto y director de obras".
Esta primera fase de la restauración del Embarcadero del Hornillo es un paso más hacia ese gran proyecto. Hay que tener en cuenta que el deterioro de esta obra de ingeniería, diseñada por Gustavo Gillman, se debe no solo a las inclemencias del tiempo, sino también al abandono, ya que la arquitectura industrial fue durante muchos años denostada.
"La arquitectura industrial nace en el siglo XIX y tiene como base fundamental el trabajo en hierro y ladrillo. Por primera vez se toma en valor lo que es el esqueleto de los edificios, o sea, la estructura base, el hierro, y no se decora. Esto en ese momento supone un escándalo, porque era poner de manifiesto la belleza en las formas más puristas a través de los materiales totalmente desnudos de cualquier ornamento. Un ejemplo es nuestro Embarcadero del Hornillo, junto con el Embarcadero del Cable Inglés que hay en Almería", ha explicado la concejala de Cultura, Maido Simó.
"Esta arquitectura del hierro fue denostada en aquel momento, pero, sin embargo, en el siglo XX y hoy en día son muchos los estudios de arquitectos e ingenieros que apuestan por la rehabilitación e incluso por la construcción de nuevos edificios con el estilo industrial, poniendo de manifiesto que no solamente la ornamentación de los edificios es lo que los hace bellos, sino que los propios elementos estructurales son ya bellos en sí", ha añadido la edil.
Gillman tenía como objetivo potenciar la línea férrea de Águilas-Lorca-Baza con la explotación de las minas de hierro existentes en la Sierra de Bacares. Las obras corrieron a cargo de la Great Southern of Spain Railway Company, de capital británico, que también era propietaria y constructora de la línea Lorca-Baza.
El embarcadero llegó a ser considerado como el segundo en importancia de España. Su construcción fue realizada totalmente en acero y hormigón con capacidad para albergar y suministrar a dos buques de forma simultánea. Su longitud es de 178 metros y tiene una altura de 12 metros. Estaba unido a la estación de Águilas por un puente metálico de 42 metros en cuatro tramos y con una longitud total del ramal ferroviario de 1,1 km. Asimismo, la instalación cuenta con tres túneles situados a la salida entre el puente y la plataforma que precede al embarcadero. Continuó en servicio hasta diciembre de 1970, fecha en que se produjo la última descarga de mineral en un buque.
En 2009, el Consejo de Gobierno Español lo declaró Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de Monumento, sumándose a los 5 Bienes de Interés Cultural que ya tenía la población de Águilas: el Castillo de los Chuecos, el Castillo Tébar, el Castillo-fortaleza San Juan de Águilas, el Casino y la Torre de Cope.