MURCIA (Efe). La pandemia del coronavirus tendrá, entre otras consecuencias, lo que los funerarios llaman ya "patología de duelo abierto" o de "duelo no superado" por no poder acompañar en el momento de la muerte, una realidad que afecta también a familiares de fallecidos en otras circunstancias a consecuencia de la cuarentena impuesta por el estado de alarma.
Así lo ha explicado el presidente de la Asociación de Profesionales de Servicios Funerarios de la Región (Aproserfu), Julio César Martínez, cuyas funerarias han tenido que incinerar esta semana a 35 madrileños dada la saturación existente en la capital de España con la pandemia, con "overbooking" en los hornos crematorios y la UME trasladando cadáveres al Palacio de Hielo.
Martínez recuerda que cuando oyó que la Unidad Militar de Emergencias iba a intervenir le vino a la memoria la posibilidad de que los militares se pusieran a construir fosas comunes porque es el modo en el que tratan esta situación, pero afortunadamente, según él, ni siquiera se llegó a plantear tal posibilidad.
Se trata de multinacionales funerarias que han diversificado la cremación en los diversos negocios que tienen repartido por el territorio nacional porque en Madrid no dan más de sí.
Según Julio César Martínez, una cremación tarda entre 3 y 5 horas en realizarse, que, sumadas a las tres horas del trayecto de Madrid a Murcia, hace que los conductores de los furgones que transportan tres cadáveres en cada viaje tengan que esperar casi todo un día para regresar y entregar las cenizas a los familiares de los fallecidos.
En cuanto a los materiales de protección, hasta hace pocos días al no ser considerado personal sanitario, los trabajadores de las funerarias carecían de mascarillas y EPI porque las empresas que podían distribuirlas al sector tenían el material embargado para Sanidad.
"Luego se dieron cuenta de que los muertos no desaparecían con un chasquido y que había personas que se encargaban de esa labor de enterramiento sin medidas de protección", explica.
Respecto a la polémica con los precios suscitada inicialmente en Cataluña con una funeraria que presuntamente estafó a familiares de un fallecido por Covid, lo que llevó incluso a intervenir a la Generalitat, el presidente de los funerarios murcianos no sólo critica que haya alguien que pueda enriquecerse y "hacer el agosto" con este drama, sino que lo considera "despreciable".
Remarca que una funeraria en ningún caso puede cobrar por encima de lo que venía cobrando por una incineración, que "en unas empresas será 300 euros y en otras 400" -afirma- pero si se excede el precio por encima de lo habitual es totalmente denunciable. "No puedo enriquecerme de la desgracia de las personas porque hay una ética y nuestra labor es humana", defiende.
"Este sector se ha preparado mucho, ya no es como antes, existen técnicos de tanatopraxia que están capacitados técnicamente para efectuar los test de coronavirus, como ya ha dado a conocer el sector al ministerio de Sanidad, porque existen casos de fallecidos a los que no se les hizo la prueba y que en el certificado figura como causa de la muerte neumonía, pero en realidad está claro que se trata del Covid", sostiene.
El personal de las funerarias, en el supuesto de que la familia carezca de seguro de decesos, que en su caso son las compañías las que lo hacen, es el que llama al pariente más cercano para explicarle lo que requiere el protocolo y todo lo que se lleva a cabo, con un presupuesto previo.
Al recomendarse la incineración, porque de ese modo se elimina con toda seguridad el virus, al menos en Murcia todavía nadie ha exigido el enterramiento, si bien esta última posibilidad todavía es posible, especialmente para aquellas personas que por motivos religiosos así lo prefieren. Lo que ocurre es que el entierro necesita un espacio temporal más o menos corto y, con el colapso existente en las funerarias, ese espacio se ha dilatado más de lo imaginable.
"La situación es sumamente dura y todo esto va a tener muy graves consecuencias porque el duelo al menos en nuestro oficio sabemos bien que hay que pasarlo y eso no está ocurriendo en estos momentos", recalca.
También comenta el mal trago que están pasando las familias que han perdido a un pariente por muerte natural o accidental y no entienden que, estando ajenos por completo al tema del virus, tengan que sufrir el no poder estar con sus seres más queridos.
"También a ellos tenemos que explicarles la razón de que no pueden estar en los tanatorios y no lo comprenden", afirma, y recuerda aquel primer fallecido en España, un hombre que había viajado a Nepal, a 3.000 kilómetros de Wuhan, y a cuyo cadáver fallecido por neumonía se le hizo una prueba que dio positivo. Era el 13 de febrero.
El 31 de enero en La Gomera un alemán daba positivo, al día siguiente había casos en la península y el día 12 de marzo el gobierno cerró los colegios. Nadie pensaba que más de diez mil personas iban a fallecer y que lo seguirían haciendo hasta fecha sin determinar por culpa de un virus sin gentilicio, a diferencia de aquella gripe de 1918 mal llamada española.