MURCIA. Sabemos que lo que sustenta el vuelo de un avión, y el de las aves de quienes hemos aprendido, es la diferencia de presión generada por la velocidad del aire entre la cara superior de las alas y la inferior, pues circula más rápido arriba debido a la mayor curvatura del ala y menos debajo al ser más plana. Al menos eso explican los ingenieros aeronáuticos, aunque no del todo convencidos. Los motores tan sólo impulsan el aparato venciendo la resistencia del aire, ¡que no es poco!
Una de las más preciosas experiencias que he vivido ha sido volar en los llanos de Albacete en un 'velero', un avión sin motor remolcado por la 'catapulta' de final de pista –un torno que tira del cable enganchado al morro y que sueltas una vez alzado en vuelo- para, a continuación, buscar una de las corrientes térmicas típicas de verano, y penetrar en ella ascendiendo a 7 pies por segundo hasta alcanzar en círculos unos tres kilómetros de altitud, lo suficiente para salir de ella y planear hasta la siguiente desplazándote así hasta que decides aterrizar. Todo eso con un suave silbido del aire que apenas rompe el silencio cortado por las alas, y acompañado de aves variopintas que aprovechan para ganar cientos de kilómetros o para cazar en su territorio.
Cuando uno se jubila es algo parecido. Pues al prescindir del motor que tantos años le ha hecho madrugar en su desempeño de 12 ó 14 horas diarias –por lo común es más propio de empresarios y directivos- suele encontrarse con un exceso de tiempo libre que sólo el ingenio y un plan bien diseñado y acorde a sus necesidades personales, le permite "sostenerse en vuelo" planeando en su vida hasta donde éste le alcance.
Por ejemplo: son cada día más las ciudades cuyos ayuntamientos facilitan huertos en los que uno puede cultivar las hortalizas y frutas que después consumirá. Hay ofertas culturales al alcance de todos, desde visitar gratuitamente museos y exposiciones de arte a recorridos históricos rigurosa y atractivamente presentados; asociaciones en las que prestar servicios voluntarios para otras personas, y múltiples oportunidades de sacar partido al conocimiento experimentado, cuajado día a día por el largo transitar de la vida en eso que llaman sabiduría, y que aplicado en su correcta medida nos permite sostener un vuelo apacible y tan satisfactorio como uno desee.
Howard Gardner, psicólogo galardonado con el premio Príncipe de Asturias 2011 por sus aportaciones a la ciencia de la Psicología con la teoría de las Inteligencias Múltiples, postula que la inteligencia, lejos de ser unitaria agrupando diferentes capacidades específicas, es un conjunto de habilidades cognitivas distintas y poco dependientes unas de otras, y las denomina como Inteligencia intrapersonal, naturalista o ecológica, lingüística, lógico-matemática, interpersonal, kinestésica, musical, viso-espacial y existencial.
Según este planteamiento, unos brillamos en unos aspectos concretos más que en otros, lo que nos hace complementarios y necesarios e interdependientes porque nadie los desarrolla todos al cien por cien. Pero también nos ofrece la posibilidad de explorar otros talentos no explotados hasta hoy o probablemente ni tan siquiera descubiertos. ¿Por qué no seguir desarrollando aspectos de nuestra inteligencia a las que las habituales condiciones de vida laboral no nos permiten prestar atención?... ¿Quién le ha dicho a Ud. que no puede aprender a pintar, escribir novelas, componer canciones o exponer sus esculturas, desde la madurez con la que ahora observa la vida y sin más pretensiones que disfrutarlas?
Afortunadamente ya hay expertos para casi todo, que te pueden ayudar.