MURCIA. Admito mi desconocimiento sobre las razones por las que Maastricht, capital de la provincia de Limburgo, una tranquila y relativamente modesta ciudad de los Países Bajos, se convirtió, de la noche a la mañana, en una de los lugares más citados, como consecuencia de la firma, el 7 de febrero de 1992, del Tratado que lleva su nombre y que nos unió, más que nunca, a prácticamente todos los europeos. Recordemos que la ciudad acariciada por el rio Mosa, tiene como tantas otras holandesas, un pasado español cuando aquellos territorios fueron parte de la corona en el siglo XVI. Incluso Lope de Vega le dedica una de sus obras teatrales: “El asalto de Mastrique”. Tampoco conozco en profundidad las razones por las que es en esta tranquila ciudad de ciento veinte mil habitantes se celebra, desde mediados de los años setenta, la que, sin lugar a dudas, es la mejor feria de antigüedades y arte del mundo. Lo más lógico es pensar en alguna de las grandes capitales europeas o en Nueva York más allá del Atlántico.
Intuyo que Tefaf comenzaría como un proyecto a escala reducida y que fue ganando prestigio progresivamente, aprovechando también su posición geográfica central, y por tanto ideal, en Europa que la hace muy atractiva para los desplazamientos desde muchas grandes capitales que la rodean, aunque en esta clase de eventos al final lo que cuenta es no tanto dónde está sino qué es lo que se puede encontrar allí. Y allí, durante diez días uno se topa con lo mejor entre lo mejor del arte producido por prácticamente todas las civilizaciones y en todas las épocas. Ello ha convertido, paulatinamente, a Tefaf en una cita ineludible para los mejores y más pudientes coleccionistas, y para los museos públicos y privados más importantes de los cinco continentes. Tefaf se convierte, de facto, en un museo excepcional a la altura de los grandes museos, aunque de carácter efímero, pues dura apenas diez días.
Si se quiere visitar en su totalidad con el reposo que merece, hay que advertir que con un día no es suficiente en ningún caso, puesto que son 270 expositores los que han acudido cita. Una feria que, además, es de todo menos monótona puesto que como en un parque temático o en un museo enciclopédico, pasamos de una temática a otra casi sin solución de continuidad: desde la mejor arqueología al arte contemporáneo, desde los libros de horas medievales a la pintura antigua o el arte tribal africano o asiático. De Goya a Picasso, del Impresionismo francés al Renacimiento italiano. La filosofía que hay detrás de Tefaf trasciende culturas. Los criterios son otros: la relevancia de las obras, su calidad intrínseca y el estado de conservación en el que nos ha llegado.
Para lograrlo, hay que activar un proceso de selección de los expositores riguroso al extremo, porque si de algo puede presumir Tefaf es de prestigio, y este no se puede ver afectado en lo más mínimo. En Maastricht no puede exponer cualquiera. No es una cuestión económica o de tener en ese momento unas obras excepcionales; se trata más de una carrera de fondo y de un prestigio profesional labrado con los años. Sería una catástrofe para la credibilidad y por tanto para la viabilidad de este evento que se dieran situaciones que pusieran en cuestión los criterios de calidad de las obras que se exponen o su procedencia, y más en unos tiempos en que la información no conoce fronteras ni medios de difusión y viaja a velocidad de un clic.
En Tefaf todo está diseñado para sumergir al visitante en una serena experiencia de belleza total y secuestrarlo por unas horas de un mundo muchas veces estéticamente hostil: desde los colores empleados en las paredes, la decoración de cada uno de los stands empleando una iluminación al extremo y colocación de las obras en ocasiones sorprendente. También es el diseño de los pasillos, zonas de descanso o para tomar una copa o comer, la moqueta, o la impresionante decoración floral que se distribuye por los pasillos de forma selectiva.
Las obras que se exponen han sido previamente examinadas hasta en el último detalle por especialistas en cada una de las materias, empleando en muchos casos la tecnología para desenmarañar posibles restauraciones que pudieran afectar a la pureza que se exige, aunque las galerías, a la vista de estas exigencias ya hayan hecho una selección, catalogación y estudio previo de las obras a lo largo de los meses anteriores. Si hubiera dudas sobre la atribución de la obra hay una especie de vista en la que el profesional “defiende” ante un comité las razones por las que su obra se puede atribuir a un artista concreto y merece ser expuesta con una cartela determinada en la que aparece el nombre de un artista, o la datación. Que una obra se exponga en esta feria bajo el nombre creador importante o se date como de una época determinada es un logro para el currículum de la obra de cara a futuros compradores tanto en la misma feria o en la galería en el caso de que no halle comprador en Maastricht.
Son pocos los españoles que exponen en Tefaf y entre ellos únicamente una anticuaria de la Comunidad Valenciana. Deborah Elvira viaja desde Oropesa y está especializada en joyas antiguas. La profesión la lleva en la sangre puesto que su padre Luís ya exponía en Maastricht piezas de alta época antes de que lo hiciera ella. El contexto valenciano suele estar representado en las obras que se exponen ya sea a través de la mejor cerámica medieval de Manises o alguna importante pieza de Alcora. Respecto a los artistas no es descartable que aparezca alguna obra medieval valenciana, José de Ribera no suele faltar a la cita, alguna obra del periodo barroco y, como no, siempre suele detectarse algún Sorolla. En cuanto al arte del siglo XX y XXI no es descartable alguna obra de Manolo Valdés o de Juan Genovés.
Para los que gustan de los datos curiosos, en esta edición la obra más cara a la venta es un óleo del pintor surrealista belga René Magritte del que se piden 35 millones de euros. Aunque pudiera parecer lo contrario, a la vista de estas cifras y del origen aparentemente misterioso de las obras, en este certamen precisamente por la importancia de lo que se exhibe es todo es muy transparente, y, de hecho, hay muchas obras a las que se acompaña el precio para que no haya necesidad de preguntarlo. Téngase en cuenta que la transparencia y las buenas prácticas deben presidir una feria que concita la atención de todo el mundo del arte antiguo y moderno.