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entrevista

Salva Alemany: "La realidad es el gran motor de la literatura, incluso en la ciencia ficción"

7/08/2022 - 

MURCIA. Lapsus, la quinta novela del valenciano Salva Alemany, es una historia negra basada en una serie de acontecimientos reales que tuvieron lugar en Valencia, en un pasado no muy lejano. El barrio de Nazaret es el protagonista casi omnipresente de una historia a través de la cual Alemany, como ya hiciera en Alacrán (2018)y Una mirada perdida (2020), nos señala los diferentes escondites del corazón de las tinieblas. Una tarea literaria que aborda con un estilo conciso y aparentemente sencillo, para indagar en la maldad y la violencia, en la inocencia y en la necesidad de mantener viva la esperanza de que habrá algo que nos redima, y también para mostrar la herida incurable de un barrio despojado de su dignidad. 

-De nuevo, Valencia es el escenario de tu novela. ¿Es este un buen lugar para hacer novela negra?

-Valencia no es ni mejor ni peor para la novela negra que otros lugares, todo depende del tipo de novela que tengas entre manos. Quizá si estás escribiendo historias del tipo hardboiled o crook story no sea el mejor de los lugares, no tenemos una criminalidad ni un entorno mafioso, como pueden tener otras ciudades, que haga especialmente creíble una novela de este tipo. Es cierto que aquí han tenido lugar sucesos monstruosos, pienso ahora en el caso de las niñas de Alcàsser por ejemplo, pero son hechos aislados que por suerte no suponen una constante. Si algo tenemos, o al menos hemos tenido, es un entramado de corrupción muy jugoso para la novela negra, plagado de personajes que por sí solos serían magníficos protagonistas. Denis Lehane hubiera hecho maravillas con lo que pasó en Valencia.

-En realidad, el gran escenario es el barrio de Nazaret. ¿Es tu libro una manera de intentar reivindicar el maltrato que ha sufrido, de contar la degradación a la que ha sido sometido?

-Sí, aunque comencé escribiendo tan solo con la figura del padre Damián, un cura de Nazaret, muy pronto el barrio pidió paso en la historia, de alguna manera reclamó su sitio y se convirtió en un protagonista más sin el que Lapsus no tendría sentido. Nazaret es la historia de una infamia, política, social y económica, un barrio con una playa maravillosa al que le negaron el acceso al mar y cualquier posibilidad de crecimiento. Fue abandonado a su suerte. Ocurrió también con La Coma o el Cabanyal, que también fueron abandonados. Nazaret es un claro ejemplo de los tiempos en los que vivimos, donde las personas importan poco o nada, donde la coartada de la economía lo justifica todo.

-En alguna ocasión has dicho que la claridad es fundamental para ti. Eso me recuerda a lo que dijo Lou Reed de Raymond Chandler, que intentaba hacer como él, crear imágenes simples muy poderosas.

-Crecí leyendo a escritores como Steinbeck, Stevenson, Harper Lee o Capote, gente con una escritura muy clara, una imaginación desbordante y una habilidad especial para explorar el alma humana. Uno de los grandes objetivos que debe tener un escritor, desde mi punto de vista, es el de ser capaz de crear imágenes con palabras, y creo que cuantas menos palabras utilices y más sencillas sean, mayor será la potencia de esas imágenes. No hace falta crear complicadas metáforas poéticas para emocionar al lector. Ocurre lo mismo con la música, me emociona mucho más Satie que Paganini, Brian Eno que Joe Satriani.  

Foto: BEA NÁCHER

-Aunque está basada en hechos reales, Lapsus es una historia de ficción. ¿La realidad es imposible de superar por más imaginación que uno le eche?

-Hay quien dice que es imposible imaginar nada que no exista, lo que resulta bastante inquietante, la verdad. Pero hay algo de cierto en ello, no en el sentido de una existencia material, no quiero decir que los unicornios existan, pero todo el mundo tiene una imagen de ellos, son una creación compuesta de otras cosas y como tal creación existen. Ocurre lo mismo con la literatura, es creación pura, pero siempre basada en elementos que conocemos. La realidad es el gran motor de la literatura, incluso en la ciencia ficción. El ser humano es tan complejo, miserable, cruel y a la vez tan maravilloso que no creo que seas capaz de inventar nada que la realidad no supere.

-¿Hasta qué punto llegan a sorprenderte las historias que escribes? 

-Si mis historias no me sorprendieran conforme las escribo, te aseguro que no escribiría. Sin ese elemento de sorpresa, el puro acto de escribir es muy aburrido y tedioso. Cuando acabo una novela siempre me pregunto de dónde han salido todos esos personajes, de dónde proceden las historias, cada detalle, cada diálogo, cada giro de la trama es una sorpresa y no me explico de dónde salen. Una de las sorpresas más grandes que he tenido fue el final de Alacrán. No estaba previsto, y cuando la idea surgió en mi cabeza, por muy descabellada que pareciera, supe que era el final perfecto para esa historia.

-¿Qué es lo que más te atrae de hacer novela negra?

-Quizá sea que permite tocar todos los temas que a mí me interesan. Para que exista un reto moral o ético siempre tiene que haber una consecuencia trágica, o cuando menos dañina para alguien. Es algo que me intriga, con raíces profundamente filosóficas. ¿Es el bien una conducta innata en el ser humano? Si no lo fuera, no existiría dilema moral en practicar el mal, lo asumiríamos como una parte más de nuestra condición, no habría dilema moral. Existe ese dilema porque creemos que en el fondo somos buenos, pero, ¿y si no lo fuéramos? La novela negra permite ahondar en todo eso y en mucho más, problemas sociales, relaciones humanas, el amor en todas sus diferentes formas, la pasión, los peores instintos, la parte oscura que todos llevamos dentro. Resulta curioso que todos aspiremos a la felicidad y sin embargo resulte aburrida como argumento literario.

-Como escritor, ¿qué retos plantea abordar el mal? 

-La maldad tiene infinitas formas, pero muchas de las peores son pequeños gestos que a veces pasan inadvertidos. Yo entiendo que existen muchos motivos para matar a otra persona, situaciones extremas en las que la muerte es un elemento probable, pero no entenderé nunca que, por ejemplo, alguien pueda insultar en la calle a un niño por ser homosexual, ese tipo de actitudes son maldad pura, teñida de una profunda ignorancia y merecedora de todo mi desprecio. Hacer que el lector pueda empatizar con personajes capaces de los peores actos es también algo que me interesa especialmente, porque la frontera entre el bien y el mal es a veces muy difusa.

Foto: MAICA RIVERA

-¿Sobre qué temas te sientes atraído a la hora de escribir?

-Las contradicciones humanas me resultan muy atractivas como argumento literario. Me interesa todo aquello que es diferente a lo que conozco, puede ser un territorio, pero también una opción sexual, una cultura, un oficio. Si algo me define como escritor es una gran curiosidad por todo cuanto me rodea, me produce una grata satisfacción descubrir cosas, personas, viajar, explorar. Siempre he preferido arrepentirme de haber hecho algo que lamentar no haberlo probado.

-¿Te ves escribiendo una novela fuera de un género determinado?

-Podría ser, pero necesito de una trama o una historia potente que me lleve. Me maravillan esos escritores que son capaces de explorar el alma humana, de plantear conflictos, de hipnotizar al lector con una trama muy sencilla, apenas un armazón tan fino como el alambre. Eso me parece dificilísimo, casi un ejercicio de prestidigitación, y hace falta escribir muy bien para caminar por ese alambre sin perder el equilibrio. Tal vez mi manera de escribir me obliga a mantener a mis protagonistas en movimiento constante y no sé si otros géneros soportarían eso tan bien como la novela negra. No descarto hacer otras cosas que no sean género negro, siempre que encuentre una historia o unos personajes que me animen a ello.

-¿Cuál es tu mayor temor a la hora de escribir?

-No creo tener ningún miedo a la hora de escribir. Supongo que la cosa sería diferente si la escritura fuera mi modo de vida, depender del éxito de tus novelas para poder pagar las facturas debe ser terrible, imagino que en ese caso me asaltarían muchos fantasmas que ahora no me dan ningún miedo. Lamentablemente, este es un país que ha asumido que un escritor no puede vivir de su trabajo. Según un estudio reciente, el 86% de las novelas que se publican en España vende menos de 50 ejemplares, y tan solo el 0,1% supera los tres mil. Es un dato demoledor, que requiere de una reflexión sobre el modelo editorial que tenemos, pero también sobre una política cultural absolutamente fallida.

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