MURCIA. Rosa Ribas reabre la agencia de los Detectives Hernández, la familia con la que ha forjado una saga inédita y fresca en la novela negra española. La tercera y, por ahora, última entrega, Nuestros muertos, les reúne para encontrar a un joven empresario que buscaba financiación para una nueva Exposición Universal en Barcelona. Además de diseccionar las dinámicas de esta familia tan peculiar, Ribas aprovecha para hablar de la ciudad hostil, de las aves carroñeras del turbocapitalismo, y claro, de la familia, no solo de la Hernández. La autora atiende las preguntas de Plaza.
- ¿Cuánto te interesa el misterio y cuánto te interesa lo que ocurre en la familia? ¿Cómo equilibras esos dos pilares de esta historia en el proceso de escritura?
- Para mí, en primer término, está lo que pasa con la familia, que muchas veces es mucho más oscuro que los casos que investigan. Los casos son los normales en una agencia de detectives, que se alejan mucho de lo que se cuenta en las películas porque los detectives no se hacen cargo de los grandes casos. Lo que me interesa es qué les hacen los casos a ellos. Me interesan los misterios que puedan afectarles el día a día. En este caso, es el montaje de un evento enorme para revitalizar Barcelona, el típico que reúne a los carroñeros de siempre que ven cómo sacar tajada de algo. Este caso también me sirve para que la familia, dispersa y con la agencia cerrada tras un trágico suceso, vuelva a trabajar, que vuelvan a estar juntos.
- Es una familia que se quiere, pero que han normalizado como dinámica la ocultación y la mentira, una cosa que en cualquier otra familia puede dinamitarlo todo.
- Curiosamente, lo que llevan al extremo es lo que hacen todas las familias: ocultarse cosas. La frase más repetida en una familia es “no se lo digas a…”. ¿Por qué lo hacemos? A veces son cosas de una inocencia tremenda: que te compren un helado cuando eres pequeña, por ejemplo. “No se lo digas a papá, que es un secreto”, y se crea la complicidad de tener un secreto. Luego también hay secretos mayores. La estrcutura familiar se basa en una gran intimidad (creada por la convivencia) y a la vez en la ocultación, sea porque no queremos hacer daño o porque no queremos dañar nuestra imagen. La dinámica familiar funciona a través de lo que mostramos y lo que ocultamos, y siendo esta de detectives, claro, se hace mucho más evidente.
- Uno de los grandes personajes de la saga es Lola, la madre, que precisamente no es detective. Habla muy directa, interviene poco, pero sabes que cada cosa que dice atraviesa a quien le habla. Le tienen como un miedo y en el altar a la vez.
- Lola es como una estrella negra alrededor de la que gira toda la familia. Es una mujer inteligentísima, la más brillante de toda la familia. Es capaz de ver lo más oscuro de los otros; y así, consigue juntar las piezas que ellos les entregan mientras investigan. Y como lo lleva al lado más negro porque tiene el peor concepto de todos los seres humanos, acierta. Parece que no está, pero se entera de todo. Consigue incluso llevar las riendas de los otros. Es un cerebro en la sombra, la materia gris. Y la única que no es detective titulada.
- Otros personajes que orbitan en la familia son Sergio y Ayala, que de alguna manera tienen que, en diferente grado, asumir no solamente tener como pareja a sus respectivas parejas, sino también entrar en esa dinámica familiar.
- En el caso de Ayala, él ya era parte de la agencia antes, con lo cual sabe dónde se mete y lo difícil más bien es encajar que alguien que era el mejor amigo del padre ahora pase a ser la pareja de una de las hijas. Pero él conoce mejor las reglas del juego. Pero claro, Sergio se encuentra inundado en esa familia. Y Nora se esfuerza por no contarle mucho, porque piensa, que para alguien que no sea “uno de nosotros”, que no se ha educado de aquella manera, es muy duro.. Por eso le oculta muchas cosas y por eso también él siente que lo tiene fuera, que no le deja participar. Él no acaba de ser parte de la familia porque sabe que se le está ocultando demasiado. En cambio Nora necesita a alguien que no sea de ese núcleo tan perturbado de su familia, donde hay una aceptación de lo que es saltarse los límites y hay una forma de ejercer la violencia completamente asumida.
Los hijos hacen ciertas cosas de una manera absolutamente natural, porque es la educación que han recibido, es el entorno familiar, pero para alguien de fuera es muy difícil aceptar que traspasen el límite de la legalidad, pero es su forma de trabajar y de entender cómo se resuelven las cosas.
- Aunque narras en tercera persona, parece casi como si lo estuviera escribiendo alguien de la familia, por la familiaridad o el cariño con el que se habla de los personajes.
- Es que hay una decisión estética, conseguir un lenguaje que sea transparente y claro es mucho trabajo. Es eliminar todo lo que sobra y conseguir que te lleve, que no tropieces con florituras estilísticas. Me gusta crear imágenes diferentes, trabajar con metáforas nuevas, pero tienen que estar integradas con naturalidad en el discurso de cada uno de los personajes, no alambicar la lengua, porque no te creerías que estás dentro del discurso de estos personajes si tuvieran un lenguaje muy abarrocado. Adapto el lenguaje a lo que quiero contar, pero es un trabajo de depuración constante, que aunque parezca que es fácil, es muy difícil, tienes que pulir muchísimo.
- ¿Y el pulir lo haces en el mismo momento de la escritura o viene por un proceso largo de reescritura y de relectura?
- Hay mucho de intuición. Yo escribo a mano, con lo cual es una escritura más lenta. La escritura es lo que te va dando el tono: tienes que tener unas cuantas páginas que sabes que no van a servir para que vayas encontrando el tono, la voz que quieres.
Después, al estar escrito a mano, lo paso al ordenador y en este momento ya hay una depuración de muchos elementos que no pasan del manuscrito. Después lo imprimo y sigo trabajando a mano en lo que imprimo. Mi cabeza funciona con el lápiz, así que lo vuelvo a releer y a veces basta solo con girar dos palabras para que digas “ahora sí”, además de leer en voz alta, que es algo que hago mucho.
- Qué interesante que el libro haya salido justo antes de las elecciones municipales y se está hablando ya no solamente en Barcelona, sino en todas las grandes ciudades, sobre el modelo de ciudad y está habiendo estos discursos que, de alguna manera, el libro te invita a desconfiar.
- Sí, sobre todo los muy grandilocuentes. La fecha de lanzamiento ha sido una casualidad, pero de pronto te encuentras con las elecciones y vas leyendo lo que cuentan los políticos y… Falta poo para que uno venda el gran evento de Barcelona 2029.
- ¿Eres pesimista con Barcelona?
- Yo quiero confiar en que, sobre todo en estas ciudades como Madrid, Valencia o Barcelona, tienen movimientos vecinales muy potentes que son el contrapeso a estas grandes fuerzas especuladoras que son realmente destructoras. La pérdida de identidad de las ciudades, la pérdida del tejido social, del tejido vecinal… Yo creo que ahora se está viendo que eso es lo que no queremos.
Entonces veo que en las ciudades en las que se escucha a los vecinos y en los que los vecinos realmente se unen pueden hacer algo contra esto, que son muy poderosos. Es el freno natural, tiene que ser la gente de las ciudades que diga que esta ciudad no la queremos.
- ¿Tiene la novela negra cierto pudor o vergüenza de sí misma?
- Yo creo que va a mejor y justamente los festivales ayudan, pero el autoestima tiene también mucho que ver con cómo te ven los demás, cuál es el reflejo que recibes. Y claro, te das cuenta de que por ejemplo la novela negra en el mundo académico está abriéndose paso pero con muchas dificultades. Cuesta también que la crítica tradicional sepa ver que, como en todos los géneros, el negro no es malo de por sí y hay grados de calidad: como en todo, hay obras maestras y también hay mucho material adocenado, producto de masas, de consumo rápido. También hay mucha supuesta literatura que no es más que pretensión, no es más que un bla bla bla, una burbuja que pinchas y no hay nada. El nuestro es un género que, en su genética lleva el entretenimiento, y hay gente pedante que cree que si entretiene no puede ser bueno. Contra esto hay que trabajar y hay que hacerlo con obras de calidad. Un género es sano cuando hay todo tipo de calidad.
El autor de Fuente Librilla retrata con humor la vuelta de un treintañero bigotudo y escuálido a su pueblo en el interior de la Región