La respuesta podría ser "todo". Todo lo estamos haciendo mal, si nos atenemos al coro de euroescépticos que se han reunido este fin de semana en Italia, con uno de los líderes de las redes sociales mundial de invitado especial: Elon Musk -leer masc-. Ojo, que Italia capitanea ahora el avance de la extrema derecha en Europa, por su peso dentro de la Unión, de la mano del húngaro Victor Orbán, una vez Polonia ha entrado en la senda moderada y liberal de Donald Tusk -leer tusc-, el añorado y otrora carismático presidente del Consejo Europeo. Ojo, que en este foro también estaba el líder de la ultraderecha española, Santiago Abascal, invitado a la jornadas políticas organizadas en Roma por las juventudes de Hermanos de Italia.
Y, ojo, que Giorgia Meloni sigue enfadada con la visita de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen a Lampedusa este verano, donde les restregó en la cara que "del bloqueo naval, nada". Meloni pedía casi de rodillas una solución a la avalancha de inmigrantes que desembarcaban en este pequeña isla, la más próxima a las costas de Libia, y que desbordaban su capacidad de acogida. La misma crisis se ha producido en la isla canaria de Hierro, donde el Gobierno español tuvo que actuar rápidamente para trasladar a la Península a los inmigrantes subsaharianos que cruzaban el Atlántico desde Senegal y Mauritania, y cuya travesía en ocasiones acabó en tragedia.
Pero, sobre todo, destacó la presencia de Viktor Orbán, tras su actuación estelar en el Consejo Europeo previo a este encuentro en Roma. El presidente húngaro volvió a ser protagonista de su desencuentro con la posición común europea de apoyo a Ucrania y de financiación de su guerra con Rusia. En mitad de la reunión, se levantó de la mesa para permitir abrir la puerta al proceso de negociación de Ucrania para su entrada en la Unión Europea, dado que el Consejo, el principal órgano de decisión de los Estados de la Unión, exige unanimidad en su política exterior. No obstante, y ya de madrugada, Orbán impidió que pudiera aprobarse el último paquete de ayudas al Gobierno de Kiev. El Consejo Europeo intentará sortear a Hungría en enero para aprobar un paquete de 50.000 millones de euros de ayuda a Volodimir Zelenski.
Esta salida le permitía a Orbán quedar bien con Vladimir Putin, de cuya amistad no quiere desprenderse. No olvidemos no obstante, que la apertura de negociaciones no implica la adhesión inmediata y ni tan siquiera próxima. Ucrania está condenada, como Turquía, a ser la eterna aspirante a la Unión y a pasarse años discutiendo punto por punto los 35 capítulos que se le exigen para entrar. El proceso de integración es tan costoso en términos políticos y financieros que exigirá, primero el fin de la guerra y, segundo, una giro de 180 grados a la Administración y los poderes del Estado, además de un cambio de mentalidad radical en el pueblo ucraniano.
Sin los principios y valores democráticos de la Unión, el acquis comunitario, no hay entrada. Pero, ¿se cumplen o se cumplirán en todo el territorio de la Unión en un futuro próximo? El encuentro en Roma de la extrema derecha formando filas es una señal de que el mundo comienza a cambiar hacia una nueva era. Ya no podemos decir que suenan tambores de guerra, porque la tenemos a nuestras puertas. La inoperancia de las políticas europeas para atajar el conflicto en Gaza y en Ucrania son buena muestra de ello. ¿Qué estamos haciendo mal?