Carol L. salió de la prostitución hace diez años. El feminismo le ayudó a poner nombre a las violencias y señalarse a sí misma, sin esconderse. Considera que para analizar con ética el conflicto de la prostitución no hacen falta «grandes pliegues intelectuales», sino un poco de realismo
19/03/2023 -
MURCIA. No es el mejor espacio para entrevistar a una mujer que ha escapado de la industria de la prostitución. Íbamos a conversar mientras paseábamos por el parque de La Rambleta, pero el cielo se ha cerrado del todo, y el gris absoluto ha dado paso a una lluvia mediterránea. Con más de cuatro gotas no se puede hablar de abolir la prostitución, de las carencias en la educación sexual e historias de vida marcadas por la violencia. Nos refugiamos en el primer bar que vemos abierto: una cafetería que quema el café, que podría estar en cualquier periferia de España. Hay máquinas recreativas, hombres solos bebiendo licores, sin más acompañamiento que un par de hielos, y trabajadores que comen una tortilla de patatas muy cuajada y amarilla a la hora valle entre el almuerzo y la comida. Hay muchos botes de kétchup y mayonesa. «Estos venían con el interiorismo del bar», bromea mi entrevistada al referirse a los parroquianos. También podría estar hablando de las salsas.
Nos sentamos al fondo del establecimiento, entre cajas de cerveza vacías y sillas apiladas. Mi entrevistada se pide un té negro. Repiquetea con las uñas de gel sobre la superficie de la mesa. Alabo su manicura esculpida, de colores y con dibujos. «Tenía muchas reticencias sobre hacérmelas. Esto viene del porno de los noventa». El significado histórico del nail art choca con el activismo de esta mujer, que también lleva un pañuelo morado y un discurso taxativo. «¿Primero te pongo en contexto de mi historia, no? Abusos sexuales en la infancia, primero a los diez años. Familia totalmente desestructurada. Menor tutelada. Padrastro superviolento. Una madre narcisista. Mi madre fue un gran ejemplo de que no existe la víctima perfecta, había sufrido violencias en su casa, e igualmente resultó ser una mujer manipuladora y narcisista». Carol L., así se llama mi entrevistada, enumera las situaciones traumáticas de la infancia con la misma velocidad con la que la clientela inserta monedas en las tragaperras.
«El segundo abuso sexual fue a los quince, en una academia para modelaje de Buenos Aires. Con quince años lo había entendido todo: sabía que la clave del éxito era mi follabilidad, y como las chiquillas de aquella época, quería ser modelo. El hombre que dirigía la academia me ofreció una tarde que fuera a su despacho, que tenía una oferta de trabajo para mí. Ahí soy abusada sexualmente. Ahora, con la perspectiva que tengo por edad y experiencia, soy consciente de que me salvé de una red de prostitución pedófila». La historia vital de Carol transcurre entre Ibiza, Galicia, Buenos Aires y Valencia, donde reside actualmente.
«En una sesión de fotos, cuando me estaba cambiando con toda la ropita que tenían para mí, me preguntó, el de la academia, si quería tener relaciones sexuales con el fotógrafo. Le dije que no, que por ese día bastaba. Ahí se realizó una serie de material pedófilo, puesto que yo era menor de edad. No estaba terminada de desarrollar. Hicieron el típico calendario de fotografías que, tirando de tópicos, está en los talleres mecánicos o tienen los camioneros. Esta este es procedimiento de cómo Carolina se preparó para ser puta. Toda la construcción que lleva a ser puta». El cambio de primera persona a tercera en su relato no es casual. Hay momentos en los que a las víctimas les aflora una desrealización, como si el horror no hubiera sido en carne propia. Una secuela del estrés postraumático.
Recorto metraje en su historia: Carol huyó de casa, y haciendo autoestop se encontró con un hombre —«un buen samaritano bendito de dios», en sus irónicas palabras— que le ofreció dos propuestas. Una se basaba en las promesas de «no va a pasar nada que tú no quieras», «vas a ganar mucho dinero, con los jovencita que eres y lo follable que estás».
«Aparece un discurso que se basa en: “¿Qué haces que no estás monetizando tu capital erótico?” Eso es la captación, un discurso que no contempla todas las realidades. Te miente. No hay un solo consentimiento dentro de prostitución que no sea un consentimiento viciado. En el primer momento en el que hay una transacción económica para conceder un consentimiento, ese consentimiento está viciado de base. Esté precaria o no precaria la mujer, el trato se vicia a través del dinero, y ya no digamos a través de coacciones, mafias, amenazas, deudas…».
Normalizar la violencia sexual
«No hay ninguna puta que esté acomodada económicamente, que tenga estabilidad y esté dentro de la prostitución. Con la cantidad de mujeres que me he cruzado, con todos los años que estuve dentro de la red de la prostitución, desde los diecisiete a los treinta años, ni una me ha dicho: es que estoy aquí porque quiero. Que no lo digas cara a la galería lo puedo entender, pero en un ámbito privado… Todas las mujeres tienen familias proxenetas, o son madres proveedoras de familia, o tienen grandes deudas contraídas con mafias, o tienen grandes deudas contraídas con bancos. El punto de la construcción de la mujer como prostituta, como prostituida o como puta, es normalización de la violencia sexual. Hablamos de la socialización sexual de las mujeres y la socialización sexual que tienen los hombres, sumado a un riesgo de exclusión muy grande. Esto, siempre que estemos hablando fuera de las mafias y del tráfico de mujeres».
Según la última estadística del Instituto de la Mujer sobre prostitución y tráfico, elaborada con datos del Consejo General del Poder Judicial, en 2021, el último año del que se disponen de datos, el número de víctimas de tráfico —del que se tiene constancia porque hay sentencia judicial— casi triplicó al anterior.
«Las mujeres llegan a la prostitución no solo a través de redes de trata. Muchas llegan migradas a este país, con sus estudios, con un proyecto de vida muy alejado del sistema prostitucional, pero acaban dentro. No las ha captado ninguna mafia. ¿Cómo han llegado? Pues a través de un discurso capcioso. Creo que contemplar la prostitución como un medio para subsistir, porque no es un trabajo, o como alternativa o como supervivencia es una cosa muy cultural. A las mujeres siempre se les ha dicho que tienen un negocio entre las piernas, que siempre pueden sacar adelante a su familia chupando pollas. Esto a los hombres no se les dice, yo no lo he escuchado en mi vida. No se contempla para el varón».
Alrededor de un tercio de los hombres (el 32,1%) reconoció haber pagado por mantener relaciones sexuales, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). La ministra de Justicia, Pilar Llop, declaró que España es «el primer país europeo en consumo de prostitución». Los datos más recientes cifran en 45.000 personas el número de mujeres prostituidas.
El léxico, la retórica y las construcciones que emplea Carol sorprenden. Más teniendo en cuenta que fue separada de una educación normalizada. Le pregunto al respecto, sonríe y suelta un par de referentes. Pero le quita importancia, apela al sentido común: «Si vas tirando de la madeja sale solo. Un poco de feminismo, un poco de realismo, sensibilizar a la gente y reflexionar. Creo que simplemente se trata de desarrollar un profundo sentido de justicia y, por supuesto, leer y escuchar a otras filósofas. El feminismo me ha ayudado a reconvertir toda mi mochila. Tenía una mochila superpesada de culpa, de vergüenza. Fueron muchos años en los que no podía hablar con nadie. Años de silencio».
La periodista Lucía Litjmaer habla del golpe en la cabeza, ese momento en el que una mujer es consciente de la desigualdad entre sexos. El 'golpe en la cabeza' de Carol le ha dado un discurso nítido: «Un sistema que te putifica, te pornifica, que te ofrece como objeto no puede estar bien. No puede estar más alejado del feminismo, de la ética. De cualquier corriente ética».
Ética y educación sexual
A Carol L. (ocultar el apellido es una forma de limitar el acceso a su intimidad) la conocí en una charla sobre consentimiento y sexoafectividad en un instituto público de L’Horta Nord. De forma natural, al entrar en contacto con asociaciones y entidades contra la violencia machista, comenzó a hacer divulgación pedagógica sobre el abolicionismo de la prostitución. «Al principio, cuando voy a dar una charla, tienen una expectación muy grande: "wow, viene una puta". Me encuentro con una normalización de la violencia sexual enorme por parte del alumnado. Cuando les pregunto ¿Qué es la sexoafectividad? Me responden cosas como que es una adicción, un vicio, una dependencia… ¿Hola?, ¿qué tal? Que esta gente ya es activa sexualmente. Tienen antes relaciones sexuales que afectivas en profundidad. Si no atajamos pronto, se produce la normalización de las violencias sexuales, y después nos toca resolver traumas. Podemos evitarle el dolor a la gente».
¿Hay una fórmula para educar a los adolescentes y que sean conscientes del problema de la prostitución? «Por supuesto: protocolo de prevención y de sensibilización dirigido a alumnado y profesorado. Se debería partir de la base de la no cosificación, y a partir de ahí ir construyendo. Abogo por la ética. Abogo por la perspectiva abolicionista profunda. Todo lo demás, ya tendrán tiempo a conocerlo en su madurez. Ahora hay que hablarles de sexo sano, seguro, deseado y deseable. Eso es lo que hay que trabajar, esas primeras bases. Para prevenir violencias hay que dar a entender que nadie es un objeto, que no somos cosas para dar placer a otras personas».
«Vamos a ofrecer unas herramientas para tener una sexualidad sana. Temas que me vuelan la chapa: que es más importante el consentimiento que el deseo. ¿Desde cuándo? Cuando empiezas a tirar de semántica, y les preguntas sinónimos de consentimiento, comienzan a entender que el consentimiento está alejado de una sexualidad sana. ¿Y qué está en una sexualidad sana? La libertad de desear, de decir que no, el deseo recíproco, mutuo. Les vuela la cabeza, porque sus referentes sexuales no hablan de esto. Sus referentes son los que ven en el porno». Carol remite a las reflexiones del sociólogo Lluís Ballester. Para Ballester, la actual configuración del porno no es adecuada a ninguna edad. La forma en la esta industria crea narrativas, promociona un tipo de sexualidad negativa, en la que se hace alarde de la cosificación de la mujer. «Escuela de machismo», en palabras del sociólogo.
Carol observa la situación educativa como «un juego de luces y sombras. De repente, con un par de pinceladas que les des, empiezan a entender la realidad. Aprenden. Pero veo lagunas, sino tendríamos el trabajo ya hecho. Veo una necesidad imperante de coeducación dentro de los ámbitos educativos. También estoy tremendamente preocupada con el universo académico, donde se está colando discurso proxeneta. Estamos metiendo el discurso capcioso en este ámbito, y distintas parafilias en el educativo. Vamos de camino a normalizar la pedofilia»
¿Se podrá abolir la prostitución?
«La prostitución está sostenida desde tiempos inmemorables. Al igual que otras violencias, pero que se han podido erradicar». Esclavitud, maltrato animal, segregación racial… actos que hoy en día consideramos abominables, pero que analizados, guardan un preocupante paralelismo con la prostitución. «Creo que la abolición de la prostitución no está tan lejana. La falta de impunidad subyace. Piensa en los burdeles que están en la carretera. ¿Cuántas familias pasan por delante de calles donde hay mujeres prostituidas, o delante de los clubs de puteros? Porque no son clubs de putas, son clubs de puteros. Si fueran club de putas, las putas estarían en chándal o en pijama y con los pelos sin hacer».
En la segunda semana de febrero, Valencia Plaza comunicaba el movimiento de la consellera de Justicia, Interior y Administración, Gabriela Bravo, para instar a los ayuntamientos de la Comunitat Valenciana a que se sumaran a la lucha para abolir la prostitución mediante la aprobación de la ordenanza que «persigue al prostituidor» y protege a las víctimas. Bravo, en un comunicado, ponía el foco en «seguir sumando fuerzas para conseguir erradicar esta violencia, ya que la prostitución es una cuestión de derechos humanos y de dignidad de las mujeres». El activismo político y social de València es uno de los motivos por los que Carol reside en la ciudad. «Me vine para València porque siento que hay una proximidad en el posicionamiento político, que el evolucionismo está fuerte. Baleares es bastante proxeneta y allí fui prostituída».
¿Y las corrientes antiabolicionistas? ¿Son compatibles con el feminismo? «Creemos que por ser mujer ya se es feminista. Hay una falta de análisis. El feminismo tiene una constante de acciones. De entrada, cara a la galería tanto el sector proxeneta como el sector puta-libre-feminista, se desmarcan de la trata. Obviamente, de la trata nos desmarcamos todas. Pero no dejan de ser discursos proprostitución, porque lo que acaba flotando es que los hombres tienen derecho a comprar el consentimiento de mujeres precarizadas. Para conseguir una eyaculación, sentirse mejor, desahogar sus putas penas… lo que sea, pero nunca se habla del bienestar de las mujeres. Porque si hablamos del bienestar de las mujeres, no hablamos de ponerles pollas en la boca, en el culo o en la vagina, hablamos de ofrecerles una vida saludable. Ya no voy a decir digna, voy a decir saludable, con todos los factores que comprenden la salud».
Bajo el lema Trabajo sexual es trabajo, se plantean modelos como el neozelandés o el proderechos, donde se conceptualizan a las personas que ofrecen servicios sexuales como trabajadoras, enmarcándolas dentro de distintas reglamentaciones. «Estos discursos son proxeneta y proputero. No hace falta más que hacer dos minutitos de análisis, dos minutitos de ética, y salen a la luz las falacias».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 101 (marzo 2023) de la revista Plaza
No quedan discursos para salvarse. Las ideologías son podredumbre. ¿Quién puede creer ya en algo? Ante tal descrédito sólo cabe la resistencia de un dandismo moral. Una camisa blanca, bien planchada, es enmienda principal a la fealdad del mundo