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reflexionando en frío / OPINIÓN

No todos los empresarios son CEO

10/05/2023 - 

"Para mí sólo es empresario aquel que paga a sus trabajadores acorde al convenio", me dijo en una charla radiofónica la directiva Eva Toledo. Llevo semanas dando vueltas a esa cita lapidaria, tan característica y elemental que deberían grabarla en las entradas de las escuelas de negocios como se selló en el vestíbulo de la Academia de Atenas la premisa de que no entrase nadie que no supiese geometría. Es importante esa indisoluble circunstancia para ser empresario porque llevo tiempo pensando en la inflación de los CEO en España; por eso ese matiz es una cura de humildad para todos aquellos con aires de lobos de Wall Street a la española.

Navega uno por las aguas de Linkedln contaminadas de ego y se da cuenta de que cualquier persona que ha tenido la valentía de emprender se convierte en CEO. ¿Pero y eso qué es? Estarán diciendo los analógicos o los que se resisten a sucumbir a los anglicismos: pues es la nomenclatura de Chief Executive Officer, que en cristiano viene a ser el puto amo de la empresa, el que manda, vamos; queda siempre mucho mejor ponerlo en inglés que en español, que sería algo así como Gerente. Como ven, no tiene ni de lejos el mismo postín. Ojo, que ahora vivimos en un mundo libre en el que todo el mundo puede ser lo que desee, lo que ocurre es que muchos empresarios adoptan esa nomenclatura teniendo a un empleado en nómina. Se creen Juan Roig cuando en la cruda realidad se parecen más a Antonio Recio, ese mayorista de la serie La que se avecina que vendía a mucha honra pescado a domicilio. En la red social de la vanidad uno se encuentra tantos empresarios de éxito como egos desmesurados que no cabrían ni en la infinidad de la nube digital; el problema está en que, en ocasiones, el orgullo del supuesto Mánager es más grande que su balance de situación.

No todos los empresarios generan trabajo, algunos generan precariedad. Esos gerentes -soy más de españolizar las palabras- son a los que hacía referencia Eva Toledo. Deberíamos grabarnos a fuego esa distinción entre los que son empresarios y los que no, porque hay mucho jeta creyéndose por encima del bien y del mal por haber emprendido. Cuando Podemos y el resto de las izquierdas más escoradas atacan a los directivos deberían focalizar esos reproches en los CEO de pega. Mi defensa acérrima a Juan Roig y a Mercadona nace precisamente de la protección salarial a sus empleados. Necesitamos inversores que creen riqueza para el país desde el Estado hasta las familias. El profesional que no paga un salario digno a los trabajadores no es empresario y ni mucho menos CEO. En lugar de adornar sus redes sociales corporativas con medallas de papel de plata deberían comportarse como lo que dicen ser. 

Siempre que leo en un perfil eso de CEO pienso en lo que esa persona querrá demostrar con ese alarde artificial. Lo que ocurre después es que les queda grande y fundan una empresa sin haber dibujado una hoja de ruta. Hablaba en una ocasión con mi amigo el empresario Vicente Armengol sobre la necesidad de saber construir una marca empresarial distintiva sin dejar espacio al azar. Me acordaba de aquello que decía tantas veces Alberto Chicote sobre los bares que se abrieron con la crisis del 2008 ante el incremento del paro. El chef insistía desesperado en que la recesión llevó a muchas familias a abrir una tasca con la idea preconcebida de que era fácil conseguir clientes y que el negocio funcionase; hasta la cafetería de la esquina necesita una visión empresarial, si no, está abocada al fracaso. Desgraciadamente hay muchos con menos idea de consolidar una compañía que Manolo el del restaurante de bocadillos de calamares de enfrente; ahí está él, haciendo bocatas, sin LinkedIn, a punto de expandir su negocio, tú mientras tanto vas dando palos de ciego, sin rumbo, sin saber venderte, pero bueno, eres CEO.     

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