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Netflix, última forma de amar

26/06/2022 - 

Hay un poema muy conocido de Pedro Salinas que comienza así: No quiero que te vayas, dolor, última forma de amar. El texto habla de una separación y de cómo el amante se aferra al dolor, tiempo después, porque es lo único que le queda de lo que fue un gran amor. Lo siguiente es el olvido, el peor de los destinos para una historia romántica. Ya que hablamos de poesía podemos recordar también esos versos de Bécquer que se lamentaban de lo mismo: Los suspiros son aire y van al aire / Las lágrimas son agua y van al mar / Dime, mujer, cuando el amor se olvida / ¿sabes tú adónde va? 

Es muy triste reconocer que quien lo fue todo para ti ya no te produce ni frío ni calor y por eso nos cuesta cicatrizar las heridas. Mientras sangren un poco, seguiremos conectados con ese amor. Incapaces de soltarlo del todo.

Hoy en día Salinas podría decir: No quiero que me cortes Netflix, última forma de amar. ¿Y por qué digo esto? Pues porque he observado que desde que se popularizaron las plataformas de contenidos audiovisuales se han generado curiosas dinámicas con las parejas y las exparejas. Por un lado está la custodia de los hijos y de las mascotas. Por otro el reparto de bienes comunes: ese momento de lloros y recuerdos felices en el que se meten objetos en cajas (con sus momentos conflictivos de qué pertenece a quién). Pero las plataformas son algo nuevo propio de estos tiempos fluidos. Un inesperado elemento a gestionar por las parejas que por obra y gracia de las contraseñas compartidas puede quedarse con ambos ex a la vez.

 Lo que no está exento de problemas. Al contrario.

Foto: FREESTOCKS.ORG

Una de las primeras cosas que se comparte con los nuevos amantes, casi como un rito de iniciación, es la clave de las plataformas. Esas tardes con la excusa (porque todos sabemos cómo suele acabar) de ver algo intelectual en Filmin para parecer guay delante del ligue de turno, por ejemplo, son la primera pista que hunde a tu ex cuando descubre el nuevo visionado. 

¿Por qué ha añadido un nuevo dispositivo? ¿Ya está con alguien? ¿Ya me ha olvidado?

Las plataformas compartidas se convierten en un tormento en el que imaginamos a veces más de la cuenta: ¡Ha visto de nuevo su película favorita, eso significa que se la está enseñando a alguien, o sea que con esta persona se está abriendo en serio!

Donde hay también mensajes encubiertos (a veces solo imaginados): está feliz porque ve muchas pelis de humor; está fatal porque solo ve pelis tristes, tal vez tenga que llamarla/lo; no ve pelis eso es que tiene mil planes, no como yo que no tengo ninguno; ve muchas pelis, eso es que está en casa deprimido/a, ay pobre… y así podemos especular o mandar mensajes en clave hasta el infinito. A lo que se suman las competiciones por alegría, tristeza, intelectualidad para que descubras lo interesante que soy cuando ya no me tienes. O venganzas:

¿Ahora ve esa peli que le dije mil veces que quería ver? Pues voy a acabar yo la serie esa que le obligué a dejar porque no me gustaba...

Foto: KAROLINA GRABOWSKA/PEXELS

Compartir plataforma con tu ex trae mil calentamientos de cabeza y pocas ganas de arreglarlo cambiando la contraseña o directamente hablando con la otra persona para ver cómo se gestiona la cosa. ¿Por qué? Porque para los poetas el dolor es la última forma de amar, de recordar lo que fue y seguir manteniendo algo de la llama viva… Pero para el común de los mortales es Netflix. Filmin, HBO, Disney... Romper el vínculo de una plataforma es escenificar el fin del amor y todos sabemos que eso es muy duro. Nunca la ruptura es limpia. Quedan flecos, dudas, esperanzas de reencontrase en un momento mejor, ganas de saber de esa persona… o en el peor de los casos, rencores que por alguna masoquista razón mantenemos. Sea como sea, compartir contraseña es mantener un hilo sutil que sigue uniendo a los ex. Normalmente tóxico, pero no siempre somos capaces de cortar a las bravas así que ahí seguimos, multiplicando los hilos que se cruzan. Compartiendo la contraseña con mi nueva pareja, mi expareja. la nueva pareja de mi expareja y quién sabe qué nos deparará el futuro. Tal vez, en unos años, una amante acabe compartiendo conmigo mi propia contraseña. 

Será un final circular de esos que tanto gustan a los novelistas...

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