MURCIA (EP). El año 2022 se torna para muchos como un año de revaluación: más consciente de sus puntos débiles y sus posibles desafíos, el mundo tendrá que abordar los daños, las limitaciones, las restricciones y los desafíos cosechados en el pasado de cara a la futura toma de decisiones.
Con un menor grado de incertidumbre, la comunidad internacional tendrá que dar respuesta a numerosas tensiones geopolíticas mientras lidia con el aumento de los precios y la imperante necesidad de tomar medidas frente la creciente crisis climática, un asunto que apremia.
El año arranca con el mundo aún sumido en la pandemia de coronavirus, si bien los avances en materia de vacunación y la aparición de variantes presuntamente menos peligrosas podrían facilitar una salida paulatina de la crisis sanitaria para poner fin al que será sin duda uno de los acontecimientos más importantes de este siglo.
Así, con un futuro menos incierto que en anteriores ocasiones, los liderazgos internacionales serán sometidos a examen en elecciones clave que tendrán lugar en países como Francia, Brasil y Hungría, y que podrían suponer un giro hacia la derecha y un aumento de los discursos reaccionarios en la esfera internacional.
El año 2022 se construirá sobre las consecuencias de las distintas crisis internacionales que hemos ido arrastrando y que, a nivel europeo, son relevantes. Para Pol Morrillas, presidente del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), lo que caracterizará 2022 "no son tanto los episodios de crisis" que podrían darse sino la "simultaneidad de transformaciones estructurales en las que nos estamos viendo inmersos y ante las cuales existe un déficit de gobernanza".
"Esto hace que el sentimiento de desamparo por parte de las distintas sociedades, el miedo y la ansiedad ante estos cambios, vaya en aumento. Precisamente por este déficit institucional, de disfuncionalidad de instituciones internacionales y mecanismos de gobernanza global", analiza.
Los planos comercial y energético seguirán teniendo una especial trascendencia en un escenario en el que China y Estados Unidos se han erigido como la principal rivalidad en torno a la que se estructura el sistema internacional. Los mecanismos de ajustes en las fronteras y la imposición de sanciones en el plano político-económico podría desencadenar una guerra comercial o provocar tensiones comerciales relevantes, mientras los flujos migratorios continúan y las crisis de gestión migratoria siguen sin solventarse.
A esto se suma la certificación del gasoducto Nord Stream 2, que llevará gas de Rusia a Alemania a través del mar Báltico pero cuyo trámites de autorización se están viendo obstaculizados, algo que repercute en gran medida en los consumidores. Estados Unidos y Alemania alcanzaron en julio un acuerdo para finalizar el proyecto del gasoducto, al que inicialmente se opuso la Administración del presidente Joe Biden al considerar que se trataba de una iniciativa que Rusia podría usar para ganar influencia.
Desde la Unión Europea son varios los frentes: Polonia y Hungría siguen recibiendo ultimátums y los distintos gobiernos, el de España incluido, tendrán que demostrar si son capaces de avanzar en su implementación del fondo de recuperación europeo, lo que podría provocar tensiones en el seno del bloque comunitario.
Las crisis continúan a la orden del día. El Brexit sigue dando coletazos, la crisis de refugiados va en aumento y la situación entre Rusia y Ucrania parece preocupar a la OTAN, que prevé reunirse con Rusia a principios de 2022 para abordar las tensiones en la frontera.
Aunque el eje de la conversación global estará en la región del Indo-Pacífico, habrá una necesidad de centrarse en cuestiones más cercanas, lo que podría llevar a la UE a pensar en una clave más comunitaria y dejar de lado sus aspiraciones globales.
2022 será un año con procesos electorales relevantes, en el que algunos gobiernos ultraderechistas podrán a prueba su futuro político en las urnas, como en Serbia, Brasil o Hungría. Esto no evitará que estos movimientos reaccionarios traten de hacerse un hueco en otros países, como en Francia o Estados Unidos, donde tendrán lugar las conocidas 'midterm' bajo el fantasma del expresidente Donald Trump.
Carme Colomina, investigadora principal del CIDOB, considera que será un año de "explotación de los miedos" dada la desconfianza en las instituciones. "Muchos de estos miedos son resultados de la pandemia, pero la mayoría ya eran anteriores y se están agravando", alerta.
"Son miedos legítimos, las desigualdades han crecido y seguirán aumentando en 2022, mientras se instaura una política y economía del miedo, una instrumentalización que busca sacar beneficios", recalca.
Las sociedades polarizadas de Túnez, Chile y Bielorrusia, además, votarán en el marco de varios referéndum constitucionales, mientras China celebra su 20º congreso del Partido Comunista. Los gobiernos tendrán en 2022 que moverse entre medidas restrictivas y un germen importante de conflictividad social y polarización dado el agotamiento de algunas capas de la sociedad.
A mediados del próximo año España albergará la cumbre de la OTAN, donde se abordará un nuevo concepto estratégico y se analizará la convergencia y confianza entre Washington y sus aliados europeos, entre otras cuestiones, mientras el año se dirige hacia la COP27, que tendrá lugar en Egipto y permitirá abordar la crisis climática.
En 2022, 274 millones de personas en 63 países necesitarán protección y asistencia humanitaria, según datos de la ONU, que alerta de un aumento significativo de las personas que necesitan ayuda en el mundo.
El coronavirus, así como los conflictos, la crisis climática y las enfermedades, han agravado las crisis humanitarias preexistentes, por lo que ahora una de cada 29 personas necesita ayuda humanitaria, una proporción que en 2021 era de una por cada 33.
Para hacer frente a esta situación, Naciones Unidas necesitará unos 40.000 millones de euros en un año que podría acarrear múltiples hambrunas y dejar fuera de la escuela a millones de niños en todo el mundo.
Las crisis han ampliado su alcance geográfico dentro de Estados ya debilitados. Además, las necesidades humanitarias han aumentado a lo largo del último año a causa de catástrofes naturales como terremotos y huracanes. Países como Afganistán han sufrido a su vez la peor sequía en casi tres décadas, por lo que la población se enfrentará reservas de alimentos insuficientes, una situación que podría empeorar ante el rápido y sostenido aumento de los precios de los alimentos básicos.
En este sentido, varios países africanos podrían sufrir un deterioro de su situación a lo largo de 2022, especialmente debido a que algunas partes del continente, como el Cuerno de África o la región del Sahel, están expuestas a un aumento de la violencia y los conflictos armados a causa del impacto del cambio climático y la expansión de las redes yihadistas.