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Mario Conde: anatomía de un 'yuppie'

Muchos jóvenes querían ser como él. Mario Conde, el abogado del Estado que llegó a ser banquero, fue un modelo en la España de la 'beautiful people'. El mito cayó con la intervención de Banesto. Le esperaba la cárcel. 

1/12/2023 - 

Con su pelo engominado, sus camisas de cuello duro, el nudo desafiante de sus corbatas de pala ancha y los trajes cortados a medida parecía un personaje sacado de las páginas de El gran Gatsby. Una mañana de enero de 1995 el cartero dejó una carta en el buzón del apartamento de Logroño donde yo vivía. En el remite aparecían las siglas M. C. y las palabras Alcalá-Meco por dirección. 

Abrí la carta. Era él, Mario Conde, escribiéndome, de su puño y letra, una carta desde la celda de la cárcel en donde había ingresado, en prisión preventiva, el 23 de diciembre del año anterior. Su carta era respuesta a una que yo le había mandado días antes en las que le expresaba mi apoyo. Recibió cientos en esas semanas. Como muchos jóvenes, yo era un admirador del banquero, a pesar de todo. Leí todos los libros de Jesús Cacho sobre él. También me hice cliente del Banesto y no retiré mis ahorros el día en que el Banco de España, dirigido por Luis Ángel Rojo, intervino la entidad  al detectar un agujero patrimonial de 450.000 millones de pesetas. Conde y el resto del consejo de administración fueron destituidos de sus cargos. 

El abogado y expresidente de Banesto, Mario Conde. Foto: JOAQUÍN CORCHERO/EP

La mañana del 28 de diciembre de 1993 —Día de los Santos Inocentes— se hizo añicos el mito del banquero gallego. Había sido amigo de Don Juan y se trataba con Don Juan Carlos. Sólo pocos meses antes de la intervención, el entonces rey de España asistió a la investidura de Conde como doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid. El entonces rector de la Complutense, Gustavo Villapalos, puso a Conde como modelo de la juventud española. Era el prototipo de yuppie que despertaba la envidia y los elogios allá donde iba. 

El mayor pelotazo de la década

Conde parecía estar tocado por la mano de Dios. Un elegido entre los elegidos. Vino al mundo en Tuy en 1948; estudió en el colegio de los Maristas de Alicante, donde conoció al siempre turbio José Bono. En Deusto estudió la carrera de Derecho. En 1973 fue el primero de su promoción en las oposiciones a abogado del Estado. Sacó la mejor nota de la historia. En 1977 comenzó a trabajar como director general adjunto de la farmacéutica de Juan Abelló. Se hicieron amigos; luego serían enemigos. Conde y Abelló dieron el gran pelotazo de los ochenta. En 1987 vendieron su participación en Antibióticos a la italiana Montedison por 58.000 millones de pesetas. Era la época de los yuppies, de la beautiful people, de los Albertos, Mariano Rubio y Carmen Posadas, de las no bragas de Marta Chávarri, el país europeo donde uno podía enriquecerse más rápidamente, según el exministro de Economía, Carlos Solchaga

Con el dinero de aquel pelotazo, Abelló y Conde entraron como vicepresidentes en el consejo de administración del Banco Español de Crédito. El Banco de Bilbao, en manos de José Angel Sánchez-Asiaín y Emilio Ybarra, presentó una OPA para hacerse con Banesto. La operación tenía el visto bueno del poder felipista. Fracasó porque Conde convenció al consejo para que la rechazara. En 1987, con sólo 39 años, fue elegido presidente de la entidad en sustitución de Pablo Garnica. Nadie tan joven había llegado a la cúpula de uno de los grandes bancos españoles. 

Conde entró en un coto reservado para las familias de toda la vida: los Botín, Garnica, López de Letona, etc. Por eso fue visto como un advenedizo, un aventurero al que había que cortarle las alas. Se las cortaron. Conde, arrogante y temerario, iba a morir de éxito. Se creyó que podía echarle un pulso al Sistema —al que dedicó uno de sus libros— y ganarlo. El Sistema acabó con él. Era demasiado peligroso, demasiado osado, demasiado inteligente para el establishment. Después del fracaso de Aznarín en las elecciones generales de 1993, Conde se dejaba querer como futuro líder del centro-derecha español. No le dio tiempo a dar el paso porque su cabeza rodó por las escalinatas de la sede del banco, hoy una galería comercial para muy ricos. 

Honrando su tradición, España hizo y deshizo el mito de Conde. Parece que acumuló méritos para que lo metieran en la cárcel, aunque él lo ha negado todo. Fue condenado por el caso Argentia Trust y, años después, el Supremo le impuso una pena de 20 años por delitos de estafa y apropiación indebida, en el caso Banesto. Sólo cumplió cuatro años —de 2002 a 2006— gracias a los beneficios penitenciarios. En 2016 la Guardia Civil lo detuvo por una trama de blanqueo de capitales. La cosa, al final, quedó en nada.

Sonoros fracasos en sus aventuras políticas

Lo intentó en política. Como candidato del CDS concurrió a las elecciones de 2000. Cosechó el 0,1% de los votos. Lo volvió a intentar en las elecciones al Parlamento gallego con similar éxito. 

El exministro de Industria y de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga. Foto: RICARDO RUBIO/EP

Después de casarse dos veces tiene hoy a una marquesa por pareja. Viven en la finca sevillana de Los Carrizos. Conde se mantiene en el top ten de la lista de morosos de la Hacienda pública española. Cultiva la espiritualidad (qué paradoja en un hombre tan dado a acumular bienes muebles e inmuebles); practica el budismo y ha estudiado la cábala judía. Hasta tiene un libro publicado sobre el tao. 

La última foto pública de Conde es la de su encuentro con Macarena Olona. Se les ve sonrientes. Los dos son abogados del Estado y alcanzaron esa cosa tan ridícula y perecedera que es la fama. ¿Tramaban algo contra Vox?

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