El joven autor Pablo R. Coca publica Cosas que nos pesan, un libro en el que habla sobre la experiencia de ir al psicólogo siendo psicólogo y que derriba tabús sobre la salud mental
MURCIA. Abundan en Instagram las viñetas de autoayuda, esos pequeños textos que en un formato 1:1 prometen una vida mejor siguiendo tan solo “5 consejos que cambiarán la forma en la que ves la vida” o “3 maneras de lidiar con tu ansiedad”. Muchas veces partes de estas cuentas, que forman parte del universo de la charlatanería de las redes, suelen ser llevadas por "pseudopsicólogos" que prometen un mundo ideal con teorías sacadas de la manga. Este tipo de perfiles ensombrecen otros como el de Occimorons, detrás de quien se encuentra el joven Pablo R. Coca, quien sí que es piscólogo de verdad y ejerce de ello. Ahora, tras dos años de andanzas por redes, publica Cosas que nos pesan, un libro que cuenta una historia de superación y de acercamiento a la figura del psicólogo a través de un relato intimista y al mismo tiempo con conceptos muy identificables.
En abril del 2020 Pablo publicaba la primera viñeta en Instagram, ya con un concepto explicado de forma sencilla y abarcable, con lo que logró que muchas personas se sintieran identificadas y comenzaran a seguirle. Ahora ese grupo ha aumentado a 150.000, fieles que siguen día tras día los consejos del autor quien admite que con motivo de huir de la charlatanería en redes cabe un factor clave de responsabilidad, por doble partida: “La responsabilidad la tenemos nosotros como creadores de contenido, sobre saber que compartimos y que no en las redes”, explica sobre aquellas personas que creen ciegamente en estos posts, “por una parte está la responsabilidad del propio creador en saber dónde puede meterse y donde no y la responsabilidad de la persona que consume el contenido en averiguar un poquito más sobre la cuenta que alberga la información”.
Comprendiendo esta responsabilidad ética y moral con el lector nace Cosas que nos pesan, un relato en clave de cómic sobre la salud mental que se guía a través de varios personajes, entre los que se encuentran Occi y Morons, quienes permiten despersonalizar el relato para su mejor comprensión: “Cada uno de ellos puede ser uno mismo o un amigo, también pueden atribuirse a un contexto o un tema en concreto. Al final lo que sirve es para verbalizar ciertas circunstancias, como si fuera una voz interior que ayuda a lidiar con las cosas”. Confiesa Pablo que no es muy fan de la terminología impuesta, casi de forma obligada, en su universo de psicología y que a través de sus historias prefiere tratar las coas “de forma amable y fácil” sin abusar de vocablos poco entendibles. Esto en parte es una clave para no etiquetar las cosas, y que para cuando se vea el problema plasmado en las páginas se pueda entender eso de pedir ayuda sin ponerle una etiqueta. Esa lectura general le ha llevado en parte a su éxito, en el que se encuentra ya en la séptima edición del libro en menos de un año de su lanzamiento.
Todo esto llega en un momento en el que los psicólogos se están haciendo “más accesibles” en cuanto a informar, y cuando las personas están más receptivas de cara a la conversación de la salud mental, sin embargo aún sigue resultando tabú o inaccesible para todos la idea de ir al psicólogo: “Supone un esfuerzo económico muy grande, yo he llegado a conocer historias de un mismo núcleo familiar en el que tienen que decidir cuál de los dos miembros de la familia puede ir y cual no”, explica Pablo, “y para aquellos que se lo pueden permitir no siempre pueden hacerlo, aunque alguien te diga que vayas al psicólogo es necesario que la persona tenga la predisposición directa de ir”. Es por ello que Pablo se presenta como "psicólogo que va al psicólogo", que aunque parezca una obviedad se puede ver ensombrecida por esos nuevos gurús que habitan las redes y que montan consulta donde no debería haberla.