MURCIA. Vivir más años, pero preservando la calidad de vida es una de las grandes ambiciones del hombre desde sus orígenes. Y se puede decir que, en gran medida, lo ha conseguido. La esperanza de vida para los hombres en 2023 se situará en 81,8 años y en 87 para las mujeres, según las últimas estadísticas del INE al respecto. La misma institución recogía que la esperanza de vida en España entre 2000 y 2020, había pasado de 75,9 a 79,6 años, en el caso de los hombres, y de 82,7 a 85,1 años, para las mujeres.
La esperanza de vida está considerado uno de los Indicadores de Desarrollo Sostenible, aunque ahora choque con otro problema dominante en las sociedades más avanzadas como es el de la escasez de nacimientos, circunstancia a la que algunos expertos se refieren ya como la ‘espiral de la muerte poblacional’. Pero ese es otro problema.
La immortality-as-a-service es una nueva tendencia tecnológica que apunta a alargar la vida de los humanos en buenas condiciones y en cuya oportunidad de negocio se asientan ya importantes compañías de todo el mundo.
En la carrera entran empresas como Alto Labs, respaldada por Jeff Bezos y Yuri Milner, donde se dedican a investigar el rejuvenecimiento celular que promete aumentar la esperanza de vida de los seres humanos y, en última instancia, revertir y ralentizar el envejecimiento; la biotecnológica Calico, impulsada por Google, también con el objetivo de combatir el envejecimiento y las enfermedades asociadas; la malograda y fraudulenta Theranos de Elizabeth Holmes, o Neuralink, una empresa de neurotecnología cofundada por Elon Musk que, además de crear una interfaz cerebro-ordenador para ayudar a pacientes con parálisis cerebral y otras enfermedades mentales, también promete contribuir a la longevidad de los seres humanos.
Dentro del concepto de inmortalidad como servicio se incluyen soluciones emprendedoras de todo tipo, gran parte de ellas relacionadas con la salud y la investigación científica. La neurociencia, la terapia génica, la inteligencia artificial, la biotecnología o la medicina regenerativa, serían claves en el avance de esta industria.
En cuanto al uso de genes para tratar o prevenir enfermedades, España se anticipó a todos. Aunque la herramienta ha evolucionado mucho, Francisco Martínez Mojica, microbiólogo e investigador en la Universidad de Alicante, fue precursor de la edición genética gracias a su contribución con CRISPR, tecnología que algunos consideran el descubrimiento biotecnológico del siglo.
El potencial de CRISPR es brutal dada su capacidad para copiar y pegar genes de un sitio y trasladarlos a otro, es decir reescribir el genoma de los seres vivos y corregir todo aquello que va mal, incluyendo enfermedades de cura insospechada hasta el momento. Aunque esta tecnología tiene múltiples aplicaciones, es en el ámbito de la salud donde se revela más prometedora. Numerosos laboratorios buscan nuevas aplicaciones clínicas basadas en esta herramienta. Un ejemplo lo encontramos en Verve Therapeutics donde, entre otras cosas, investigan su uso para acabar con el colesterol alto.
En cuanto a la medicina regenerativa, científicos y clínicos no dudan en calificarla como la tercera revolución de la medicina, dado su potencial para restablecer tejidos, órganos y promover el antienvejecimiento. En esta línea se mueven startups nacionales como Histocell, donde estudian el uso de células madre para reparar tejidos u órganos dañados, o Regemat 3D, con el foco puesto en la industria de la biofabricación uniendo la ingeniería de tejidos con la medicina regenerativa.
Otra tecnología que logró acaparar el interés de la comunidad científica es la bautizada como BrainEx con la que un equipo de científicos de la Universidad de Yale (EE.UU) consiguió restablecer la circulación sanguínea cerebral en cerdos horas antes fallecidos. La tecnología desarrollada se basaba en un fluido diseñado especialmente para proteger a las células de los órganos y tejidos y retrasar así su deterioro. Aunque el equipo de investigación empezó con la parte del cerebro, posteriormente decidieron continuar con otros órganos del cuerpo con una tecnología similar que ahora denominan OrganEx y con la que han conseguido revivir la función de células y órganos en cerdos una hora después de su muerte.
En cualquier caso, aunque hablamos de una industria todavía incipiente, los inversores se sienten atraídos por ella alentados por unos rendimientos que sospechan certeros. El emprendedor e inversor alicantino Iñaki Berenguer ha sido uno de los primeros en alinearse en España a esta tendencia. Para promover startups que procuren alargar la vida de las personas y del planeta ha creado en Nueva York, junto a Amol Sarva, el fondo LifeX Venture dotado, inicialmente, con 100 millones de euros. Al proyecto se ha unido posteriormente Juan Roig, el presidente de Mercadona, a través de su brazo de inversión, Angels, aunque sea a través de una aportación minoritaria.
En principio, según contaba Berenguer, la intención con LifeX Ventures es impulsar entre 30 y 45 startups tecnológicas de EEUU y Europa aunque, hasta la fecha, en el portfolio de la página web solo figuran tres proyectos: Cortical Labs, especializados en lo que llaman “Inteligencia Organoide” (IO), OncAI, startup médica que desarrolla una novedosa solución de gestión clínica digital centrada en la inmuno-oncología, y Acy Exer Labs.
Aunque Iñaki Berenguer dijo también estar pendiente de la evolución de una startup española para invertir, aún no ha sido revelado su nombre de la posiblemente agraciada, pero una de las nacionales que más destacan actualmente en este mercado corresponde a ARTHEx Biotech, compañía biotecnológica radicada en Valencia en fase clínica. Esta se centra en el desarrollo de medicamentos innovadores a través de la modulación de microRNAs y acaba de anunciar el cierre de una ronda de financiación Serie B por valor de 42 millones de euros y liderada por Columbus Venture Partners.