MURCIA. Habrás oído que la Inteligencia Artificial va a dejarnos a todos sin trabajo. También habrás escuchado que está discriminando a mayores o a personas de cierto sexo o cierta religión. Incluso puedes haber leído que la Inteligencia Artificial es un peligro porque puede influir en nuestra forma de pensar y actuar.
Sin embargo, voy a romper una lanza a favor de la tecnología, y para ello, primero hay que entender cómo funciona y para qué se ha desarrollado.
La Inteligencia Artificial es la capacidad que tiene un ordenador (un software) de realizar tareas asociadas a la inteligencia humana como crear arte, entender conceptos abstractos, aprender con la experiencia o incluso jugar. Su objetivo es imitar la inteligencia humana a la hora de realizar alguna de estas tareas cognitivas, como el aprendizaje, el razonamiento, la percepción, la resolución de problemas o la creatividad.
Suelo explicar lo que es la Inteligencia Artificial haciendo una comparativa con la mente de un ser humano:
Imaginemos que tenemos un cerebro humano en blanco y que vamos a enseñarle una tarea, como conducir. Pues la Inteligencia Artificial sería la capacidad de ese cerebro de pensar por sí mismo para poder conducir. Pero esto no significa que ese cerebro sea capaz de realizar otras tareas. De hecho, en el momento actual, la Inteligencia Artificial, que es capaz de hacer una determinada tarea es muy complicado que pueda realizar otras, ya que están muy limitadas y no suelen comportarse bien.
También hay que entender que la Inteligencia Artificial, como el cerebro humano, necesita ser entrenada para poder realizar la tarea asignada, y será a través de diferentes entrenamientos, cada vez más complejos, cuando conseguirá realizar la tarea de manera correcta.
Actualmente se está consiguiendo que la Inteligencia Artificial pueda realizar más de una tarea a la vez, sin embargo, todavía estamos en los inicios, y estamos muy lejos de que sea como la mente de un ser humano, capaz de realizar varias tareas a la vez, como por ejemplo enviar órdenes de caminar al cuerpo (máquina), a la vez que está enviando órdenes para mantener una conversación con otra persona (interacción con otras máquinas) y además enviando órdenes para fijarse en algún detalle, como un escaparate o la puesta de sol, algo habitual que solemos hacer los humanos.
La primera Inteligencia Artificial nace en los años 30 del siglo pasado cuando el científico inglés Alan Turing puso una máquina (un ordenador) a interactuar con un humano, de manera que otro humano evaluaba las respuestas de ambos relativas a un cierto tema para discernir si éstas habían sido realizadas por la máquina o por la persona. Ete procedimiento es conocido como Test de Turing. Se formulaban preguntas en un ordenador y ambos contestaban por escrito. El test no evaluaba si la respuesta era correcta o no, sino que simplemente evaluaba si ésta podría haberla dado un humano.
Unos pocos años después, el científico John McCarthy acuñó el término de forma oficial para referirse a la inteligencia de la máquina, diciendo que la Inteligencia Artificial es aquel aspecto del aprendizaje o aquella característica de la inteligencia que puede ser simulada por un algoritmo, en definitiva, por un software.
Desde entonces, se ha avanzado mucho en el desarrollo de las redes neuronales, pero no fue hasta 1997 cuando apareció el primer ordenador que utilizó Inteligencia Artificial para competir contra un humano en una tarea determinada. Aquel ordenador fue desarrollado por IBM y lo llamó DEEP BLUE, de manera que en ese año ganó al entonces campeón mundial de ajedrez Gari Kasparov.
Posteriormente, en el año 2011, un ordenador llamado Watson también desarrollado por IBM ganó el concurso televisivo Jeopardy, donde se realizan preguntas sobre muchos temas como historia, lenguas, literatura, cultura popular, bellas artes, ciencia, geografía y deportes, y la máquina ganó a dos de sus mejores concursantes.
La diferencia entre Deep Blue y Watson era que el segundo podía aprender a medida que trabajaba y acumulaba información, además de poder interactuar con el lenguaje humano en una conversación natural.
Pese a todos estos avances, no fue hasta 2014 que una inteligencia artificial se hizo merecedora del término al hacer creer a un tercio de sus interrogadores que era un niño de 13 años llamado Eugene Goostman respondiendo a preguntas de forma natural e incluso con sentido del humor, superando por tanto el test de Turing.
Hoy en día, la inteligencia artificial ya no es una simple simulación de tareas de humanos por computadoras, sino que es toda disciplina muy eficaz para usos como el servicio de resolución de dudas por clientes, llamados bots, el tratamiento de datos masivos para la optimización de recursos, e incluso, la redacción de correos electrónicos y la creación de diseños como hace @Aitister.
Podemos distinguir dos tipos de Inteligencia Artificial, la débil y la fuerte.
Las débiles son aquellos sistemas que únicamente pueden realizar un conjunto muy limitado de tareas, por ejemplo caminar. Si intentaras que ese mismo sistema se pusiera a saltar lo normal es que fuera un fracaso. Las fuertes son aquellos sistemas que pueden realizar varios conjuntos de tareas a la vez e incluso superar a la inteligencia humana.
De momento, todos los sistemas que conocemos hasta ahora se engloban dentro de la primera definición, ya que no se ha conseguido ninguno capaz de realizar un conjunto grande de tareas sin fallar en otras.
Algunas aplicaciones donde se está utilizando Inteligencia Artificial es en la robótica (habréis visto el robot que se comporta como un perro, o las máquinas que acompañan a trabajadores en las fábricas para realizar tareas con mucho peso), la visión (por ejemplo se utilizan para clasificar frutas), la voz (quién no tiene un Alexa o un Google Home en casa). Hay muchos más ejemplos, como los sistemas de recomendación de programas o música, como Netflix o Spotify.
Sin embargo, la tarea más importante que define a la Inteligencia Artificial es la capacidad de aprender. Esta rama se denomina Machine Learning o “Aprendizaje Automático”, donde el sistema es capaz de aprender o generar un conocimiento a partir de un grupo de experiencias.
No hace falta entrar en detalles más técnicos, pero sí diremos que la Inteligencia Artificial está avanzando a pasos muy grandes, pero que, de momento, todavía necesita de una gran capacidad de entrenamientos.
Y es en este punto donde más conflictivo se vuelve el sistema, ya que quien entrena los algoritmos son humanos, y por tanto, los datos para el entrenamiento los introduce un humano, de manera que si los datos introducidos tienen un sesgo de cualquier tipo, por ejemplo de discriminación, entonces el comportamiento de la Inteligencia Artificial tendrá ese sesgo.
Imaginemos el robot-perro que comentaba anteriormente. Si ese robot se entrena para atacar a un determinado grupo social, podrá realizar las tareas habituales con su dueño, pero en el momento que pudiera visualizar a una persona de ese grupo, atacaría.
Es por eso de la importancia de la regulación de la ética y la moral de la Inteligencia Artificial, donde en este momento se encuentran trabajando las autoridades competentes para regular los comportamientos, y que de esa manera, no tengamos mayores problemas en el futuro.
Así que si ves un robot-perro recuerda que lo importante es conocer a su dueño, ya que dependiendo del entrenamiento que se le haya realizado podrá ser peligroso, o será un simple cachorro amable y bondadoso.
El autor, Alejandro Martín, es CEO de Digit-S
Puede observarse con cierto hastío la cantidad de eventos, jornadas, congresos y seminarios de todo tipo sobre inteligencia artificial (IA) a los que podríamos asistir, si no tuviéramos que lidiar con la todavía presencial y fatigosa vida real