MURCIA. A ver. Que quede claro desde el principio que el artista yeclano Lidó Rico no hace, no podría, hacer exposiciones al uso. Lo suyo es crear experiencias, transmitir mensajes, agitar conciencias e invitar a la reflexión. Por eso, cuando la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Murcia le propuso exponer en un espacio como la Cárcel Vieja de Murcia -ahora Centro de Cultura Contemporánea- se embarcó en cuerpo (nunca mejor dicho) y alma en "un viaje difícil" para establecer una unión entre su trabajo y un "espacio complejo como este". El resultado es Amotinados, un recorrido sensorial que se inauguró este miércoles y se podrá contemplar hasta el 19 de marzo, plagado de metáforas, de cuerpos que emergen con dolor de las paredes, de cerebros que guían los pasos, de retornos a la infancia y hasta de una rata muerta que se unió a una de las obras por esas cosas del destino que no pasan desapercibidas ante este artista.
Son muchos los paralelismos que plantea Lidó Rico en estas instalaciones, en las que "cada pieza es un viaje". Empezando por asegurar que "mi trabajo es una cárcel. Desde hace 35 años mi trabajo habla del cuerpo -siempre he pensado que un hombre son todos los hombres- y el cuerpo es una prisión. Vivimos en cárceles". Así, por ejemplo, en la obra Maras reflexiona sobre cómo somos tan dependientes de la estética y la cosmética: "Somos presos contemporáneos, presos tatuados por la sociedad, que nos dice lo que tenemos que pensar, cómo tenemos que vestir y todo lo que tenemos que hacer".
Para entender mejor todos estos "pellizcos" de pensamiento que abundan en la muestra el artista ha escrito una cartela para cada pieza, que "me ha llevado un esfuerzo sobre humano", con el fin de que el espectador "entre en la obra" y se enfrente a ella de otra manera, si miedos. "Porque de emociones entendemos todos", dice sobre acercar el arte contemporáneo al público. "Mi trabajo quiere ser, en ese sentido, un puñetazo en la mesa. No permitamos que nos digan qué pensar".
En este punto, Lidó Rico recuerda que "todos estos cuerpos que salen de las paredes soy yo, yo me traduzco metiendo mi cuerpo en escayola y jugándome la vida. Ese proceso tiene un plus y es lograr atrapar el tiempo -también el dolor que experimenta-, que es algo que el hombre, por muy rico y listo que sea, no puede detener".
La interactuación es fundamental en estas instalaciones, como se muestra especialmente en la obra en la que se representa en amarillo un vis a vis: con dos cuerpos encapsulados dentro de un cristal frente a los cuales puede sentarse el espectador y descubrir el significado de pequeños pero esenciales detalles (una goma de borrar sangre o un número 49).
Otro de los elementos recurrentes de la muestra son los cerebros, fruto de la colaboración del yeclano con unos científicos hace unos años (de los que hizo moldes), que marcan el recorrido que realizaban los presos cuando entraban en la cárcel. También están presentes en Me cago en la pena negra, una referencia a su infancia (hay varias) en la que dos cerebros aglutinados con el pelo de dos de sus perros acompañan los retratos de sus abuelos (estableciendo una relación entre la ceguera de su perra y la de su abuela; y entre el carácter de su abuelo y el de su perro).
La obra La tragedia, por su parte, busca dar un golpe de efecto, una toma de conciencia, mostrando unas mesas de cristal inclinadas como metáforas de que nada es estable. En ella aparecen hombres y ángeles, aunque el artista apunta que lo que mueve al final la mesa, la vida, es el cerebro.
En esta muestra, en la que Lidó Rico recupera en su narración historias reales de la cárcel, también incluye obra pictórica que ha sido realizada con huellas dactilares y la propia uña, con "un efecto visual tremendo". "¿Qué sentido tiene hoy en día coger un pincel, que es algo que ya se ha hecho de mil maneras diferentes?", se pregunta. La misma inquietud que muestra cuando la realidad le ha sorprendido, como en el caso de la obra El túnel, pensada solo para que apareciera una rata... hasta que su perra le trajo un roedor muerto del mismo tamaño y color que la que había creado. "Siempre he pensado que el destino existe, aunque hay que trabajárselo", asegura.
La obras de Amotinados, comisariada por Miriam Huéscar, se distribuyen en tres estados, el solido, el líquido y el gaseoso, que es el del infinito, al que está dedicado una de las salas, con un autorretrato con ojos de pollo reales que recuerda que hay que mirar a la naturaleza.
La iluminación también juega un papel destacado en la muestra organizada por el Área de Artes Plásticas de la Concejalía de Cultura. "La fotoluminiscencia es la propiedad que poseen determinados elementos para emitir radiación luminosa después de haber sido sometidos a una estimulación refulgente externa. El pigmento que impregna la superficie de los diferentes soportes se carga al absorber la energía lumínica, liberándola después de forma lenta y continuada emitiendo luz cuando el espacio queda a oscuras. Por esta razón, las diferentes piezas que componen la instalación que acoge la Cárcel Vieja, requieren que la iluminación se desarrolle gracias a un bucle de encendido y apagado de unos veinte segundos para que el efecto foto luminiscente adquiriera forma y de sentido al resultado que se persigue", señala el autor.
Lo verdaderamente atractivo de Amotinados, según apunta el artista, es que cada espectador podrá construir su propia magia entorno a los terrenos de ensoñación y misterio que haya pisado durante su visita.
Lidó Rico nació en Yecla. Inició estudios de Bellas Artes en la Universidad Politécnica de San Carlos de Valencia, graduándose en 1991 en la École Superiere du Beaux Arts du Paris. En 1989 obtiene el primer Premio de Pintura Joven de Murcia. En 1992 fue seleccionado para realizar la escultura exterior del Pabellón de Murcia en la Exposición Universal de Sevilla. En 1997 su obra fue seleccionada para el Salón Internacional de Artes Expresivas celebrado en Medellín, Colombia. Recibió una Mención de Honor en la VI Bienal Internacional de Dibujo y Artes Gráficas, Györ. Hungría.
En 2005 fue seleccionado por el Ministerio de Asuntos Internacionales para representar a España en la XXIII Bienal de Alejandría en Egipto, donde obtuvo el Gran Premio. Su firma ha aparecido en más de cien exposiciones y su obra se exhibe en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en diversas instituciones como la Colección Banco Español Madrid y en muchas otras colecciones públicas y privadas.