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vals para hormigas / OPINIÓN

El infierno es caro

3/08/2022 - 

Llevamos unos años en los que el calor ha dejado de ser una conversación de ascensor. Para desgracia de todos. Las evidencias del cambio climático y el calentamiento global a unos les molestan por hastío y a otros les generan terror. Comentar el tiempo mientras ascendemos al cuarto piso ya no es ese recurso amable que sonaba a sintonía de Richard Clayderman. Este verano hemos podido comprobar en esta orilla del Mediterráneo en que hasta jugar al buscaminas puede considerarse deporte de riesgo. Se suda hasta de mirar. Las temperaturas alcanzadas ya son capaces de derretirlo todo, salvo el corazón de cierto exsenador socialista cuyo punto de fusión roza los 3.500 grados centígrados, como el carbono. Darse un chapuzón en el mar ya no da impresión al entrar, es como cruzar desde la arena a un medio en el que simplemente no hacemos pie. Pero, si bien la escalada del clima es progresiva, y a las alertas de los especialistas comienzan a salirles el bigotillo de los adolescentes, este año se ha incorporado una razón de peso que nos impide mirar hacia otro lado. La crisis energética y la inflación frenan el uso de aires acondicionados. La ONU, que lleva años advirtiéndonos, ha encontrado por fin un argumento de peso. El infierno climático nos cuesta dinero.

La pregunta ahora es si la clase política estará a la altura o seguirá con la mirada puesta en los años que duran las legislaturas. La conciencia ciudadana debe cambiar. No tiene por qué ser difícil. Ya dejamos de fumar hasta en los bares, muchos de nosotros separamos orgánico, papel, plástico y vidrio para reciclarlos. Los críos tienen mucho más cuidado con el consumo de agua que los mayores, aunque no sean capaces de vislumbrar del todo la magnitud del problema. Lo realmente complicado es lo que no cabe en las manos de los seres humanos que bajamos la basura, compramos en el supermercado y pasamos las revisiones de la ITV un martes cualquiera. Además de nuestras cabezas, nuestra forma de vida debe cambiar, nuestras ciudades deben cambiar, nuestros modelos de gestión económica deben cambiar, nuestras fábricas, oficinas y bancales deben cambiar y nuestro método de obtención de energía debe cambiar. Si no, la partitura de los boletines oficiales seguirá siendo tan meliflua e intrascendente como las de Clayderman.

No sé si hemos atravesado ya las suficientes noches ecuatoriales, de más de 25 grados, esta semana como para que nos demos cuenta de la situación. Imagino que en casa de los dirigentes políticos, desde los municipales a los internacionales, se duerme fresquito y arropado con una sábana, aunque sea. Pero, repito, en el punto del planeta que solía tener el mejor clima, cruzamos la noche entre visitas a la nevera y excursiones al balcón con el colchón. No es momento de dejar todo a la imaginación y la solidaridad de los ciudadanos. De que seamos nosotros los que nos devanemos la cabeza para lograr reducir la temperatura de nuestro salón en al menos dos grados. Hemos alcanzado la hora de que los ámbitos de poder dejen de ser terraplanistas. Necesitamos atrasar cien metros más la primera línea de costa, necesitamos que aprendan que invertir en árboles que den sombra es ahorrar, necesitamos más gigantes en La Mancha para reactivar la lucha de los quijotes. Y todo, antes de que la música se acabe, como cantaba Jim Morrison, y nos muramos por oír el aleteo de una mariposa.

@Faroimpostor

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