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el tintero / OPINIÓN

El bienio ominoso

Hoy acabará el primer año de esta década de los años 20 que por ahora no puede ser más nefasta para el ser humano. Asistimos atónitos a una mezcla explosiva donde parece que los factores naturales y humanos se han alineado para hacernos la vida literalmente imposible.

31/12/2021 - 

Los artículos de final de año suelen tener dos tendencias básicas: balance del año que termina con sus hechos destacables y sus momentos más críticos o la versión futurista de esperanza y buenos propósitos para el año venidero. Pero sinceramente, creo que el hecho de desear que a todos nos sucedan cosas buenas no va a ser suficiente para que así ocurra. Es verdad que poco podemos aportar en una simple columna, quizá la misma ilusión y entusiasmo que nuestro Rey en su tradicional discurso de Navidad, con esos lugares comunes como hablar de la importancia de las instituciones, el interés general o, cómo no, la lucha contra el cambio climático y el equilibrio medioambiental, casi nada.

La década de los años 20 no puede caminar por un camino más peligroso y tortuoso. Sin duda, el mes de marzo de 2020 deberá estudiarse, si logramos que la historia y los libros no la escriban los dueños de las editoriales o de las grandes tecnológicas, esos mismos que venden millones de aparatos electrónicos y les recomiendas a sus hijos que no los utilicen por la adicción que crean y lo nocivos que son para el desarrollo intelectual de un niño, esos. Pero si mantenemos la esperanza en que la Verdad logre brillar, aunque sea dentro de muchos años, esta época deberá constituir un tiempo oscuro de dominación e ingeniería social para transformar una sociedad libre en una tribu global adocenada.

El ser humano está destinado a repetir sus errores, a enmendarlos, a mejorar y volver a empezar. Las formas cambian, el fondo no. No estamos en tiempos de guerras y de trincheras, de salir al frente y morir bajo la espada porque la tecnología y la inteligencia avanzan y se perfeccionan, pero en la forma de crear y expandir el mal y de buscar remedios equivocados o de plantear problemas falsos no hemos cambiado tanto. Probablemente el hombre sigue siendo un lobo para el hombre. No se han parado nunca a pensar por qué vivimos en una época donde asumimos que las decisiones de los gobernantes nacen de una bondad infinita de los mismos hacia sus congéneres y siempre son las mejores ideas posibles.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Foto: EFE

El 2022 no pinta especialmente bien si nos atenemos a los hechos y las predicciones, pero creo que ni el covid, ni la subida de la luz, ni la subida del SMI ni nada de lo que ocupa las portadas de los diarios estos días es la causa de nuestros problemas. Todo ello depende de políticos, sí que hemos votado entre todos (porque no todos votamos a los mismos), pero la clase dirigente se guía por criterios que no nacen ni de sus convicciones, ni de sus reflexiones, ni de sus lecturas, ni de su corta experiencia vital (menos profesional) ni de nada que al menos pueda darnos cierta tranquilidad, simplemente todos hacen lo que toca y lo que queda bien. Lo que diga cualquier entidad internacional y supranacional o la insufrible, mastodóntica y burocratizada Unión Europea. Los problemas no caen del cielo, ninguno, ni el virus. Casi todos son creación humana, producto de malas decisiones y de ideologías que atentan contra la esencia del ser humano, especialmente contra su libertad.

Asistimos atónitos y al mismo tiempo semi-orgullosos a una época distópica, y sin casi liderazgos fuertes que abran un halo de esperanza. Desde la ineficaz imposición de llevar una mascarilla mal puesta en espacios abiertos a negarse a fomentar la energía más limpia y económica, la nuclear, para luego comprársela a Francia que sí la genera, pasando por criminalizar y destruir una de las industrias que más riqueza genera en tu país, la automoción, a través de la penalización y prohibición del uso del coche. Sería muy largo y doloroso, relatar la cantidad de decisiones políticas que destrozan la economía, acorralan la libertad de las personas y cercenan su bienestar y sorprendentemente creemos que lo hacen por nuestro bien. ¿Cómo hemos podido llegar esa situación, a ese pensamiento que podría tildarse de sadomasoquista? ¿Seguiremos igual en 2022 o en algún momento habrá un despertar generalizado que criminalice la mentira y al tirano y abogue por la cordura y la bondad?

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