MURCIA. Hay lugares que de ser el centro o inicio de la raza humana han pasado a ser un agujero negro o el imán de todos los desastres. Esa región se llama el Cuerno de África, y hoy les voy a contar los últimos acontecimientos que no presagian nada bueno.
Espero no desilusionar a muchos de ustedes que estarían esperando un artículo sobre los 20 años del 11S o el 11S de la comunidad autónoma catalana con su Diada y las posibles implicaciones rusas de espionaje que se publican periódicamente, o incluso con un artículo sobre el resultado de las elecciones de nuestro problemático vecino del sur, etcétera, etcétera, etcétera, que también tendrán su artículo, pero hoy les quiero hablar de una región, de un país que no viene con frecuencia en los titulares de las noticias y es muy importante, Etiopía.
Y no es importante, además de porque según la historiografía tradicional ese país sea la cuna del Homo Sapiens, es decir, de la Humanidad, donde surgieron los primeros y auténticos homínidos, para después repartirse y explorar todo el mundo, o porque allí viviese el último Rey de Reyes, el Emperador Haile
Selassie (por cierto, devoto de nuestro Santo Cáliz de Valencia) sino por cuestiones muy actuales, muy de la geopolítica, que vamos a contar de una forma sucinta.
Además, está en un momento tan delicado que ha ocupado el interés de las Naciones Unidas este verano; en concreto, a finales de agosto, del propio secretario general de la ONU, António
Guterres, que habló de las pésimas condiciones, incluso habló de infernales, en las que está ese país inmerso, por una serie de conflictos. Algunos diarios de noticias han hablado hace tiempo incluso de cuasi guerra civil, que va a provocar o seguirá provocando un desastre humanitario, una crisis de hambrunas, migraciones internas y refugiados; por el conflicto de los siempre supremacistas y sangrantes movimientos separatistas y secesionistas, que en lugar de sumar y hacer progresar a sus países y naciones, intentan siempre buscar privilegios para sus diferentes etnias, grupos sociológicos, culturales, ideológicos o religiosos.
La región origen del independentismo está al norte de Etiopía, y se llama Tigray, colindante con Eritrea; por cierto, región origen del director de la Organización Mundial de la Salud, Dr. Tedros
Adhanom
Ghebreyesus, donde ha hecho carrera política y que pertenecía al Frente de Liberación Popular de Tigray, movimiento que lidera el golpe y alzamiento contra las autoridades de Adís Abeba, y que ha realizado masacres a machetazos, según informa Amnistía Internacional
Este conflicto se debe, según los más inmovilistas etíopes, a las grandes y profundas reformas que está llevando acabo el primer ministro etíope, Abiy
Ahmed
Ali, otro premio Nobel de la Paz polémico, que está intentando cambiar los equilibrios organizativos de ese país muy basados en lo etnográfico, mediante profundas reformas. Hay que recordar, además, que el partido de la Prosperidad de Ahmed Ali ha conseguido más del 90% de los escaños de su parlamento en la elecciones celebradas este 21 de junio pasado, después de dos aplazamientos, lo que a dado motivos a la oposición y a sus contrincantes en el conflicto de poner en duda la limpieza de su resultado.
Algunos de ustedes puede ser que, a estas alturas del artículo, estén poniendo cara de póker, pues además de las importantes y tristes repercusiones humanas del conflicto, miles de muertos y cientos de miles de desplazados y refugiados (como en otros tantos lugares olvidados del mundo) piensen el porqué del interés por ese país.
Miren: Etiopía es un actor internacional muy importante para toda la franja nororiental de África. Es fundamental su estabilidad dado que es fronterizo (y mucho más grande y por tanto con capacidad de influencia) con los países del cuerno de África por cuyas costas circulan varias de las principales rutas marítimas mundiales (una de ellas es la que trae los contenedores al Puerto de Valencia provenientes de Asia, u otra la que trae la gasolina del Golfo Pérsico para nuestros coches). Pero también es fundamental para intentar estabilizar lo máximo posible el Estado fallido que es Somalia, y ha sido en muchos momentos básico para frenar el islamismo radical en ese país, evitando que fuera otro foco de terrorismo con Al
Shabab al frente (recuerden lo caótico de ese país en esa gran película Black Hawk derribado de Ridley
Scott). Y siguiendo hacia el sur su frontera con Kenia también ha sido objeto de enfrentamientos étnicos, por lo que tiene capacidad de desestabilizar ese país uno de los pocos estables (dentro de lo que cabe) en ese continente.
Pero en las fronteras norte y oeste tiene también problemáticos vecinos. La escindida Eritrea (se independizó en 1993) con la que Abiy firmó la Paz, y en la que puede repercutir el conflicto de Tigray. Después está Sudan en pleno proceso de transición política por lo que es fácilmente desestabilizable, y por la otro vertiente está Sudán del Sur, igual de Estado Fallido o Frágil que Somalia, ya saben tras independizarse del norte musulmán , con la crisis de Darfur de por medio y el siempre codiciado petróleo, es uno de los países más pobres del mundo, y solo le faltaría tener otro conflicto, en este caso étnico-fronterizo con Etiopía. Pero también están las tensiones con Egipto por tener la fuentes hídricas del río Nilo en su territorio, y haber construido una gran presa, la presa del Renacimiento (de las que ya les he hablado), que puede regular el curso aguas abajo, y que en alguna ocasión las autoridades del Cairo la han declarado casus
belli, y casi casi objetivo militar a destruir.
Ya ven la importancia que tiene un país, su estabilidad, y las repercusiones de realizar cambios, aunque sean buenos, muy rápidamente; pues aunque Abiy Ahmed quiera transformar su nación en un país muy moderno, fíjense lo ocurrido en Afganistán, sus estructuras sociales, sus ciudadanos e incluso su economía, quizás no esté preparado para ello… todavía, y lo que ha conseguido es abrir la Caja de Pandora del supremacismo étnico (que en nuestra piel de toro también sufrimos en parte) que les lleva al conflicto… Ya saben que el infierno está empedrado de buenas intenciones.