Feijóo no sabe dónde está Badajoz y tampoco debía de tener muy claro dónde estaba la salida al balcón de las noches gloriosas de Génova a juzgar por la demora con la que compareció. La del domingo fue de todo menos una velada de júbilo. Ya se veía en La Moncloa, estaba mirando en IKEA muebles de nombre impronunciable para decorar su nueva casa. Ya había llamado a unos cuantos colegas para cambiar los engranajes de la maquinaria del Estado, pero la estructura que no funcionó fue la de su partido.
Abatido, mirando al horizonte de la oscura noche madrileña y fijándose en una muchedumbre presidida por banderas valencianas, sí, valencianas, tuvo que aguantar, intentando hablar entre sollozos, los vítores a Isabel Díaz Ayuso mientras comparecía el candidato; Feijóo, como diría mi camarada Juan Carlos de Manuel, hizo gala de su elegancia y les siguió el rollo alabando a la presidenta que respaldó a Carlos Mazón en su investidura quién sabe si para incorporarlo a su camarilla en los próximos actos de la tragedia griega. Que en plena celebración de una "victoria electoral" los palmeros se acuerden de una persona que argumentalmente en esta campaña no era un personaje principal, manifiesta que el PP está más dividido de lo que parece.
Llevaba tiempo diciendo, ante el asombro de mis allegados y de todo el que me preguntaba, que podía gobernar la izquierda pese al triunfo de Feijóo. Las urnas me han dado la razón. Me chocaba durante estas semanas el relato que había construido la opinión publicada al hablar de Pedro Sánchez en pasado como si ya se hubiesen celebrado los comicios; muchas veces tenía que consultar el calendario para verificar sí ya habíamos pasado el 23-J o no.
Ese discurso dopado de triunfalismo ha provocado, incentivado por las fechas en las que estamos, que mucha gente se quede en su casa ante el aparente rodillo azul que se avecinaba. ¿Cuántos habrán priorizado sus vacaciones paradisíacas antes que ir a votar? En el PP estaban muy excitados, tanto que se han pasado de frenada, con el Que te vote Txapote y esas paridas trasnochadas y macarrónicas impropias del que presume de tener la superioridad moral sobre la izquierda; todavía, la noche dominical en Génova, ante el grito de los polluelos mencionando al terrorista, Feijóo respondió que a él no le votaba Txapote sino a Sánchez. No han aprendido la lección. ¿Cuántos votos moderados se habrán perdido con perlitas como esa? Bazofias dialécticas maquinadas por Isabel Díaz Ayuso, un enemigo más peligroso para el actual líder del PP que el propio Pedro Sánchez.
El PSOE tenía más números de lotería en el sorteo de la ley d’Hont. PP y Vox no sólo debían rozar la mayoría absoluta, no les quedaba otra alternativa que ser autónomos en su binomio. Había más partidos que querían a Pedro Sánchez en la Moncloa que fuera de ella; en nuestro sistema, no es presidente el que gana las elecciones sino el que es capaz de conseguir más apoyos parlamentarios. En España no escogemos a Feijóo o a Sánchez, votamos a los diputados que con su voto pueden hacer a uno o a otro presidente. En el encaje de bolillos de la aritmética todos los partidos nacionalistas, fundamentales para formar gobierno, van a respaldar a Sánchez. El PNV buscará mantener a su lado al PSOE de cara a un posible futuro apoyo en las elecciones vascas de 2024 y dudo que respalden al PP porque eso sería hacer casi lehendakari a Otegi; en cuanto Junts el PSC ya ha abonado el terreno pactando con ellos en instituciones catalanas.
Lo que ha pasado no es por Correos, por el verano azul, ni por Txapote, es por la apuesta de la derecha a jugar con las reglas más sucias de la política y no abrazar un ideal. Ahora volvemos a la casilla del tablero del juego en el que siempre ganan los vascos y los catalanes. Mientras, los valencianos esperamos a que nos toque el comodín de la baraja, y si gobierna el PSOE a nivel nacional nos podemos ir olvidando del agua. Ese ha sido otro síntoma de la sobreexcitación del PP, que muchos de sus candidatos autonómicos, entre ellos Carlos Mazón, han condicionado algunas de sus promesas a la victoria de Feijóo en las Generales.
Aquí por lo menos tenemos playa, no necesitamos decorados…