MURCIA. Un día como hoy la política murciana estallaba por los aires. El eco de la bomba fue tan estruendoso que incluso alteró el tablero nacional. Era miércoles, 10 de marzo, y la noticia se conoció públicamente a primera hora de la mañana. Ciudadanos, el socio del PP, se aliaba con el PSOE para registrar una moción de censura contra Fernando López Miras. El mayor temor del PP se hizo realidad: Ana Martínez Vidal y Diego Conesa pulsaban el botón nuclear para acabar con 26 años de Gobiernos del PP. Pero el misil fracasó, desactivado por las contramedidas de los populares, con Teodoro García Egea al mando de la defensa, y el transfuguismo de cuatro diputados de Ciudadanos, que se revolvieron contra su partido, contra su propia firma incluso, y se negaron a respaldar la moción. Dos días después, López Miras, que vivió aquellas fatídicas horas al borde del abismo, salvó su Gobierno.
La operación, planeada en absoluto secreto entre las cúpulas de Ciudadanos y PSOE (con hilo directo con Ferraz), se puso en marcha una noche antes, en Centrofama, el cuartel general de los naranjas. Reunidos de urgencia, los seis diputados liberales de la Asamblea Regional y los cuatro concejales naranjas de Murcia conocían por boca de Carlos Cuadrado, el hombre de confianza de Inés Arrimadas, el plan de su partido: dos mociones de censura contra el PP, una en el Gobierno regional, otra en el Ayuntamiento capitalino. "Tenemos que estar todos de acuerdo; si no, no se hace", se dice en la reunión. Todos firman y se cierra de súbito el cónclave, en una Región inmersa en pleno toque de queda por la tercera ola. Aquella noche fue interminable. Todo lo que sucedió a continuación es historia.
El 'golpe' llegó rápido a oídos de Fernando López Miras a través de un concejal del PP, José Guillén. El presidente rápidamente advirtió a Teodoro García Egea, a la sazón todopoderoso secretario general del PP. Génova activó todas las alarmas. El fortín de Murcia estaba en peligro y quién sabe si entrañaba un movimiento en cadena contra los gobiernos autonómicos del PP. Madrid se pone en guardia y convoca elecciones anticipadas. Pero la Región de Murcia no. No quiere Miras, que aduce que ha repetido por activa y pasiva su rechazo a ir a las urnas en plena pandemia. En realidad, guardaba otro motivo: no podía presentarse a unos comicios, pues la ley (hoy ya reformada) acotaba la Presidencia a dos mandatos. La madrugada se tornaba fea para los populares, pero había una última opción. Un clavo ardiendo al que se agarraría Teodoro, que tomó el mando del contraataque: la debilidad de Ciudadanos. Esto es: las rivalidades internas del promotor de la moción de censura.
El miércoles amanece con Carlos Herrera (COPE) informando de que una trama se cuece en Murcia para desalojar a López Miras. A las 9.07 horas, Javier Ruiz (SER) da la noticia política del año: se va a presentar una moción de censura. A las 9.50 horas, Juan José Molina (portavoz liberal) y los diputados socialistas Francisco Lucas y Carmina Fernández registran el texto en la Asamblea. Al mediodía, a las 14.30 horas, hacen lo propio en el Consistorio de Murcia Mario Gómez y los portavoces locales del PSOE, José Antonio Serrano, y Podemos, Ginés Ruiz Maciá. Tic tac: habían activado la bomba nuclear para terminar con la hegemonía del PP.
Dos días después el guion de los acontecimientos daba un vuelco por completo. Apenas una hora después de que Martínez Vidal y Conesa simbolizaran su flamante unión en Lorca, el Gobierno regional anunciaba la comparecencia de Fernando López Miras... y de Isabel Franco. El papel de la vicepresidenta fue clave en todo este proceso. Durante aquellas eternas 48 horas guardó silencio, sin declaraciones ni movimientos públicos. No fue apartada por el presidente, a diferencia de Martínez Vidal, destituida de forma fulminante; un gesto que levantó suspicacias y que se revelaría determinante a la postre.
El presagio se consumó el viernes a la hora de la comida, en horario de máxima audiencia de informativos: las imágenes mostraban al 'nuevo' Gobierno de la Región de Murcia. Aparece López Miras, le preceden los consejeros del PP y a continuación salta la gran sorpresa: Isabel Franco irrumpe acompañada por Valle Miguélez y Francisco Álvarez. No se lo podía creer nadie. Ni unos ni otros. La imagen de la decepción para Ciudadanos, cuyas filas internas contemplaban incrédulas la escena. La imagen del éxtasis para el PP, cuyas filas internas estallaban en júbilo.
Aquel instante significó un punto de inflexión en la legislatura. López Miras mejoró su estatus, ya que amarró una mayoría absoluta de facto en la Asamblea al acordar con los expulsados de Vox su apoyo a cambio de incluir a Mábel Campuzano en la Consejería de Educación. Vía libre para cualquier iniciativa parlamentaria. Franco, Miguélez y Álvarez siempre alegaron actuar de forma correcta y niegan que fueran tránsfugas. "Nosotros no nos movimos de sitio. Fuimos leales al pacto de 2019", defienden. También lo cree el presidente de la Asamblea, Alberto Castillo, quien en su caso se abstuvo en la votación. Los cuatro fueron expulsados de Ciudadanos, pero se mantienen relevantes, cada uno en su función.
En cambio, Martínez Vidal quedó relegada al Grupo Mixto y meses después, en verano, renunciaba al liderazgo del partido. Conesa, el entonces jefe de la oposición, anunciaba en septiembre que no se presentaría a la reelección al frente del PSRM-PSOE. Hoy está apartado de la política. El único diputado reconocido de Vox, que era el socio clave del PP, perdió su rol imprescindible. Ya no le hacía falta para López Miras. En conclusión: la oposición, que estuvo a un tris de voltear el rumbo de la legislatura, se quedó en minoría, a merced de la mayoría de los grupos del Gobierno.
El movimiento tuvo consecuencias nacionales. Isabel Díaz Ayuso se convirtió en una de las baronesas más poderosas del país, ya que logró una importante victoria en las urnas. García Egea, por su parte, se anotó posiblemente su mayor tanto en política. Paradojas de la vida, paradojas de una política que se mueve a velocidad de vértigo, hoy el PP ya no está en manos de Pablo Casado (quien apura sus últimos días ya como presidente interino hasta la llegada de Alberto Núñez Feijóo). Y el barón al que salvaron de una muerte segura persiste en San Esteban, incólume en su sillón como presidente de la Comunidad.... El mismo trono que intentaron derribar y no pudieron. La efeméride de la moción de censura cumple hoy un año.