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Jesús Gil, Ruiz de Lopera… El fútbol necesita presidentes como los de antes

18/07/2021 - 

MURCIA. Ni Ceferin ni ceferón. Que dicen que ha dicho que dijo el presidente de la UEFA que hay cosas de la Eurocopa que mirarán para mejorarla. Que no, que le aclaren a esta alma de cántaro que lo que necesita el fútbol es a volver a ser lo que era: fútbol. Con todas sus virtudes y sus defectos.

El fútbol de hoy en día necesita romper las cadenas que lo apresan y para ello, qué mejor que comenzar la casa por el tejado. Se hace necesario reivindicar -en su justa medida- presidentes como los de antes para recuperar la ilusión del personal y volver a disfrutar de las imperfecciones del deporte rey. Es el momento de gente hecha a sí misma y con necesidad de notoriedad, de chequera amplia, vanidad extensiva y bravuconada fácil. Al cuerno la corrección política.

Justo esta semana han saltado a la luz pública los rajes de Florentino Pérez hacia insignes del Real Madrid como Iker Casillas, Raúl González Blanco, Cristiano Ronaldo, Mourinho, Guti, Figo... una concatenación de exabruptos tabernarios que ahora es una noticia excepcional pero que en los años años 80 y 90 era casi un tema habitual de los periódicos y las radios. Es más, estos se producían de forma pública y notoria, más que nada porque gran parte de los presidentes de fútbol de la época no tenían reparo ni filtro a la hora de sacar a relucir cualquier tema discordante en los medios.

Barça, Real Madrid, Rayo Vallecano…

Valga decir que Joan Gaspart disfrutaba más calentando los derbis contra el Real Madrid que celebrando las victorias del FC Barcelona. Ramón Mendoza jamás perdió la ocasión de brindar excelentes momentos y polémicas radiofónicas en la medianoche. Otros, años después, como Lorenzo Sanz o Ramón Calderón – y ahora mismo Florentino-, nos demostraron que la casa del madridismo podría lucir muy blanca por fuera, pero que también había polvo bajo las alfombras como en el resto de los equipos más mundanos.

Entre los modestos, José María Caneda ganó sus minutos de TV con la SD Compostela que llevó a primera, aunque todos lo recordarán por la vergonzosa pelea pugilística con Jesús Gil en la sede de la LFP. Por su parte, Luis Cuervas hizo soñar en grande al sevillismo con el fichaje de Maradona; Lendoiro lo consiguió en parte con el Superdepor… y no se puede obviar el papel costumbrista que José María Ruiz Mateos y su señora Teresa Rivero desempeñaron para hacer del palco de Vallecas un escenario habitual de la anécdota periodística.

¿Y por València? Pues el València Campió de Paco Roig abrió la veda del populismo presidencialista con una mezcla de ilusión desbordante y sueños deportivos frustrados. Y años después, siguiendo disimuladamente ese legado, figuras como Juan Soler y Vicente Soriano, con sus secuestros y líos judiciales de por medio,  no dudaron en demostrar que el listón del bizarrismo futbolero en València no tiene límite ni lo tendrá. Véase a dia de hoy, el legado que está dejando Meriton Holdings.

Jesús Gil y Manuel Ruiz de Lopera

No obstante, con permiso de todos estos, quizás dos figuras sobresalieron por encima de todos en estos años de presidencialismo kitsch. Figuras como Jesús Gil en el Atlético de Madrid y Manuel Ruiz de Lopera en el Real Betis superaron el paradigma más rococó que se ha visto nunca en el fútbol español. Para los jóvenes de la Generación Z, a Jesús Gil basta con buscarlo en Youtube y descubrir que hay cúmulos de material periodístico como para hacer 99 documentales más alrededor de su personaje.

En cuanto a Manuel Ruiz de Lopera, tres cuartos de lo mismo. Se supone – o eso vendieron ambos a su manera- que salvaron a sus equipos de la desaparición justo en el periodo de conversión de clubes en sociedades anónimas deportivas – véase aquí este espectacular vídeo de Ruiz de Lopera interpretándose a sí mismo en una recreación de cómo salvó al Real Betis - pero también es cierto que, para vivir así, es mejor morir de amor. Son incontables las anginas de pecho que los aficionados de sus clubes sufrieron durante años ante sus rocambolescas y arbitrarias decisiones.

Presidentes mediáticos y castizos como estos abrieron la veda de un fútbol en los años 90 que se adaptó a la perfección al crecimiento de los medios de comunicación. Las televisiones privadas españolas y el despegue del sector de la comunicación multiplicaron la influencia social del deporte rey en los hogares. El partido de Canal +, El encuentro en abierto de la FORTA en las autonómicas los sábados por la noche…  

Hoy en día, todo ese modelo está superado y el fútbol más que globalizado y explotado. Con el tiempo y el efecto 2000 llegarían otro tipo de presidentes que devaluarían -aún más- el concepto de las presidencias pintorescas: propietarios del paquete accionarial mayoritario, cero sentimentalismo hacia el club, delirios de grandeza e igual o más chapuceros en la ejecución presidencial que sus antecesores. El percusor de esta tendencia: Dimitri Piterman y sus desmanes tanto en el Racing de Santander como en la SD Alavés. Vamos, un presidencialismo kitsch elevado al cubo y con ínfulas supérfluas de internacionalización. Pero quizás, estas aventuras de millonarios foráneos al mando de los equipos de fútbol españoles, a buen seguro que merecen ser contadas en un capítulo aparte.

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