MURCIA. Una murciana llamada Pepa Cano lleva cincuenta años cuidando un jardín del que han brotado ríos de flores y selvas de colores traídos desde Colombia; un huerto fértil en el que también han cobrado forma bodegones, puentes, ciudades, retratos... y todo un mundo de luz y belleza con el que el artista Willy Ramos le canta a la vida. Un canto al amor -a Pepa, a la familia y a la ciudad de Murcia- que invadirá cada uno de los rincones del Palacio Almudí, donde este jueves 21 de marzo, a las 19.00 horas, Willy Ramos inaugurará la exposición El jardín de Pepa. "Willy, sin ella, sería menos Willy y poco Ramos, acaso un alma errante buscando su camino, su destino, su razón de ser", tal y como escribe en el prólogo de la exposición Ramón Palomar.
Y es que, como explica el pintor de proyección internacional, durante su carrera artística "Pepa no ha ido ni delante ni detrás ni al lado, ella ha tenido su sitio y su fuerza. Lo hemos hecho todo a medias, somos un equipo en el que cada uno se ha ocupado de unas cosas. Yo he pintado los cuadros mientras ella lo ha hecho todo, incluido las finanzas, que son muy complicadas. Yo te puedo decir que nunca he ido al banco", reconoce el artista colombiano. "No se sabe ni las contraseñas", apunta su hija, Carmen Ramos, quien desde hace años también forma parte de ese equipo en el que familia y arte caminan de la mano, llevando a cabo las relaciones y comisariando las exposiciones del artista. "Somos una empresa familiar", dice Willy.
"Mi padre pinta y nosotras hacemos el resto", explica Carmen Ramos, quien añade que el artista puede así centrarse en su trabajo. Una obra con la que Willy Ramos vuelve a la Murcia de Pepa, la que le sirvió de inspiración cuando en 1968 llegó desde su Colombia natal cargado de ilusiones y donde expuso por primera vez en España. Después tiene pendientes otras exposiciones, entre ellas en galerías de Canadá y Miami. Así de bien funciona este equipo, esta empresa familiar.
En el Almudí se podrán contemplar 256 obras de pequeño formato -"pinturas pequeñas", algunas de las cuales y por primera vez caben en la palma de la mano- que forman un gran panel de 10 x 3 metros; además de 18 oleos grandes y una treintena de dibujos, muchos también de gran formato. El palacio murciano, una joya arquitectónica que ofrece espacios singulares en su interior, es el escenario ideal para mostrar la obra de Willy Ramos, señala Carmen, quien asegura que "volver a Murcia con una exposición en el Almudí es hacerlo por todo lo grande, porque es un espacio precioso".
Añade que las columnas de la sala principal podrían haber dificultado el montaje, pero "como dice mi padre, no había que pelearse sino jugar con ellas, por lo que no ha sido tan difícil como puede parecer a priori". Además, al fin y al cabo, "estamos acostumbradas a montar exposiciones de mi padre en espacios muy grandes y conocemos su obra muy bien; sabemos qué cuadros deben ir juntos y cuáles se matan". El pintor apunta divertido que "hicieron una maqueta con las columnas para ver cómo quedaban los cuadros distribuidos. ¡Jugaron a muñecas!".
"Quería hacer algo bonito para Pepa, darle las gracias por la convivencia y por aguantarme, de la única forma que yo sé, que es pintando", comenta el pintor respecto a esas obras de pequeño formato que forman el panel de El Jardín de Pepa y en las que ha estado trabajando durante los dos últimos años. Señala que "son pinturas pequeñas que he querido hacer con el esplendor de las grandes".
En la muestra también tiene un especial protagonismo la Región de Murcia. "Murcia ha sido muy importante para mi formación y para mi emoción. El interior de la Región me gusta mucho también", apunta el artista, que para esta ocasión expone unos dibujos grandes de Ricote, Inazares y Blanca, en los que ha captado sus paisajes singulares.
Comenta Carmen Ramos que su padre está en constante evolución. "Me gustaría pintar como los antiguos, pero uno hace lo que puede", sostiene con modestia Willy Ramos, quien señala que "hago muchas horas de estudio y todos los días bajo al taller. Vas viendo bocetos, vas viendo cuadros, los retocas... Hay un cuadro que no llega a ser lo que tú querías, por lo que haces otro para mejorarlo y como no lo consigues, sigues haciendo otro y otro y otro... Y así llevo casi sesenta años, persiguiendo pintar ese cuadro. No me ha salido todavía. Pero algún día lo conseguiré. Si me dan treinta años más de vida espero pintarlo".
Explica al respecto que "normalmente, cuando una persona es consciente, no puede estar contento con lo que hace, porque la montaña siempre crece y, metofóricamente, siempre hay otro peldaño más. Por eso, hay que estar siempre muy atento, luchando con todas tus energía. Y luego ya llegas a donde llegas, que nunca lo vas a saber...".
Lo cierto es que Willy Ramos asegura que sigue trabajando "con mucha ilusión, porque cuanto más haces, más ideas y más ganas tienes. Dios me da fuerza todavía y la verdad es que tengo mucha actividad. Porque, oye, ¡qué ya tengo 70 años!".
"La felicidad es una metáfora que no me cuestiono: me levanto, desayuno y me pongo a trabajar", asegura, al tiempo que añade que se siente "en plenitud" y "cada vez más contento de vivir". No en vano, afirma que "mi obra es un canto a la vida". "Con lo bonito que es vivir, cómo no aprovechar cada minuto de la vida", se pregunta. Y eso mismo es lo que transmite en cada una de sus obras.