mi cuerpo, mis reglas / OPINIÓN

El sujeto político trans (II)

25/12/2023 - 

MURCIA. Si en el artículo anterior hablábamos del factor biológico, en este artículo hablaremos de otros cuatro factores más. 

Segundo factor: ANTIGÜEDAD Y PERVIVENCIA HISTÓRICA

Lejos de ser esa moda que predican algunos, las identidades trans, como condición biológica autoperceptiva, existimos desde que existe la Humanidad y nos respalda una amplia historia y mitología transmitidas a lo largo del tiempo en todas las culturas. A lo largo de los milenios, las identidades de género no normativas, junto a las condiciones más visibles de intersexualidad, hemos crecido y sobrevivido bajo una diversa gama de encarnaciones y denominaciones. En determinadas épocas y sociedades se nos ha considerado personajes de poder o mágicos y en otras se nos ha perseguido y se nos sigue persiguiendo hasta la muerte, por perturbar y confrontar el concepto binarista a ultranza que diseña esas sociedades. Se trata de un amplísimo legado de precedentes culturales que conforman nuestra identidad y del que las personas trans debemos sentirnos orgullosas.

Un legado que no es conocido todo lo que debiera, ya que generalmente los esfuerzos de divulgación de la historia de las identidades trans suelen pecar de superficiales, ya que empiezan a contarse desde los años 30 del siglo XX, cuando florece el inicio de la ciencia de la transexualidad con la revelación de un personaje icónico como es Lili Elbe y también la menos conocida Dora Richter, los dos primeros procesos de reasignación realizados en la clínica del doctor Magnus Hirschfeld, en Berlín. Así, la historia de las identidades de género no normativas se convierte  erróneamente en una historia de la transexualidad.

De nosotras depende: si ejercemos de víctimas, como víctimas se nos va a tratar.

Después y avanzando en el tiempo, se suelen rastrear las  biografías de personajes del espectáculo, de activistas icónicas o de personajes histriónicos nada recomendables como ejemplo para la comunidad trans actual y mucho menos para nuestra infancia trans, como puede ser en España el caso de La Veneno, una mujer transexual desde siempre utilizada y ridiculizada, cuya tristísima biografía ha sido convertida recientemente en una especie de icono trans y pop. ¿Pero alguna habéis oído hablar de la investigadora Lynn Conway, pionera en el desarrollo del chip de silicio? ¿O de Wendy Carlos, madre de la música electrónica y autora de  famosas bandas sonoras como A Clockwork Orange o The Shinning?

Según esta reducida visión de nuestra historia reciente reconvertida en una historia de victimismo, las personas transexuales somos mártires de la sociedad que a pesar de todo tipo de ataques e incomprensión hemos conservado en el tiempo nuestra dignidad de Seres Humanos. Como discurso de superación y reivindicación de nuestra mayoría silenciosa empujada a vivir en los márgenes sociales me parece correcto, excepto que, tal y como comentaba al principio, las personas trans somos mucho, muchísimo más.

"De nosotras depende: si ejercemos de víctimas, como víctimas se nos va a tratar"

¿Conocéis la leyenda griega de Hermafrodito, al que los dioses fundieron físicamente con la mujer que amaba?¿Conocéis el culto a Cibeles, la diosa trans de la fecundidad y su amante Atis? ¿Sabéis lo que son las muxes mejicanas o las personas dos espíritus de los indígenas norteamericanos? ¿Conocéis a Catalina de Erauso, la Monja Alférez que bajo identidad masculina luchó en las guerras de la conquista de América? ¿Al médico Elena (Eleno) de Céspedes, que desarrolló su carrera como cirujano en la España del Siglo de Oro? ¿Conocéis a la valenciana Margarida Borrás, ajusticiada en la Edad Media por asumir socialmente su identidad de mujer? ¿O al Caballero de Eon, espía del rey Luis XV de Francia que en las cortes europeas alternaba su doble identidad masculina y femenina? O la leyenda de Rebis que se divulgó entre los primeros cristianos, la primera criatura humana que portaba los dos sexos, masculino y femenino, y de la que el propio Creador tuvo celos por considerarla un ser perfecto. O la interpretación filosófica del Opus Magnum, la piedra filosofal de los alquimistas medievales, que no era sino la metamorfosis final del propio alquimista a un estado superior de Humanidad, el Divino Andrógino, cuyo cuerpo fundía en su perfección física el equilibrio entre los dos sexos. Una metáfora tomada por uno de los padres de la psiquiatría, Carl Gustav Jung, como símbolo del equilibrio  entre todas las partes del YO... Tenemos miles de  ejemplos de esta valiosísima herencia cultural, que desde los abismos del tiempo nos sigue gritando quiénes somos.

La historia de las identidades trans y las no normativas  no comienza en los años 30 ni en Stonewall. No sólo somos personajes folclóricos, no sólo somos activistas políticos, no sólo somos víctimas de la sociedad o la anécdota propicia para rellenar los noticiarios. Desde el principio del devenir humano hemos sido adoradas como dioses, perseguidas como demonios, e incluso algunos, como os comento, han llegado a considerar la mágica fusión simbiótica  de los géneros masculino y femenino como el estado superior de la ideal evolución espiritual del Ser Humano. Una historia escondida y mucho más apasionante y rica que la que se suele generalmente divulgar. Ya es hora también de que la Comunidad Trans e lntersexual, las cuales hemos caminado juntas durante mucho tiempo, empecemos a conocer nuestras robadas raíces, transmitirlas y reivindicarlas con el lícito Orgullo que nos corresponde.

Tercer factor: ORGULLO DE SER PERSONAS TRANS

Aunque esto parezca una perogrullada en un texto que  pretende ser activista, no tengo más remedio que subrayarlo porque ésa debe ser siempre nuestra actitud, siempre con la cabeza muy alta siendo conscientes de todo lo que somos y de todo lo que representamos.

Orgullo de ser quienes somos y nunca victimismo, sino  todo lo contrario. Se trata precisamente de hacer valer nuestra naturaleza, nuestra esencia, nuestro espacio en la sociedad y nuestros derechos como Seres Humanos. Y nunca dejarnos pisotear. Contestemos siempre con racionalidad y, si es necesario, también con la pertinente contundencia a la más mínima ofensa, a la más mínima afrenta, al más mínimo cuestionamiento de nuestra realidad. De nosotras depende: si ejercemos de víctimas, como víctimas se nos va a tratar.

Y este Orgullo también debería significar no obsesionarnos nunca con ese peso llamado cispassing, con el que la  sociedad mayoritariamente binaria en la que se desenvuelven nuestras vidas nos ha obligado a cargar y con el que somos laminadas para su propia conveniencia. Aunque naturalmente cada persona individual es y debe ser libre de realizar su elección de vida, nuestra actitud ideal no debería ser fingir por miedo una irrealidad que no somos para que la sociedad nos acepte, sino obligar a  esa sociedad a que nos acepte y respete tal y como somos y como nosotras elegimos mostrarnos al mundo, justo como debe hacer con todo Ser Humano.

Las personas trans no somos y nunca seremos personas cis, ni tampoco lo necesitamos. Somos hombres y mujeres trans con todo lo que esta verdad conlleva, algunas de nosotras no son ni hombres ni mujeres. Ésa es la espléndida realidad que debemos reivindicar y de la que siempre y en todo momento debemos sentirnos Orgullosas.

Cuarto factor: DERECHOS HUMANOS

Como ya he mencionado en un artículo anterior en el que trataba el tema exhaustivamente, el reconocimiento de las identidades trans por nuestra Sociedad Occidental es ahora mismo la culminación y el mayor avance ético realizado sobre los derechos promovidos en la Declaración Internacional de Derechos Humanos. Cuando defendemos los derechos de las personas trans estamos en realidad defendiendo los derechos individuales de todo Ser Humano, la propiedad individual sobre su propia vida y su propio cuerpo, y esta realidad significa la mayor revolución ética de la historia humana.

Aunque todavía discutido por algunos, el poder de decisión sobre nuestro cuerpo es un Derecho Humano básico, un derecho que no debe estar de ninguna manera ni por ninguna razón sujeto a prohibición, restricción ni manipulación. Para ser del todo completo, este derecho sobre nuestro cuerpo debe comprender el ejercicio en libertad de su expresión, utilización y transformación.

Quinto factor: TRANSHUMANISMO

Como ya hemos visto, las identidades trans tenemos un inmenso pasado a nuestras espaldas, pero somos también futuro y nuestra existencia simboliza por sí sola y sin complejos la vanguardia de este futuro ya no tan lejano.

El concepto de transexualidad forma parte por propio derecho del Transhumanismo, en el sentido en que esta por ahora poco y mal conocida escuela de pensamiento defiende entre otras muchas cosas el derecho moral de aquellos Seres Humanos que desean utilizar las técnicas a su alcance para ampliar sus capacidades mentales y físicas con el objeto de mejorar el control sobre sus propias vidas, utilizando la carne humana como material moldeable y sujeto de  cambio y experimentación de acuerdo con los designios de su voluntad individual (derecho de transformación).

Los tratamientos quirúrgicos y hormonales que utilizamos las personas transexuales para adaptar nuestro cuerpo a nuestra personalidad real nos incluyen por lógica y derecho dentro de esta innovadora mirada al futuro, la cual posee en sí misma la capacidad de modificar además todos aquellos viejos dogmas y conceptos sociales y éticos a los que esta perspectiva científica empuja y encamina a evolucionar. Como ya he comentado más arriba, las identidades trans existimos desde que existe la Humanidad, pero las personas transexuales que formamos parte de esta Comunidad somos por voluntad propia legítimas hijas de la ciencia y del progreso, tanto técnico como moral.

Concluyendo: la simple existencia de las personas trans y de las identidades de género no normativas significa, a nivel social y ético, el cuestionamiento, la transgresión, la provocación y la capacidad de transformación y liberación de la pesada cadena binarista que todavía funciona como uno de los pilares básicos de las sociedades actuales. Ése es nuestro poder, la razón por la que se nos teme y se nos  intenta anular. Ahora debemos descubrir cómo utilizarla.

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