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HUMANOS CON RECURSOS

Las afinidades electivas de la geopolítica: Trump, Putin y la fractura europea

Publicado: 04/03/2025 ·06:00
Actualizado: 04/03/2025 · 08:54
  • El presidente de Estados Unidos, Donald Trump

Carlotta, un personaje de Las afinidades electivas de Goethe, expresa en la novela una observación inquietante:

"He visto amigos, hermanos y matrimonios cuyas relaciones cambiaron completamente por la llegada casual o buscada de una persona nueva que trastornó completamente la situación".

La idea que plantea Goethe en su obra —y que los hermanos Taviani llevaron al cine con el mismo título— es que, al igual que en la química, ciertas relaciones humanas pueden verse transformadas cuando un tercero entra en escena. Edoardo, el esposo de Carlotta, lo resume con crudeza:

"Una unión de dos seres que parecía indisoluble quedó suprimida por la asociación ocasional de una tercera persona. Y uno de los que antes estaban tan hermosamente unidos, quedó así expulsado".

Algo similar parece estar ocurriendo en el tablero geopolítico actual. La relación entre la Unión Europea y Trump ha dado un giro significativo tras el acercamiento del presidente estadounidense a Vladimir Putin. Esta nueva dinámica ha quedado en evidencia tras el reciente encuentro fallido entre Trump y el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. Lo que antes parecía una alianza sólida se ha vuelto incierta, con señales que recuerdan a una amistad tóxica en la que los intereses personales pesan más que la lealtad.

Cuando los aliados se convierten en relaciones tóxicas

El concepto de amistad tóxica, comúnmente aplicado a relaciones interpersonales, puede ser una herramienta útil para entender cómo algunas alianzas políticas se deterioran. Existen ciertos patrones que permiten identificar cuándo una relación ha dejado de ser beneficiosa para ambas partes:

-Egoísmo y falta de empatía: Uno de los actores solo se interesa por sus propios intereses, ignorando las necesidades de sus aliados.

-Envidia y crítica constante: Se minimizan los logros del otro y se cuestionan sus decisiones con menosprecio.

-Manipulación y control: Se imponen reglas de juego de manera unilateral, buscando ventaja propia.

-Drama constante: Se generan conflictos innecesarios que desestabilizan la relación.

-Ruptura de confianza: Se hacen promesas que no se cumplen o se filtran información y acuerdos confidenciales.

-Malestar emocional: La relación deja de ser productiva y se convierte en una fuente de estrés y desgaste.

Varios de estos signos pueden verse en la política internacional reciente, donde los cambios de alianzas responden más a intereses estratégicos y personales que a valores compartidos.

¿Factores psicológicos o predisposición genética?

¿Por qué algunas relaciones políticas y diplomáticas parecen volverse tóxicas con el tiempo? La respuesta es compleja y multifactorial. Algunos estudios han explorado si ciertos rasgos de liderazgo autoritario podrían tener una base genética. Investigaciones como las de Ksiazkiewicz y Krueger, o los de Hatemi y McDermott sugieren que ciertas variantes del gen receptor de dopamina están asociadas con tendencias autoritarias, mientras que el transportador de serotonina podría estar vinculado a una mayor propensión a la agresividad.

Además, el llamado "gen guerrero" (monoamino oxidasa A) ha sido relacionado con comportamientos impulsivos y agresivos. Aunque estas investigaciones no son determinantes, plantean la posibilidad de que algunos líderes tengan una predisposición biológica hacia estilos de liderazgo más confrontativos y polarizantes.

Sin embargo, la genética no es destino. El contexto, la educación y la cultura política también juegan un papel crucial en la formación de líderes y en la evolución de las relaciones internacionales.

La crisis de confianza en el liderazgo global

Los efectos de estas dinámicas de poder y cambio de lealtades se reflejan en la percepción pública de los gobiernos. Según el Informe Edelman sobre confianza, la desconfianza en las instituciones es una tendencia global en aumento. De los 28 países analizados, 17 no alcanzan el aprobado en confianza gubernamental.

En Estados Unidos, solo el 40% de los ciudadanos confían en su gobierno, una cifra que, aunque baja, es superior a la de España, donde la confianza apenas alcanza el 36%. Más preocupante aún, el 63% de las personas creen que sus gobernantes manipulan la información deliberadamente mediante declaraciones falsas o exageradas.

Este panorama refuerza la idea de que, cuando el poder se convierte en un juego de afinidades electivas, la estabilidad y la confianza pueden quedar en segundo plano.

¿Es posible restaurar la lealtad y la confianza?

Goethe nos deja con una advertencia: cuando las pasiones entran por la puerta, la razón salta por la ventana. En el ámbito político, esto significa que los vínculos basados en valores y cooperación pueden disolverse cuando el pragmatismo y el interés personal se imponen.

Sin embargo, la historia muestra que las alianzas pueden recomponerse con el tiempo. Como en la caja de Pandora, donde tras liberar todos los males del mundo quedó la esperanza, quizás aún sea posible recuperar el sentido de la lealtad y la cooperación internacional. No sabemos cuándo ni bajo qué circunstancias, pero la posibilidad sigue ahí.

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