La mirada de un fotógrafo murciano a una Valencia devastada (Fotos: CHEMBOS)
La mirada de un fotógrafo murciano a una Valencia devastada (Fotos: CHEMBOS)
La mirada de un fotógrafo murciano a una Valencia devastada (Fotos: CHEMBOS)
MURCIA. Los coches se encuentran apilados a los lados de la carretera; el barro se ha secado y se forma una nube de polvo cada vez que circula algún vehículo; el aire se vuelve por momentos irrespirable; suenan constantemente sirenas... Este panorama fue el que se encontró el fotógrafo murciano Chembos cuando se desplazó a la 'zona cero' de una Valencia devastada, cubierta de barro y dolor, solo una semana después de que el 29 de octubre se produjera una de las mayores catástrofes naturales registradas en España.
"La situación en Valencia es más catastrófica de lo que podemos imaginar, es un escenario de ciencia ficción", describe este joven artista, quien está especializado en fotografiar patrimonio en ruina, como una llamada de atención y desde una mirada llena de sensibilidad. En esta ocasión fue diferente. Explica que sintió la necesidad de desplazarse a Valencia para ver con sus propios ojos, y a través de su objetivo, la situación real. Y, como hace siempre, mostrarla a través de sus redes. "Es mi forma de expresarme", asegura.
En total, Chembos ha llevado a cabo dos visitas a Valencia y ha realizado más de dos mil fotografías, de las que nos muestra en Murcia Plaza una pequeña selección. En ellas, como es habitual en su trabajo, fotografía edificios e infraestructuras derruidas o en peligro de ruina; pero también vehículos destrozados y cubiertos de barro, calles anegadas y ese mundo al revés que supone contemplar un barco descansando sobre un coche en una especie de equilibrio que parece imposible.
Un paisaje en el que se intensifica la sensación apocalíptica al no incluirse (en casi ninguna imagen) la presencia humana. Es algo que también caracteriza el trabajo de Chembos: no retrata personas, sino la huella que dejan. Y, en este caso, la que han impreso, ya para siempre en la memoria de un país, las lluvias torrenciales que provocaron el desbordamiento del barranco del Poyo y del río Magro; la del agua que arrasó sin piedad con todo lo que se le puso por delante.
"El aire es irrespirable. Una mezcla de polvo y putrefacción te hace literalmente daño en los pulmones cada vez que pasa un coche y remueve la tierra", escribe Chembos, quien está acostumbrado a correr ciertos riesgos físicos como 'fotógrafo de ruinas' (práctica que siempre desaconseja que hagan otros). En este caso, el peligro era microscópico, ya que era normal encontrar cadáveres de animales en el lodo y el aire estaba muy cargado. Recuerda que tras su primera incursión estuvo unos días enfermo.
Entre sus muchas impresiones, y emociones, apunta Chembos que en aquel momento "los militares habían tomado las calles y solo se escuchaban el ir y venir de sirenas a toda prisa y direcciones, día y noche. Había controles en cada calle con policías de todas las comunidades autónomas. Había pasado más de una semana, pero la sensación era de que acababa de ocurrir".
Otro aspecto que le impresionó al fotógrafo fue descubrir más tarde, en las imágenes que había captado, que había vehículos abandonados en las calles con una X, que significaba que habían sido inspeccionado sin encontrar a nadie dentro, mientras que otros estaban marcados con una D, lo que suponía que habían hallado víctimas en su interior. Por el camino, pudo ver "turismos de lujo reducidos a chatarra, pero también vehículos en zonas altas que no se inundaron pero que nadie ha reclamado", relata con pesar por lo que ello supone. También se encontró con cientos de coches de voluntarios abarrotando el extrarradio de los barrios afectados, muchos de ellos con carteles de 'Coche en funcionamiento' para que el Ayuntamiento no los retirase.
Chembos presenció, además, como los trabajadores de un polígono intentaban volver a la normalidad achicando agua y sacando los muebles dañados, convirtiendo las entradas de sus negocios en pequeños vertederos improvisados; como el parking de los centros comerciales se transformaban en desguaces improvisados porque ya no quedaba espacio en los solares del polígono; y como la gente buscaba entre la basura objetos que pudieran salvarse.
El artista murciano no puede evitar emocionarse cuando recuerda "los carteles de desaparecidos con fotografías de personas llenas de vida", el esfuerzo de los vecinos por "intentar salvar los pocos animales que les quedaban" o la labor de los voluntarios que tanto ha levantado la moral". Chembos también comenta que le impresionó la intensa actividad en la calle, ya que la gente tuvo que sacar la vida privada de sus hogares al exterior, de tal forma que las calles aún embarradas se convirtieron en comedor y lugar de reunión. En todos sitios, Chembos fue bien recibido. Algunos, incluso, le pidieron que los fotografiase, como es el caso de unos hombres que encontraron un águila que no podía volar y a la que rescataron.
Al fotógrafo murciano le gustaría poder ayudar con su trabajo -"cada uno debe hacerlo con lo que sabe hacer", apunta-, por lo que está buscando la forma de llevar a cabo una exposición solidaria con las imágenes que ha realizado.