MURCIA. Hablar del Santísimo Cristo del Valle en la huerta de Murcia es sentimiento y devoción por los cuatro costados. Esta imagen llegaría al Reino de Murcia (Torreagüera) tras la guerra de sucesión en 1714, de la mano de un emigrante llamado Alonso Paños, procedente de Castilla la Nueva, concretamente de Villanueva de la Jara, que se fijaría en Torreagüera para buscar una mejor forma de vida. Pero esta imagen es mas antigua. Su devoción en Castilla se puede datar en el siglo XIII, puesto que en una de las paredes de la ermita de Santa Elena (San Carlos del Valle) estaba pintada, acudiendo infinidad de peregrinos de todos los lugares por lo milagroso de la misma.
El milagro más difundido fue el que se produjo en el año 1688 en la población de Tembleque. Allí, dos peregrinos llamados Juan Bautista y Manuel Terrín, que realizaban la peregrinación a la ermita de Santa Elena, pidieron hospedaje en una quintería, a lo que el quintero respondió que no tenían sitio, excepto en las cuadras, donde se encontraban los silos de aceite. Estos accedieron a pasar allí la noche y pidieron aceite, que según el quintero se había agotado. A la mañana siguiente, al despedirse y en agradecimiento por la hospitalidad recibida, le dijeron al encargado que habían pintado en un poste de un silo la imagen de un Cristo y que le pusiera iluminación con el aceite; este les contestó que se había acabado hacía días, comentándole los peregrinos que fuera a mirar. Milagrosamente, cuando llegó a las cuadras a comprobar si decían la verdad, quedaría perplejo al ver que había aceite. Los peregrinos después de esto no dejaron ni rastro, produciéndose en ese lugar posteriormente sanaciones inexplicables. En ese mismo sitio se erigiría una ermita en honor al Cristo del Valle.
En lo que atañe al Reino de Murcia, el mencionado Alonso Paños, muy devoto de la imagen, comenzó a difundir la advocación al Cristo, logrando que en la ermita, situada junto a la torre de los herederos de los Agüera, propiedad del marquesado de la Casta, sita al parecer en el Rincón de Gallego de Torreagüera, se instaurase la imagen para que todo el mundo la pudiera contemplar y realizar sus plegarias. Poco después, tal fue el crecimiento de la advocación en la zona, que la casa de la Casta -muy religiosa y representada por el padre de la marquesa, el duque de Santo Gemini- auspició la construcción de una nueva iglesia en 1729, que por real cédula se convirtió en parroquia en 1788, siendo su titular el Santísimo Cristo del Valle.
La imagen que trajo consigo Alonso Paños, era una pintura del Cristo, de entre finales del siglo XVII o principios del XVIII, la cual podemos contemplar actualmente en la parroquia. Posteriormente, se adquirió una talla que presidiría el altar de la nueva iglesia atribuida por muchos expertos a Nicolás de Bussy y que el marquesado donó a la parroquia en el año 1791, procedente de la vieja ermita, siendo destruida la imagen en el año 1936, al igual que otras obras de arte de Roque López. Cuenta la leyenda, que mientras la imagen del Cristo estaba siendo devorada por las llamas colocada boca abajo, inexplicablemente se giró, mirando por última vez a su pueblo, Torreagüera. Estupefactos quedaron los incendiarios con este hecho, que culminó aquella barbarie cultural.
La actual imagen del Santísimo Cristo del Valle es una remodelación realizada por el escultor Sánchez Lozano entre 1939 y 1940, y colocada en el altar en marzo del último año mencionado. La misma está coronada por una bella obra de orfebrería en forma de corona de espinas. Su advocación todavía hoy en día está intacta en muchos lugareños.
Todos los meses de septiembre, desde hace más de un siglo, se celebran las fiestas en su honor, siendo estas de las más castizas de la costera sur. Se celebran actos tradicionales, como la suelta de la vaca en la calle, festejo único en el municipio de Murcia y que se mantiene desde la edad media; la degustación de las sabrosas morcillas de Torreagüera que, en los años veinte del siglo pasado eran de las primeras que se elaboraban en la huerta antes de las fiestas navideñas; la pirotecnia con las famosas ruedas; la centenaria procesión del Cristo y su castillo de fuegos artificiales; la ofrenda floral en su oratorio de la huerta y en la iglesia; y como no, la elección y coronación de las reinas de las fiestas.
A todo lo mencionado anteriormente hay que añadir actividades culturales como el Festival Internacional de Folclore y los eventos deportivos. No quisiera dejarme en el tintero el acto que cierra las celebraciones, la romería de la Virgen del Rosario, cariñosamente conocida como 'Charito', que es trasladada por una jornada a hombros, tanto por mujeres como hombres hasta las estribaciones de la sierra de Miravete, acariciando con su manto y cabello la Cañada real, siendo reina de esta, por un día. Las celebraciones que se realizan desde antaño, son engrandecidas por la hospitalidad de los torreagüereños, en estos días de jolgorio.
Raúl Jiménez y Lorca es cronista de Torreagüera