MURCIA. Cuenta la historia que, a finales del siglo XVII, el corregidor Francisco Manuel de Pueyo, personaje de origen aragonés que rigió la ciudad de Murcia en el siglo XVII, andaba una noche de ronda por la denominada Puerta de Vidrieros cuando un malhechor le disparó al pecho, pero el impacto del proyectil fue amortiguado por un escapulario de la Virgen del Pilar que, como aragonés, portaba. Este hecho le llevo a promover la construcción de la ermita, que desde entonces se alza donde ocurrieron los hechos y que pasó a dar nombre a la calle donde se encuentra, en el barrio de San Antolín, colocándose en ella el retrato del fundador, que posteriormente la legó al municipio.
Ahora el retrato del corregidor Pueyo ha regresado este martes a la ermita del Pilar, tras su restauración en el Centro de la Comunidad Autónoma por espacio de cuatro meses.
La obra, atribuida al notable pintor murciano Nicolás Villacis, fue entregada este al Ayuntamiento de Murcia, propietario de la ermita y del cuadro, y al Cabildo de Cofradías, que obtuvo en fechas recientes la cesión temporal del inmueble. En el acto, el director general de Bienes Culturales, José Francisco Lajara, puso de relieve que "además de una destacada obra pictórica, devolvemos a la ciudad un retazo de su historia, por tratarse de un elemento importante del patrimonio de la ermita del Pilar y por ser parte de su curioso origen".
La intervención en el Centro de Restauración se ha centrado en la película pictórica de la obra, que es donde se encontraban mayoritariamente los daños, pues el soporte (la tela) ya había sido tratado en una intervención anterior que reenteló el tejido original, cambiando incluso el bastidor primitivo.
El proceso de restauración comenzó con el estudio de la fluorescencia ultravioleta de la obra, a fin de cuantificar el estado de la película pictórica y la presencia de barnices y repintes, constatando una serie de aportaciones cromáticas desiguales que estaban desvirtuando la pintura. Se procedió, en consecuencia, a desarrollar una profunda limpieza de la superficie pictórica, que ha permitido retirar todos y cada uno de los estratos ajenos a la película pictórica original.
Tras ese proceso se reconstruyó minuciosamente cada una de las faltas de capa de preparación, pues estos desprendimientos, aunque muy pequeños, eran muy numerosos, y posteriormente se realizó una reintegración cromática diferenciada, que ha finalizado con un barnizado final de protección.
Por último, y aunque ha sido un trabajo independiente de la restauración, hay que reseñar el cambio de marco, aconsejado por el hecho de que el que presentaba carecía de antigüedad y calidad artística alguna, y estaba clavado a la pintura. El cambio aconsejado fue trasladado al Cabildo de Cofradía y por éste al Ayuntamiento, que se ha hecho cargo de la sustitución colocando uno mucho más acorde con la calidad de la obra restaurada.