MURCIA. El 10-N sentó como un jarro de agua fría en Princesa. A pesar de que el PSOE murciano mantenía sus tres diputados en Madrid y aunque el socialismo regional celebraba la victoria de Pedro Sánchez, el resultado no fue el deseado en la Región: los socialistas no cumplían las altas expectativas depositadas en la Comunidad tras los históricos triunfos de abril y mayo, y quedaban relegados a la tercera fuerza de Murcia, por detrás de su histórico adversario, el PP, y con un partido aún más escorado a la derecha como ganador de los comicios, Vox. La tendencia triunfal del 28-A y 26-M se truncaba. El PSOE había llegado a las elecciones con la moral por las nubes y fiaba su optimismo a la dinámica ganadora, la división de la derecha y un elemento que estalló en campaña: la crisis del Mar Menor. Era la oportunidad de asentarse como primera fuerza y de estrechar el cerco al partido que gobierna la Región desde 1995.
Pero las urnas depararon otra realidad: el PP resiste, ganando enteros e igualándoles en escaños, y un partido como Vox es el preferido de los murcianos. Sin Ciudadanos en el Congreso, la proporción de fuerzas seguía siendo seis diputados conservadores por cuatro de izquierdas (tres socialistas y uno de Unidas Podemos). Se perpetuaba el eterno 60%-40% que rige el tablero político de la Región. El 10-N fue el segundo golpe que le propinaba la derecha en apenas tres meses: en verano, el PP murciano había logrado conservar San Esteban merced a su coalición de Gobierno con Ciudadanos y a su alianza parlamentaria con Vox. Las negociaciones con la formación naranja se decantaron hacia el lado popular, para decepción del socialismo regional.
Al PSOE le costó recomponerse. Truncado su asalto a la Presidencia, Diego Conesa “parecía desaparecido”, analiza el sociólogo y profesor de Ciencia Política de la UMU Juan José García Escribano. El líder socialista había alcanzado sus máximos picos de visibilidad durante su etapa como delegado del Gobierno central, un cargo que ocupó desde junio del año pasado hasta finales de marzo. "En los primeros meses del año se hizo muy visible por su pertenencia al poder ejecutivo", comenta el politólogo, pero "ahora se tiene que hacer ver en el poder legislativo".
Asumida la decepción, el PSOE activó de nuevo la maquinaria y puso en marcha el lema 23-23. Es decir, el partido se marca como objetivo alcanzar la mayoría absoluta –establecida en 23 diputados en la Asamblea Regional- en la siguiente convocatoria electoral, en 2023. La última vez que la consiguió fue en 1991, con Carlos Collado como presidente. Ahora, la formación se plantea como principales bazas multiplicar la visibilidad de Diego Conesa como líder de la oposición y plantar cara en la Asamblea Regional, a pesar del desequilibrio parlamentario que tiene en la Cámara.
La visibilidad es un aspecto clave. Más de la mitad de los murcianos sabe quién es Diego Conesa, según reflejó el último barómetro del CEMOP. El socialista alcanzó un grado de conocimiento de un 54%. En la primavera de 2018, sólo el 35% de los electores reconocía a Conesa. "La gente lo conoce, y no ha caído su valoración", indica García Escribano, que es codirector del CEMOP. En su última consulta, el barómetro preguntó a 820 murcianos a finales de octubre y solamente el presidente regional, Fernando López Miras, con más exposición mediática, supera a Conesa, con un 76%. La distancia se recorta en las puntuaciones: si bien ambos suspenden, Miras saca un 4,8 y Conesa, un 4,7. "Eso significa que está en el mismo nivel de confianza que el presidente", expone el politólogo.
Diego Conesa "ha recuperado el tono" después del ‘apagón’ del verano, valora García Escribano. Las dos últimas intervenciones de Conesa ante la prensa se convocaron un jueves, el mismo día que se celebraran los Consejos de Gobierno; sendas ruedas de prensa del líder socialista se fijaron dos horas antes de las comparecencias del Ejecutivo, marcando el paso. El PSOE también ha acelerado en la Asamblea Regional, exigiendo la creación de más comisiones especiales y elevando el tono contra López Miras en la sesión de control al presidente. Pero el movimiento político más importante se ejecutó hace un mes, cuando el secretario general del PSOE anunció una moción de censura contra el Gobierno regional.
La moción tiene visos de fracasar, dada la falta de apoyos. Los dirigentes de Ciudadanos han expresado públicamente que descartan otro escenario que no sea mantener la coalición. Por el momento. Desde el PSOE consideran que anunciar la moción puso las pilas al Gobierno, que desde entonces "se ha puesto a trabajar" para sacar adelante el decreto de protección integral del Mar Menor. Según las previsiones del Ecutivo, el decreto verá la luz el 26 de diciembre. Conesa, que asegura que presentará la moción de censura, condiciona este proceso a que PP y Ciudadaos cierren los Presupuestos a final de año y que implanten medidas por el Mar Menor. Esta decisión es un riesgo político, apunta Escribano. "Las mociones de censura no se anuncian, se hacen. Es un precepto claro de Ciencia Política", sostiene el profesor. "Conesa no debería dar plazos; cada día que pasa es más difícil que sirva para algo".
La barrera del 60-40
¿Cómo puede el socialismo romper la barrera electoral para gobernar en la Región? La realidad política en la Comunidad desde hace 20 años muestra que el espacio de la derecha copa el 60% del electorado por el 40% de la izquierda. "La única posibilidad para la izquierda es que la derecha se divida, cosa que está pasando… en las urnas, pero no en los pactos", expone Escribano. A su juicio, el PSOE de Conesa "debería mantener su posición progresista, pero afinando al centro". Por el momento el socialismo no ha pescado en el caldero del centro. Ante la falta de un sondeo demoscópico que aborde esta cuestión, un vistazo a las elecciones ilustra que la mayoría de los votos de Ciudadanos se marcharon a Vox y PP. Sobre todo a Vox. Según el politólogo, Conesa, "que tiene un discurso moderado", está desarrollando el viraje al centro, pero no llega al electorado.
Francisco Lucas, portavoz del PSOE y diputado, considera que el partido "está preparado para gobernar" como "así demostraron" los comicios de mayo. Reconoce que el PSOE ha dado un impulso con objetivo 23-23 tras las elecciones generales, que no considera que fueran un chasco. En su opinión, "volvemos a trabajar para hacer posible ese objetivo, 23-23, que nos permita mejorar la vida de la ciudadanía con 23 diputados y mayoría absoluta para que no sigan las derechas desgobernando esta Región, que es una de las más pobres de España y que tiene una deuda de más de 10 mil millones de euros".
En la Región hay una cultura del poder, según disecciona García Escribano. "No es que los murcianos sean de derechas, sino que más bien mantienen el discurso del poder", señala el politólogo, convencido de que el partido que gobierna tiene una prima de votos por esa razón. "Por eso el PSOE debería ser capaz de aliar su discurso autonómico con el de los alcaldes". El PSOE gobierna en 23 ayuntamientos (incluyendo Cartagena). En la pasada legislatura, llegó a ejercer hasta 26 bastones de mando.
Sin embargo, el gran problema del PSOE es… el propio PSOE. "Es uno de sus grandes males, que a veces se convierte en su propio enemigo", considera el profesor de la UMU. "La unidad del mensaje debe ser férrea, tiene que conseguir que no se contradiga". Un escollo para el PSOE regional, que en la carrera electoral mantuvo un discurso cohesionado, se produjo en Cartagena, donde la decisión de la alcaldesa Ana Belén Castejón de pactar con PP y Ciudadanos ha acabado con una ruptura. "Las altas expectativas se las reducen ellos mismos".