En nuestro último artículo hablamos del oro como reserva de valor, y lo comparábamos frente al dinero en términos de su poder de compra sobre un bien esencial, la vivienda. Activos reales frente a un activo financiero, el dinero. Pero ¿y respecto a la renta fija?
Vimos que con un ahorro de 4kgs de oro podemos comprar una casa media, algo llamativo si tenemos en cuenta que el acceso a la vivienda, para los que han ahorrado en dinero, es especialmente difícil.
Hoy compararemos el oro con el activo estrella: la renta fija a largo plazo de la máxima calificación posible (respaldo del gobierno americano). Durante los últimos diez años, la renta fija a largo plazo y el oro han pasado por dos fases bien distintas.
En la primera, hasta 2020, ambos mostraron una correlación altísima (gráfico inferior, primera parte). El oro presentó batalla, así que la crítica habitual al oro de que no paga interés y además cuesta de almacenar no fue fácil de sostener. Para intentar explicar esta fortaleza, los críticos argumentaban que estábamos en un entorno de tipos cero y por tanto la renta fija tampoco pagaba demasiado.
Después llegó la covid-19, donde las autoridades monetarias inundaron los mercados de dinero (cinco veces el PIB de España salió de la impresora virtual de la Fed). Esto hace que cada billete tenga menor poder de compra, encareciendo los activos reales.
La explosión de inflación no tardó en llegar, seguida en poco tiempo por la invasión de Ucrania y la generación de un clima abiertamente bélico entre países desarrollados por primera vez en el siglo XXI.
Desde entonces, la brecha que se había abierto entre los dos activos no ha hecho más que crecer, y los datos son indiscutibles: en los últimos tres años, la renta fija a largo plazo se ha hundido a precios de hace diez años, destruyendo las carteras de miles de inversores moderados.
En el mismo periodo, el oro ha brillado aún más, marcando máximos históricos:
Esto no son altas finanzas. Esto debería ser el ABC de cultura financiera para los jóvenes que entran en el mercado laboral y, casi simultáneamente, deberían ponerse a ahorrar e invertir.
Cuando la tarta tiene un tamaño, cuantos más trozos hagamos de esa tarta, más finos serán. Si la economía es la tarta y los trozos son el número de billetes de dólar (o euros) en circulación, es sencillo entender que nos harán falta cada vez más billetes para comprar el mismo kg de oro, ya que no se puede imprimir a voluntad (y la mitad se utiliza en joyería). Lo mismo ocurre con el Bitcoin, por cierto.
Esto es particularmente cierto en los metales como el oro, la plata o el cobre, ya que sus reservas son limitadas y la cantidad de dinero en circulación no para de aumentar. Pero incluso en bienes que se pueden construir, como las viviendas, es imposible seguir el ritmo a la impresora de dinero.
¿Dónde queda la renta fija? Como un activo totalmente a merced del precio del dinero, lo cual nos impacta directamente como ahorradores e inversores. Hay tres razones para esto:
Nada de esto pasa con los metales, y los bancos centrales lo saben. Por eso, en tiempos de inestabilidad, y dado que el FMI requiere que las reservas internacionales estén en divisas u oro, la decisión de los bancos centrales desde 2022 está clara (toneladas compradas anualmente, informe Perspectivas del oro, de Wisdom Tree):
El activo más seguro del mundo, de acuerdo a los mercados, es la renta fija americana. Sin embargo, cuando hay una amenaza, parece que no lo es tanto. La relación normal con los tipos de interés no aplica cuando hay un problema de verdad, y menos cuando hay dos (inflación y clima bélico).
El oro no impaga, tiene poca correlación con otros activos y su precio es fácil de determinar, porque tiene un mercado y una enorme liquidez. Los bancos centrales, cuyo comportamiento dice más que sus declaraciones, lo usan habitualmente para ajustar su balance, para reducir su dependencia del dólar (especialmente China, el comprador principal) e incluso como diversificador de inversiones. ¿Y usted?