MADRID (EFE). El poeta y periodista de ascendencia ciezana Antonio Lucas elaboró en 2018 una serie de reportajes sobre su experiencia a bordo de un arrastrero gallego que faena las temibles aguas del caladero de Gran Sol, un relato al que le faltaba la cartografía más emocional, el viaje interior que supuso y que ahora ha transformado en novela.
Buena mar (Alfaguara) es el título con el que Lucas (Madrid,1975) debuta en la novela tras años de escribir y publicar poesía, estilo que también envuelve este libro, a ráfagas con palabras o con algún verso de otro, y con la misma estructura y ritmo de la narración, del duro vaivén de las olas negras que llevan al lector a querer tomar alguna biodramina para no marearse.
"Cuando llegué me di cuenta de que los reportajes daban cuenta de la dura y penosa vida de los marineros en esas aguas, pero me faltaba algo que era muy poderoso también, que era lo más emocional, y sitúe a un narrador que fuese más o menos reconocible, aunque no fuese yo, pero con cosas mías, para contar qué se viva dentro, más allá de lo que el periodismo pueda dar", explica a el autor, hijo del pintor ciezano José Lucas.
Un relato fraguado con la reconstrucción de la memoria de esos 21 días en aquel pesquero gallego. "Todo lo sucedido es evocación, todo lo recordaba porque tenía poco andamiaje documental (ocho folios de una Moleskine).Lo hermoso de este libro es cómo se ha ido revelando solo. No he necesitado llamar a los marineros, con los que tengo contacto, para que me dieran datos. Ha sido un libro que se ha escrito porque se ha vivido", aclara.
Mauro, el protagonista, se embarca en Castleownbere, en la costa sureste irlandesa, con once marineros, a bordo del arrastrero gallego Nuevo Confurco -llamado en la novela el Carrumeiro-, y aquí empieza una travesía para el autor, un viaje interior, un vuelco en lo prioritario, una nueva mirada a la vida después de vivir en estas aguas jornadas de "terror" y "miedo", acompañado por los "invisibles del mar", estos marineros de vida dura y terrible.
Un reto vital para Lucas en medio de una tempestad y la sombra de la muerte que hace preguntarse al lector por estos "parias" de la mar. Cinco gallegos y seis africanos que simbolizan la vida dura de los pescadores en estas aguas peligrosas del mítico caladero de Gran Sol, en el Atlántico Norte, entre los paralelos 48 y 60, al oeste de las islas británicas.
"Ahora, mientras hablamos, -dice- sé que están faenando y puede ser un día calmo o incómodo, pero son los 'invisibles del mar', tienen esa condición de paria, con 1.800 euros al mes más el quiñón (parte de las ganancias), el reparto que hace el patrón al final de la captura que redondeando puede ser 2.200 euros, con días en los que el sueño no pasa de tres horas y meses fuera de casa".
"El mar es una cárcel, no pueden escapar, pero les engancha -continúa Lucas-. Las condiciones son terribles, y están al margen de muchas cosas. Ellos en el mar también están un poco al margen, y eso les gusta porque el mar no pregunta ni espera confesiones".
Una experiencia definitiva para el protagonista del libro que se embarcó un poco perdido en tierra y que vuelve con una experiencia más allá de lo físico.
"He encontrado una especie de tribu urbana en esos caladeros salvajes que me han demostrado quilates de humanidad, bondad y audacia que nunca imaginaba", añade este columnista que solo conocía el mar desde la orilla, desde su infancia en Mazarrón.
Un revolcón al corazón del escritor que le ha servido para "faenar en otra manera en la memoria y también en los afectos", además de seguir la estela de la novela, aunque Lucas reconoce que tiene ganas de volver ya a la poesía.