MURCIA. La iconografía religiosa cristiana es un mundo intrincado e inabarcable, y por ello, por estas tierras, de alguna forma, hemos hecho nuestra únicamente una parte de la misma, en forma de historias y fiestas populares dedicadas a los patrones, lo que, hay que decirlo, sigue teniendo un tirón considerable entre creyentes y los que no lo son tanto, implicados en la exaltación del patrón cuando este recorre calles y plazas. Como anticuario sigo percibiendo esa forma de sentir como algo propio, identitario y cercano. Suelen ser tres las motivaciones que un cliente suele exhibir cuando busca una pieza en la que esté representada la figura de un Santo o Santa, Virgen de las muchas que hay, o una manifestación cristológica de las otras tantas que existen: o bien porque coincide con el nombre de pila que los progenitores dispusieron para el susodicho visitante, o porque el cliente es quien eligió el nombre del santo patrón a su descendiente, o porque se busca obsequiar a alguien con una pieza que ha de coincidir con el nombre del agraciado: es decir, si el obsequiado tiene por nombre Pablo una de las opciones es encontrar un San Pablo. Hace años adquirí una preciosa pila benditera en cerámica de Alcora, del siglo XVIII que representaba a un San Joaquín y que vendí sin pensármelo demasiado. Debo decir que con el tiempo me he arrepentido de haberlo hecho. Cosas que suceden en este negocio en ocasiones “cruel” para quienes somos coleccionistas dentro de nuestras posibilidades.
La segunda razón que se suele esgrimir es porque la santa figura protagonista de esa iconografía, tiene el honor de ostentar el patronazgo de una localidad, un barrio, o también de un colectivo profesional determinado al que el cliente pertenece. Así, el cliente natural de esa villa o miembro del gremio en cuestión, tiene ilusión de poseer, ya sea en forma de talla o de cuadro, o de lo que guste, ese Santo o Santa que de alguna forma lo representa por vecindad o profesionalidad. En tercer lugar, las motivaciones estéticas que para el interesado represente una iconografía determinada: suelen tener éxito un bonito san Sebastián, como paradigma de la belleza clásica, una Virgen con Niño destacable o un San Juan Bautista.
Ya habrán adivinado, antes de que los cite que los Santos más buscados en nuestra ciudad son sus dos patrones “los Vicentes”, aunque hay que decir el que se lleva la palma es “el Ferrer” que vivió en el siglo XIV y sobre el que proliferan muchas más imágenes que del “Mártir”. San José es una figura muy vinculada a esta ciudad y por razones obvias tiene especial predicamento, y en cuanto a la Virgen, no ha demasiado debate al respecto desde su veneración a principios del siglo XV. Cierto es que las primeras manifestaciones pictóricas de ésta última hay que situarlas a principios del siglo XVII o quizás a finales del XVI. Esta “santa tríada” es representada grabados y paneles cerámicos en los que la Virgen es flanqueada por los dos santos patrones.
Si hablamos de Santos y sus equivalentes femeninos no podemos dejar de hablar de los paneles realizados en azulejos cerámicos. Por supuesto que las tallas y los cuadros desde la Edad Media han sido los soportes por antonomasia, pero hay que referirse especialmente en esta tierra a los innumerables paneles de cerámica que se incorporaron a muchas fachadas de casas de la ciudad, pero también de todos los pueblos sin prácticamente excepción o casas de campo y alquerías. Paneles que viven su época de esplendor en los siglos XVIII y XIX. Tras ello, con el abandono de muchas casas y la consiguiente ruina, no tardaría en llegar un triste período de tiempo, hasta hace bien poco, dominado por el expolio colectivo de aquellos paneles cerámicos que decoraban muchas fachadas en pueblos y ciudades valencianos. En estos, bien se representaba el Santo o Santa que daba nombre a la calle, al barrio, bien se trataba de aquel de la que eran patrones, o porque el dueño de la vivienda sentía devoción por esa figura religiosa por múltiples razones. El caso es que numerosos paneles fueron arrancados o bien fueron a tierra con la ruina de la casa. Un número determinado fue almacenado y en el mejor de los casos montado de nuevo y enmarcado para ser colgado ya sea en el interior de las viviendas o en los patios traseros de las casas. Pasado aquellos desafortunados años ¿porqué no incentivar a aquellos propietarios que se planteen volver a incorporar estos paneles a las fachadas de los edificios?
Como decíamos, no hay localidad que no tenga su patrón o patrona a los que se les venera e incluso se le pasea sobre “andas” tanto por creyentes como escépticos. Los ejemplos son innumerables, pero hay Santos que por nuestra Comunidad aparecen en mayor medida que otros: San Nicolás de Bari es patrón de la ciudad de Alicante; San Francisco de Borja del que hay un excelente cuadro de Alonso Cano en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, como no podía ser de otro modo, lo es de Gandía puesto que allí nace en 1510; San Cristóbal lo es de Alboraya y como tal se le homenajea todos los 10 de julio, en Manises es la figura de San Juan Bautista la protagonista, es conocido que las gentes de Alfafar son devotas de San Sebastián y en Torrent, Sagunto y Alcoy de San Abdón y Senent
Si nos adentramos en la ciudad de Valencia, la cosa va por barrios los que tienen sus patrones como el Cristo de Sant Bult patrón en la Xerea, San Valero en Ruzafa donde se levanta una importante parroquia en su honor, la Virgen del Carmen en el barrio de igual nombre, y Velluters se queda con San Jerónimo, patrón del Gremio, uno de los santos más representados en la historia del arte. Si en este caso me tengo que quedar con un maestro lo hago con el setabense José de Ribera y sus magistrales representaciones del santo.
Ya en el terreno de las profesiones, patrón de los abogados es San Raimundo de Peñafort, un santo poco representado; Santa Apolonia es la de los dentistas, siempre portando las tenazas, cuyo más bello ejemplo lo encontramos en el cuadro de Zurbarán se encuentra en el museo del Louvre, San Honorato es patrono de los panaderos y San Roque de los peregrinos, enfermeros y cirujanos. En este caso es muy frecuente en tallas y paneles de cerámica, siempre acompañado de su perro, y tenemos un excelente ejemplo en el que pintara Urbano Fos en la primera mitad del siglo XVII y que se expone en el Museo de Bellas Artes de Valencia. San Lucas o los mártires San Cosme y san Damián (por ello suelen portar hojas de palmas) lo son de los médicos pues unos y otro se dedicaron a ejercicio de la medicina en la sangrienta Roma de Diocleciano en el siglo III. San Martín de Tours, es uno de los más atractivos estéticamente pues no es habitual que un santo cabalgue sobre un caballo habitualmente blanco. Razón esta por la que es patrón de los equinos. En este caso no olvidemos la extraordinaria escultura en bronce situada en la hornacina, sobre la puerta principal de la Iglesia homónima en la calle San Vicente, obra de la última década del siglo XV del escultor flamenco Pierre Van Béckere. Y llegado a este punto es cuando caigo en la cuenta de que mi gremio carece de santo patrón o patrona, al menos que yo sepa. Una situación que no es admisible, así que habrá que hacer algo al respecto.