Opinión

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Las estrategias son buenas si salen bien

Publicado: 26/12/2025 ·06:00
Actualizado: 26/12/2025 · 06:00
  • López Miras, entre Isabel Díaz Ayuso y Juanfran Pérez Llorca.
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Dice un buen amigo, que tuvo que lidiar en plazas de primera con esto de la habilidad en la actividad política, que las buenas estrategias son, simplemente, las que salen bien. Porque nadie recordará cómo se planteó una determinada situación o si la solución fue la esperada: la estrategia es buena solo si resulta favorable, incluso aunque de forma distinta a lo esperado.

Uno se pregunta qué hemos hecho los valencianos para tener que pasar por un Consell que no hemos votado. Porque es cierto que el 28 de mayo de 2023 lo que se votó mayoritariamente en esta tierra fue a un partido cuyo candidato a presidir la Generalitat era Carlos Mazón. Él y no otro. Desde luego, nunca lo fue Juanfran Pérez Llorca, quien ni siquiera era el número dos en la papeleta electoral de los populares alicantinos (puesto de la alcaldesa de Almoradí, María Gómez García). Como tampoco preside el Consell cualquiera de los que encabezaban lista popular en València (Mª. José Catalá) o Castellón (Alberto Fabra), aunque cerca le pasó la cosa a la alcaldesa de Valencia. Y por eso uno cuestiona por qué a los valencianos no se nos da la oportunidad de elegir de nuevo entre candidatos conocidos y conocibles como tales tras la dimisión de Mazón: por qué si pudimos elegir a quien ya no está se nos impone sin consulta alguna a su sucesor.

La duda es más obvia cuando en Extremadura sí se ha votado, como sucederá en Aragón, por un motivo, cuando menos, menos trascendente desde una perspectiva electoral y democrática como es aprobar o no un presupuesto. Porque los presupuestos como tal no son, al menos de una manera directa, una promesa electoral en campaña, sino las cuentas han de soportar y financiar esas promesas. Y ya está más que demostrado por el actual Gobierno de España que, posiblemente, lo menos importante en apariencia para poder gobernar es tener un presupuesto aprobado.

La decisión del Partido Popular, por tanto, sorprende y resulta incoherente si se estima procedente convocar elecciones en Extremadura y Aragón por no poder sacar un presupuesto adelante, concretamente el que desde el Gobierno se propone, con la muy loable justificación de que la ciudadanía se pronuncie. Y no sobre las personas, sino sobre las políticas y sus números. Pero, sin embargo, en la Comunidad Valenciana se obvia la voluntad ciudadana cuando se trata de elegir al sustituto de aquel a quien sí tuvimos ocasión de elegir. Y si pudimos votar al titular ¿qué extraña razón nos impide votar al sustituto?

La respuesta es evidente, y no tiene nada que ver con nuestro derecho democrático a elegir a quien nos gobierna y el derecho de quien nos gobierna a gestionar las cuentas públicas de la mejor manera posible según sus compromisos y las mayorías que puedan conformarse en una asamblea legislativa, que es donde se aprueba, en su caso, un presupuesto: es la estrategia. Y no hay más.

El cálculo electoral del PP en Extremadura ha salido mal, y por eso no fue una buena estrategia. Porque María Guardiola convocó elecciones para dar la voz al pueblo sobre políticas y medidas, sí. Pero más que eso lo hizo para que el pueblo le quitara de encima a Vox dándole la mayoría absoluta. Y el pueblo le ha votado menos al PP (cerca de ocho mil votos populares se han esfumado entre 2023 y 2025) y más a Vox (cerca de cuarenta mil votos han sumado). Así es que, como decía mi amigo, se constata que si no ha salido bien no ha sido una buena estrategia…

Posiblemente en Aragón anden preguntándose los populares de Azcón si no habrán sido demasiado rapiditos en seguir la estela extremeña y si no terminarán con esa misma sonrisa congelada de circunstancias por tener que tragarse dos tazas del mismo caldo que antes no quisieron probar.

En nuestra Comunitat, sin embargo, Pérez Llorca ha conseguido en Les Corts algo que seguramente los valencianos no le habríamos dado en las urnas: cierta tranquilidad y tiempo, al menos. Aunque, claro, a Vox siempre le quedará la duda -otra estrategia en cuestión- de si el botín en caso de forzar elecciones aquí no hubiera sido mucho mayor que contentarse con un pacto de investidura para seguir fuera del Palau de la Generalitat.

Lo cierto, en todo caso, es que nosotros ponemos los votos, pero no dejamos de ser peones en partidas que juegan -y que piensan- otros. Y las ganan y las pierden ellos. Y, por supuesto, es esencial que votemos. Y que nos dejen votar. Pero también que lo hagamos sabiendo lo que nos jugamos para no ser rehenes de estrategias que solo son buenas si -a otros- les salen bien. Porque lo democrático es votar, pero sabiendo qué y por qué: nuestra estrategia. Y solo la nuestra.

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