MURCIA. Cuando los directores Sophie Cunningham y Ben Steele estrenaron el documental Look Away (Sky Documentaries) en 2021, muchos periodistas anglosajones preconizaron prematuramente la eclosión del #MeToo de la industria musical. La cinta, que por el momento solo se ha difundido en España a través de la cadena Sky News, aborda cómo el ecosistema formado por megaestrellas, discográficas, managers y demás agentes de la industria musical normalizó durante décadas las relaciones de hombres adultos con niñas menores de edad, ignorando de forma sistemática todo tipo de comportamientos sexuales agresivos.
Por alguna razón, el terremoto de acusaciones desencadenado a partir de 2017 en la industria cinematográfica norteamericana a raíz del caso de Harvey Weinstein todavía no ha contagiado al sector musical. No de la misma manera. Un hecho sorprendente, si tenemos en cuenta las palabras de Kari Krome, cofundadora de las Runaways en el papel de letrista, además de testigo de multitud de abusos sexuales cometidos con total impunidad en la escena musical de Los Angeles de las décadas de los setenta y los ochenta. “La industria de la música está llena de depredadores sexuales y narcisistas muy duros. Y el mundo del rock 'n' roll en concreto es un sistema en el que puedes hacer lo que te da la gana y salirte con la tuya”, afirma con contundencia en este documental de producción británica.
Los relatos que nos proporciona Look Away se refieren a abusos conocidos desde hace años o incluso décadas, pero que solo recientemente conocemos a través de las mujeres que lo sufrieron. Jackie Fuchs (también conocida como Jackie Fox), bajista de la mítica banda de hard rock Runaways, hizo pública en 2015 la violación que sufrió en 1975 por parte de su manager y productor, Kim Fowley. Esta confesión se produjo unos meses después de que su agresor falleciera a causa de un cáncer, sin haber tenido que afrontar ningún tipo de responsabilidad legal, social ni profesional por sus actos. De hecho, su halo de artista pionero y transgresor le acompañó hasta sus últimos días gracias en parte a sus colaboraciones con artistas contemporáneos como Ariel Pink.
En la Nochevieja de 1975, Fuchs (16 años) fue violada por Fowley (36 años) poco después de haber consumido, por insistencia de un roadie, una pastilla de Quaalude -el mismo potente sedante, ya retirado del mercado, que el actor Bill Cosby reconoció ante un juez haber utilizado en los años setenta para abusar mujeres-. No fue una violación a puerta cerrada, sino que se produjo delante de un grupo de compañeros y compañeras de gira, incluidas -según su testimonio- sus compañeras de grupo Joan Jett y Cherie Currie.
Fowley, a quien se dedicaron multitud de comentarios hagiográficos tras su fallecimiento, también tuvo su momento de gloria con Kari Krome, que relata que estando en un hotel con él en un hotel, “salió del baño desnudo, y masturbándose. Lo hizo, y lo hizo sobre mí. Sí, definitivamente fue pedofilia, pero cuando eres joven no piensas eso porque ni siquiera sabes qué es la pedofilia. Solo sabes que no es bueno”.
La historia de infamias relacionadas con el Sunset Strip de Los Angeles también puede rastrearse a los años sesenta. En el primer tramo de su famoso diario -I’m with the band. Confessions of a groupie-, Pamela des Barres explica cómo fue su primer encuentro con Fowley en uno de los clubs más conocidos del momento, cuando ella apenas tenía 16 años. “Se alzó sobre mí con una sonrisa amplia, delgado como un palo, invicto e invencible. Me dijo que prefería estar casado conmigo durante cuarenta y siete años que follarme durante cuarenta y siete minutos. Creí que esta era la declaración más profunda jamás pronunciada; mi mente importaba más que mi cuerpo”.
"Cuidar a la banda"
Uno de los aspectos más chocantes y controvertidos del documental es el del silencio o la protección a los abusadores por parte de las mujeres-testigo. Llama la atención el testimonio de Vicky Hamilton, manager de Guns ‘n’ Roses, cuando explica cómo cogió al cantante Axl Rose en su casa cuando la policía le estaba buscando para hacer frente a la denuncia de abuso sexual por parte de una chica. “Mi trabajo era cuidar de la banda”, justifica.
En el caso de Joan Jett y Cherie Currie, que desmienten a Fuchs y aseguran que nunca habrían permanecido inmóviles ante una violación, hay que tener en cuenta varias consideraciones. Una de ellas es el hecho de que ellas también eran niñas metidas en un mundo adulto que todavía desconocían y dominado por hombres. En una entrevista concedida a Billboard, Fuchs apunta: “Incluso a las personas con buena moral les cuesta actuar cuando ven un evento de acoso o agresión sexual o algo similar, especialmente cuando hay mucha gente alrededor”. Fuchs dice que esto se debe a la "difusión de responsabilidad" que forma parte del "efecto espectador", y que afecta a otro tipo de grupos sociales como los equipos deportivos y las fraternidades universitarias, donde no se puede cuestionar a los "miembros dominantes". La ex bajista disculpa de cierta manera a sus compañeras de grupo al interpretar que ellas probablemente “miraron a su alrededor, los adultos no estaban haciendo nada, la gente de la banda no estaba haciendo nada, y simplemente no querían hablar en caso de que estuvieran malinterpretando la situación”.
Una historia con muchos antecedentes
La verdad es que no puede decirse que la “afición” de los rockeros por las menores de edad sorprenda a nadie. Nuestra biblioteca mental está llena de canciones que hablan con toda normalidad de ello. Sin ir más lejos, el título de este documental hace referencia a la canción “Look Away” (“Mira hacia otro lado”), en la que Iggy Pop canta cómo mantuvo relaciones sexuales con la famosa groupie Sable Starr cuando ella tenía 13 años, y cómo después se la arrebató un miembro de los New York Dolls. Dice así: “I slept with Sable when she was 13 / Her parents were too rich to do anything / She rocked her way around LA / ’Til a New York Doll carried her away.”
Y por supuesto están los ejemplos de otras muchas extrañas parejas formadas por artistas adultos y niñas. Por ejemplo, Jerry Lee Lewis (23 años) se casó con su prima Myra Brown (13 años), a la que acabó maltratando psicológica y físicamente; Elvis comenzó su relación con Priscilla cuando él tenía 25 años y ella 14 (a ver cómo se trata este aspecto en la próxima película de Sofia Coppola); R Kelly -condenado formalmente por pederastia años después- se casó en secreto con la cantante de R&B Aaliyah cuando él tenía 27 años y ella 15-. Y así sucesivamente.
En Look Away se presta atención a la escabrosa relación del líder de Aerosmith, Steven Tyler, con Julia Holcomb, que tardó décadas en ofrecer su versión de esta “historia de amor” que la traumatizó por el resto de su vida. Holcomb conoció a Tyler cuando ella tenía 16 años. Él consiguió que la madre de ella le cediese su custodia legal. Convertirse en su tutor era la única manera que tenía de llevarse a su niña-novia de gira y poder cruzar las fronteras estatales sin ser arrestado. Su relación terminó poco después de dejarla embarazada. La presionó para que abortara y después la envió de vuelta a casa con su madre. Muy elegante.
La punta del iceberg
“La industria de la música aún no ha tenido su momento de ajuste de cuentas -afirmaba la realizadora británica en una entrevista concedida a The Sun hace un año-. Creo que muchos músicos estarán preocupados ahora mismo. Esta solo es la punta del iceberg”. La realidad, un año después, es mucho más moderada. Cunningham ha reconocido que la presión de “el dinero y el poder” impidieron incluir en el documental testimonios acusatorios contra otros artistas “muy importantes”.
En cualquier caso, es necesario subrayar que los abusos contra mujeres -ya sean menores o adultas- no son solamente una consecuencia de la fama de las megaestrellas y por supuesto no es un coto privado del rock and roll. También se da en ámbitos de la alta cultura como la música clásica, cuya pátina de respetabilidad se ha resquebrajado con el caso de Plácido Domingo -estaremos atentas al programa de Salvados (La Sexta) del próximo domingo, donde se escuchará a algunas de las mujeres que han denunciado por acoso al tenor-. Y, por supuesto, también se da en el underground. Uno de los casos más sonados de los últimos tiempos atañe al sello norteamericano Burguer Records, que echó el cierre en 2020 como consecuencia de la oleada de denuncias por abusos sexuales y “tendencias pedófilas” que implicaba no solo a los artistas de la discográfica, sino también a sus empleados.
No cabe duda de que la industria de la música, en toda su envergadura, esconde todavía muchísima basura debajo de la alfombra. “No puede limpiarse sola por la simple razón de que entonces no quedaría nadie. Es así de omnipresente es el problema”, concluye la ex bajista de las Runaways.