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AL OTRO LADO DE LA COLINA / OPINIÓN

Los riesgos de gobernar

Foto: JOAQUÍN P. REINA/EP
17/08/2023 - 

El arte de gobernar es algo muy complejo, pues no es sólo una ciencia (como conjunto de conocimientos), es algo más, es una ciencia, la politología, unida a la creatividad del líder, dado que la materia prima o centro de gravedad del mismo son los ciudadanos con sus querencias, ya sean místicas o de bajas pasiones. Porque además de cifras, como la encuesta de la población activa (EPA), el producto interior bruto (PIB), el índice de precios al consumo (IPC), la inflación, el número de desempleados, etcétera, está siempre la percepción del propio individuo, siempre subjetiva, de la situación que vive y le rodea. Las personas a veces creen en promesas sin haber visto -Fe-, pueden esperar el advenimiento de tiempos futuros mejores -Esperanza-, o dejar incluso de amar a su candidato, y con una compasión mal entendida entregar su voto a otro -Caridad-.

En ese noble oficio (o por lo menos así deberá ser), existen tres grandes desafíos a la hora de ejercerlo, eso, si se quiere servir con objetividad a los intereses generales (Constitución dixit en su artículo 103), y que tradicionalmente tenía lugar al final de una carrera profesional y vital plena de éxitos. Esta triada de riesgos se concretan en, cómo se ejecuta la gestión pública y su peor derivada la corrupción, después estaría la perdida de contacto con la realidad social, y finalmente quedaría la propia percepción de uno mismo, con su peor patología, el engreimiento o arrogancia del líder.

El primer desafío citado, se materializa en saber traducir el proyecto político del nuevo equipo de gobierno al lenguaje administrativo, y poder así hacer funcionar esa extraña maquinaria (para el público en general) que se llama Administración; este reto es propio de las complejas estructuras políticas de un Estado de Derecho y del Bienestar. El segundo challenge, como diría Arnold J. Toynbee o desafío, es propio de los Estados Democráticos, pues el gobierno del pueblo (democracia) exige no perder la pulsión de la gente, no se debe dejar de pisar la calle pues es muy fácil que se produzca el distanciamiento con la sociedad, y nunca olvidemos que “es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, Abraham Lincoln dixit. Y finalmente el liderazgo, uno de los grandes desafíos de todo gobernante, incluso podríamos decir de cualquier jefe de una organización humana, es esa perspectiva individual (incluso psicológica), en la que se requiere de un carisma (“especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar” según la R.A.E.), a utilizar con su equipo y la sociedad, y que no debería ser malogrado con un arrebato de endiosamiento, que por estos lares se denomina síndrome de la Moncloa, con su variante Valentina del síndrome del Palau, sobre todo en el segundo mandato. 

Reunión del Pleno extraordinario del Consell. Foto: JORGE GIL/EP

Pero claro, todo problema tiene su solución, y para desbaratar esos tres riesgos con sus respectivas patologías, deberían existir, al menos, tres tipos de personas en los equipos, gabinetes o personal de confianza, que impidan cometer los errores o no (humanos por otra parte) que antes hemos citado, y que se dedicarían a las funciones que a continuación describo. Primero la comunicación, la prensa con sus diferentes instrumentos y medios, es fundamental para estar en contacto con la sociedad, transmitir los objetivos ambicionados y los logros alcanzados, teniendo en cuenta que es bidireccional, es una vía de doble sentido por la que también se deben percibir los anhelos de la gente así como sus necesidades, generalmente es un “imprescindible” en todos los equipos, ya sea con más o menos fortuna, recordemos que estamos en el ejercicio de un arte, porque a veces da la impresión que esos gobiernos (y las personas que los componen) se van distanciando de la realidad (algunos de forma excesivamente rápida, y no hace falta que pase ni un verano), tras pisar moqueta y usar coches oficiales, ya saben el dicho, si quieres saber cómo es Arturillo dale un carguillo.

La existencia de los dos siguientes arquetipos es más extraña. Como hemos dicho antes, el gobierno (artículo 97 de la CE/1978) o el Consell (artículo 29 del Estatuto de Autonomía), dirigen, cada uno en el ámbito de sus competencias, la Administración, compuesta por una serie de órganos, unidades y entes, que conforman toda una complicada maquinaria, con unas normas y procedimientos específicos a la hora de funcionar, que requieren de una especie de “jefe de máquinas” que asista al Capitán (responsable político) para su manejo; por lo que entenderán que la siguiente persona necesaria que debería haber en esos equipos de gobierno sería un profesional de la gestión pública, miembro de algún cuerpo de la administración (los llamados TAC o TAG), o Inspector de Hacienda, o Interventor, etcétera., que sepa cómo funciona la Administración, forma, por cierto, totalmente distinta a la del sector privado. Pues esa actividad tan diferente, lleva en ocasiones simplemente por ignorancia (sin haber dolo, porque ya entraríamos sino en el campo delictivo), a realizar gestiones, con ciertos atajos que derivan en trampas, donde acuden los tramposos, y aparece finalmente la corrupción.

Y por último, está el puesto del Pepito grillo, ese personaje que debe llevar la contraria, o poner en duda los axiomas inamovibles para evitar la esclerosis o indolencia intelectual, y que en el acervo cultural occidental se le llama también el abogado del Diablo (con origen en los procesos de canonización). En política, este puesto ya existía desde hace más de 2000 años, en Roma “ubi et orbi”, cuando a los Emperadores y Generales victoriosos, como Julio Cesar, les acompañaba un esclavo que les repetía la alocución latina “memento mori” (recuerda que eres mortal), para evitar su endiosamiento, y así compensar a todos esos aduladores y palmeros, que tanto abundan en la actualidad, y tanto daño hacen.

Para acabar, y casi como personaje mitológico, por lo imposible de hallar, estaría el navajita suiza o chico para todo; que algunos creen que lo son (por tener un gran ego), y sólo son Bomberos apaga fuegos o Fontaneros del partido, y eso da para, por lo menos, una serie de artículos.

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